José Luis Melero: "Yo leo los libros de los arrabales y los que circulan por carreteras secundarias"

El Premio de las Letras Aragonesas reivindica la literatura de los márgenes como espacio de descubrimiento y gozo

04 de Agosto de 2025
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José Luis Melero, con el Premio de la Letras Aragonesas.
José Luis Melero, con el Premio de la Letras Aragonesas.

José Luis Melero ha recibido recientemente el Premio de las Letras Aragonesas 2024, un galardónque que considera el equivalente a un Cervantes aragonés. Lo vive como un reconocimiento a toda una vida entre libros: leyéndolos, estudiándolos, rescatándolos del olvido. Compartir el galardón con Antón Castro, amigo y cómplice cultural desde hace casi 40 años, lo hace aún más significativo.

Melero deja patente en sus respuestas que es un lector apasionado, curioso incansable y bibliófilo vocacional, que ha hecho de su amor por los libros una forma de vida y de pensamiento. Habla con humildad, pero con una claridad contagiosa, de una trayectoria construida más desde la lectura que desde la escritura, y siempre desde los márgenes: los libros raros, los autores olvidados, las ediciones antiguas. Se define como un lector “impenitente” que prefiere las carreteras secundarias de la literatura, y que encuentra en cada hallazgo una historia paralela, a menudo más fascinante que el propio texto. Intelectual comprometido con Aragón, generoso con su memoria cultural y riguroso en su curiosidad, Melero encarna una forma de entender la literatura como acto íntimo, pero también como legado colectivo.

PREGUNTA: ¿Qué sentimientos le despierta el Premio de las Letras Aragonesas, y más aún al haberlo recibido junto a Antón Castro, su amigo y cómplice cultural desde hace décadas?

RESPUESTA: Pues una enorme emoción. Antón y yo estuvimos en la génesis de este Premio hace ya treinta años, yo fui ya miembro del jurado de aquella primera convocatoria, en la que ganó Eloy Fernández Clemente, y ambos sentimos una gran querencia por el Premio, que, no hay que olvidarlo, es nuestro Premio Cervantes. Lo han ganado muchos de los más importantes escritores aragoneses y entrar a formar parte de esa nómina de grandes escritores que tienen el Premio es un privilegio incomparable. Recibirlo con Antón, mi amigo inseparable desde hace casi 40 años, lo hace aún más hermoso.

P: Su vida ha girado en torno a los libros: leerlos, conservarlos, compartirlos. ¿Cuándo y cómo nace su pasión por la bibliofilia? ¿Recuerda el primer libro que le desveló ese mundo?

R: Mi bibliofilia nace cuando descubro los libros viejos, los libros antiguos, y compruebo que por menos dinero de lo que me cuesta un libro recién publicado puedo comprar primeras ediciones siempre que sepa descubrirlas en rastros y almonedas. Los libros en ediciones distintas dicen cosas distintas, y eso empezó a ocurrirme a mí: no era igual leer a Antonio Machado en una edición de época que en una edición reciente.

El primer libro que me desveló ese mundo fue Folletines y cuentos de Agustín Peiró y Sevil, ‘Antón Pitaco’, un periodista y escritor aragonés del siglo XIX. Se publicó en 1891, un año después de la muerte de su autor, y el ejemplar que adquirí en el rastro fue un regalo hecho por su viuda a Francisco Zapater y Gómez, sobrino de Martín Zapater, el amigo de Goya. Así lo indicaba una nota manuscrita del propio Zapater y Gómez pegada en el libro.

P: Ha escrito ensayos, memorias, estudios bibliográficos, antologías... ¿Cómo ha construido su voz literaria desde ese cruce entre la erudición y el amor lector?

R: Un día pensé que tenía que contar lo mucho que había leído hasta entonces, y por eso aquel primer libro mío de memorias se tituló Leer para contarlo. A mí lo que me gusta de verdad es leer. Contar lo que leo me parece que es mi obligación. Guardármelo para mí solo no tendría sentido.

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P: Muchos de sus títulos son verdaderas declaraciones de amor al libro: Leer para contarlo, La vida de los libros, El lector incorregible… ¿Diría que su obra es, en el fondo, una autobiografía literaria?

R: Absolutamente. Es la autobiografía de un lector impenitente, que suele leer lo que no está en el canon, los libros raros y curiosos, los libros de los arrabales y los que circulan por carreteras secundarias. La casquería de la literatura, vamos. Pero la casquería bien cocinada y preparada gusta a veces más que el mejor solomillo.

P: ¿Siente que, gracias a su trabajo, ciertos autores y obras han vuelto a respirar en la memoria colectiva?

R: Sí, no pocas veces mis lectores buscan, compran y leen los libros olvidados a los que yo he vuelto a dar vida en mis textos. Muchos me recriminan con humor precisamente eso: que tienen que andar buscando por ahí los libros raros de los que hablo, y que les obligo a gastarse más dinero del previsto.

P: Rolde de Estudios Aragoneses ha sido una plataforma esencial para el pensamiento y la cultura crítica en Aragón. ¿Qué papel ha jugado esta institución en su formación y en su compromiso con el aragonesismo?

R: Un grupo de cinco amigos fundamos el REA en 1977. Rondábamos entonces los 20 años y estudiábamos en la universidad. Fuimos aragonesistas avant la lettre, porque hasta entonces solo Andalán se había preocupado de los temas que a nosotros nos interesaban. Pero en Andalán apenas había aragonesistas si exceptuamos a Labordeta, Eloy Fernández, Gonzalo Borrás y Emilio Gastón.

Nosotros creamos las bases del aragonesismo cultural moderno, aunque muchos miembros del REA dieron también el salto a la política. Así surgiría en 1986 Chunta Aragonesista. Es algo verdaderamente excepcional que casi 50 años más tarde el REA siga felizmente vivo y pujante, la revista Rolde haya publicado casi 200 números y nuestra editorial alrededor de 250 libros.  Aquí nadie ha cobrado jamás en 50 años y solo hemos puesto cariño, esfuerzo y dinero. Esta forma de trabajar voluntarista y desinteresada es de otros tiempos, y la aprendimos de los aragonesistas de la generación de Labordeta.

Presentación de José Luis Melero de Bibliotecas y Extravíos en la Anónima
Melero, en la presentación de Bibliotecas y Extravíos en la librería Anónima.

P: Sus intereses abarcan desde la literatura popular hasta la historia política, la jota o las bibliotecas particulares. ¿Qué hilos invisibles unen estos temas en su pensamiento y en su trabajo como autor?

R: A mí me interesan muchas cosas distintas: los escritores de la bohemia, la guerra civil, las memorias, los diarios y las autobiografías (o sea, toda la literatura del “yo”), la poesía, la historia de España (sobre todo la de los siglos XIX y XX), la narrativa, el ensayo… Yo leo para ser feliz y para no aburrirme. Y para aprender algo de lo mucho que no sé.

P: Ha recibido numerosos galardones y distinciones. ¿Qué diferencia a este Premio de las Letras Aragonesas del resto? ¿Siente que es también un reconocimiento al lector que ha sido toda la vida?

R: Lo he dicho antes: el Premio de las Letras Aragonesas es nuestro Cervantes, el premio que se concede a escritores con una larga trayectoria y que han dedicado buena parte de sus vidas a la literatura, escribiéndola, difundiéndola, estudiándola. Por eso lo han ganado creadores puros (Guinda, Tello, Martínez de Pisón, Puértolas…), pero también estudiosos o investigadores (Mainer, Blecua, Sánchez Vidal, Casanova…). Es, por tanto, el premio literario más importante de Aragón, el que concede el Gobierno, y el más grande reconocimiento a quien se ha dedicado a las letras. Yo he estado toda mi vida entre libros: leyéndolos, editándolos, escribiéndolos, divulgándolos, buscándolos y recuperándolos, formando con ellos una biblioteca muy notable… Creo que mi pasión por los libros y la literatura habrá influido más que otra cosa en el jurado.

P: Aragón es el gran protagonista de su biblioteca, de sus investigaciones, de su mirada cultural. ¿Cómo definiría su relación con esta tierra que ha estudiado y amado desde tantos ángulos?

R: Aragón es una parte muy importante de mi biblioteca, pero tengo más libros no aragoneses que aragoneses. A mí, creo haberlo dicho antes, me interesa casi todo, y no por sentir pasión por lo aragonés olvido que el saber es universal y que hay que tratar de leer otros muchos libros y conocer otras muchas culturas. Aragón, sí, pero el mundo también. Mi relación con Aragón se fundamenta en el conocido lema o ex libris de Juan Manuel Sánchez, quien fuera el más importante bibliófilo español de su tiempo en palabras de Pedro Vindel: “Todo por Aragón y para Aragón”.

P: En un mundo dominado por lo digital y lo fugaz, ¿qué vigencia tienen hoy el libro físico, la lectura pausada, la memoria impresa? ¿Qué futuro ve para la bibliofilia?

R: Siempre habrá quien se solace con los libros, quien quiera aprender con ellos lo que no está en los manuales, quien disfrute de pasar y acariciar sus páginas, de conocer la historia de cada uno de ellos, a quién pertenecieron, dónde estuvieron, cómo llegaron a nuestras manos. De cada libro viejo se puede escribir otro libro. Esa pulsión no puede desaparecer nunca.

José Luis Melero. Foto Myriam Martínez
José Luis Melero, en la Feria del Libro de Huesca. Foto Myriam Martínez

P: ¿ Cuál ha sido el hallazgo más emocionante en su vida de lector y coleccionista? ¿Existe ese "libro soñado" que aún busca?

R: Ha habido muchos hallazgos emocionantes, tantos que necesitaría escribir dos o tres libros para contarlos: desde un Antonio Machado o un Juan Ramón dedicados, a la primera edición de los ocho tomos del Latassa; desde una larguísima carta autógrafa de Valle Inclán a una postal enviada por Luis Cernuda a Juan Gil Albert; desde una Eneida zaragozana del XVI al Mensaje del Tetrarca de Gimferrer dedicado a un padre escolapio. Querría comprar Primavera portátil del poeta Adriano del Valle, editado en París con dibujos de Eugenio d’Ors, pero vivo felizmente sin él.

P:  ¿Qué autor aragonés considera imprescindible y aún poco leído? ¿A quién le gustaría que más lectores descubrieran hoy?

R: Braulio Foz y su Vida de Pedro Saputo. Creo que es un libro extraordinario y muy entretenido. Está bien editado, pero me parece que poco leído más allá de un pequeño grupo de incondicionales. Leer a Foz es una asignatura pendiente para muchos. Y me gustaría que los jóvenes lectores de hoy descubrieran Camino de sirga, de Jesús Moncada, uno de los grandes libros escritos por un aragonés de lengua catalana.

P: Y para terminar: después de tantos libros, tantas coplas, tantas vitrinas... ¿qué le sigue emocionando cuando entra en una biblioteca?

R: Yo cuando voy a una casa lo primero que miro son los libros que hay. Y viendo los libros que hay sé cómo son los dueños de esa casa. Cuando en una casa encuentro libros que me interesan pero no tengo, sé que estoy con los amigos adecuados. Me pasaba cuando iba a casa de Ildefonso-Manuel Gil, que tenía enmarcado el sobre de una carta que Juan Ramón le mandó a Daroca.

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