Como sucede cada cierto tiempo en el fútbol, a cuestas de la tan cacareada modernidad, se ha instalado desde hace unas temporadas el ñoño-debate del estilo, cuando a la pelota se viene jugando casi siempre de manera parecida desde tiempos inmemoriales. Para mí sólo hay dos formas de jugar: bien o mal. Después entramos en una maraña que algunos se emperran en manosear de forma abusiva como el estilo, y encima se han empeñado en hacernos comulgar al resto con ruedas de molino.
En mis años del fútbol en la calle, cuando nos enfrentábamos en ‘El Corralón’ los equipos de la calle Las Ciencias contra los de Felipe Coscolla, no había estilos ni tácticas que seguir, dos piedras servían de portería y tampoco necesitábamos árbitro, lo único importante era la pelota.
Después, cuando di el salto a profesionales, también se metían con el Athletic y la Real cuando ganaron sendas ligas con el fútbol directo, al que algunos despreciaban por ser la antítesis del juego de pase corto y combinaciones. Pero, como pude comprobar en mis carnes cada vez que nos enfrentábamos a un equipo vasco, daba la casualidad de que cada ‘pelotazo’ le caía a un rival en la primera o segunda jugada, mientras que a nosotros nos costaba sudor y mucho esfuerzo llegar al área contraria.
Lo que viene a demostrar que en el fútbol todas las formas de jugar son válidas, sobre todo si los futbolistas comparten la idea de juego del entrenador; y no hablamos de si encima acompañan los resultados. Porque cuando ganas es que algo has hecho bien, por mucho que los técnicos de los últimos rivales del Huesca hayan hecho hincapié en que sus equipos habían sido superiores. Puede que no les faltara algo de razón, pero lo que manda es el marcador –no soy resultadista- y en ese apartado, al menos, el equipo azulgrana hizo las cosas mejor.
Ziganda comenzó la liga tratando de sacar el balón jugado desde atrás, pero a la vista de los mimbres que tiene modificó su idea para hacer el cesto sin correr tantos riesgos a la hora de elaborar el juego desde el área propia.
Para eso están los entrenadores, mientras que para los ‘panenkistas’, ‘guardiolistas’ y toda la farándula canallesca, que llenan horas y horas sin avanzar un milímetro, podemos dejarles el ñoño-debate del estilo: que si tenemos la posesión, que si somos verticales, que si 4-4-2, que si 4-2-3-1, que si 4-3-3….
Luego a cada uno le podrá gustar más una forma de jugar u otra, como en años anteriores nos enamoraron Rubi y Míchel. Eso no entra en la discusión porque para gustos, los colores, pero ahora hay que apoyar fieles sin reblar a los de Ziganda.
Ah. Y por cierto, tampoco vale hacer ciencia ficción después de acabar los partidos con que si hubiera jugado éste o aquél, o si hubiéramos salido al ataque en vez de defender. Así todos los capitanes a posteriori acertarían cada semana la quiniela.