La Carrera de Navidad ha recuperado la normalidad con toda la fuerza, el vigor y las ganas de los 193 participantes que se han dado cita en la línea de salida para cumplir con la tradición en su más pura expresión. Después de dos años de bache provocado por la pandemia, que hubo que capear con los corredores realizando la prueba de forma aislada o individual, el cálido sol de la matinal de ayer ha dejado constancia en el ambiente de que había mucha ilusión contenida por volver a la esencia con la que los tres pioneros –Armisén, Martín y Arellano- se lanzaron a la aventura hace 42 años para quemar los excesos de la Nochebuena.
El aparcamiento de la explanada del camping de San Jorge ha comenzado a recibir a los primeros e inquietos participantes a partir de las 10 de la mañana, con tiempo suficiente para ir esperando y saludando a los amigos o a compañeros con los que no se veían desde hace muchos años. Esa ha sido la principal tónica, y uno de los motivos de la existencia de la tradicional ‘vuelta larga’ (de unos 15 kilómetros); además de la regeneración evidente que se está produciendo, con padres que van compartiendo el testigo con sus hijos.
Junto a los de siempre, aunque se ha echado en falta alguna sonada ausencia, se ha visto a muchos corredores nuevos y bastante ‘profesionales’ que han elevado el nivel de la prueba, como se podía comprobar en el tramo de carrera libre entre Cuarte y la ITV. Tampoco faltaban históricos que ante el evidente ocaso físico se han dado el gustazo de tomar la salida con antelación para ‘colarse’ como unos intrusos y llegar al control de avituallamiento junto con los primeros cabecillas.
Después de la foto de familia en el parquin, se ha procedido al conteo manual de los asistentes, que arrojaba una cifra de 193 corredores, aunque sobre la marcha se han ido sumando algunos más para redondear las dos centenas de atletas que arrancaban, escoltados por la Policía Local y los servicios de control en bicicleta preparados por el personal del comité, que era supervisado por Roberto Dieste, presidente del Club Atletismo Zoiti, organizador oficial de la prueba.
Con un ligero retraso sobre la hora de salida (11 de la mañana), el gran grupo sin fisuras enfilaba la calle Fuente del Ibón y la carretera de Huerrios, hasta que en el puente se empezaban a producir las primeras escaramuzas para cruzar el puerto puntuable de montaña, neutralizadas con buen humor y muchas conversaciones cruzadas entre todos los participantes, que lucían sus camisetas favoritas –algunas de clubes-, otras reivindicativas y toda la parafernalia navideña, como los gorros de Papá Noel. El paso por Banariés ha tenido también su momento de recuerdo en la mente de los vecinos y corredores, que llegaban en pelotón hasta Cuarte.
A partir de aquí se daba vía libre a los participantes más “competitivos” para que aceleraran el ritmo si bien eran conscientes de que en el convento de las Teresas (frente a la ITV) había que parar a fin de reagruparse y disfrutar mientras del avituallamiento, gentileza en esta ocasión del Grupo Correas y Eboca y atendido por un nutrido grupo de voluntarios. Cremades volvía a ser el más rápido y con una buena marca a tenor por el gesto del esfuerzo en su rostro y por la satisfacción con la que miraba hacia atrás para ver a sus perseguidores.
Después de recuperar fuerzas, ha llegado el momento de entrar en Huesca, con las dos motos de la Policía Local abriendo el paso. Las voces, con algún gorgorito, se han ido entonando para cantar los villancicos más conocidos, pese a que hay algunos que todavía no se saben la letra, al paso por el cuartel de la Guardia Civil, Hospital San Jorge, Plaza de Navarra, Coso Alto, calle San Jorge, dos vueltas a la rotonda de Menéndez Pidal, Ingeniero Pano y llegada de nuevo al camping. Allí acababa la carrera con los mejores deseos para todos, abrazos y despedidas hasta el año que viene, en el que volverá la cita navideña con el mismo paso firme que la ha convertido en tradición durante ya 43 años.