El patrimonio en exclusiva de los poetas sobre la belleza de los atardeceres fue invadido en 1997 en Granada por el presidente estadounidense Bill Clinton, cuando aseguró en una visita a la hermosa ciudad andaluza desde el Albaicín que estaba contemplando "el más bello atardecer del mundo". No se escuchó jamás a Rafael Alberti, rapsoda entre los rapsodas, quejarse (todavía tardaría dos años largos en expirar) en reivindicación de que, donde esté "el mar, la mar" de su Puerto de Santa María, nada hay comparable.
Aquel caluroso día de julio de 1997 el pronunciamiento del emblemático mandatario mundial desde el mirador de San Nicolás se convirtió en una especie de verdad apodíctica (indiscutible) que el mundo, contagiado del magnetismo del presidente saxofonista, no se atrevió a cuestionar. Con el tiempo, desperazados de la hipnótica declaración de Clinton, nos pudimos sacudir los complejos y motivos tenemos especialmente en esta provincia de Huesca donde las puestas de sol se depositan suave o abruptamente sobre los perfiles marcados de grandes montañas, sobre el verde de los valles o sobre las aguas vírgenes de los ríos.
En las ciudades, en ocasiones, si somos capaces de aprovechar la fugacidad del ocaso diario, podemos disfrutar de imágenes inspiradoras, como ha sucedido este jueves en la Plaza de Navarra, en la que un recorrido con la cámara nos permite recrearnos en la armonía cromática del cielo, de la bonita arquitectura civil de edificios como el Casino Oscense y de las primeras luces de la noche en unas farolas que parecen despertar poco a poco, para no molestar el instante. Los matices embriagan la vista y el alma.
A algunos de los que disfrutamos de ese momento, desde luego, nos pareció que es una lástima que William Jefferson Clinton y su esposa Hillary perdieran la oportunidad excelente de gozar de esta visión, de quedarse ensimismados con la estampa y recomponer su declaración: "¡Este sí que es el atardecer más bello del mundo!" Y, aunque suene fato, que quizás lo sea, es tan legítimo como el del Albaicín.