El AVE Sevilla-Madrid-Huesca ha llegado a la Estación Intermodal con media hora de retraso, lo cual en sí es un desajuste liviano para las costumbres horarias (esto es, de una hora o dos en adelante) de retrasos de las vetustas unidades de la alta velocidad.
Más allá de la incomodidad de la demora del entorno de los treinta minutos que muchos viajeros empiezan a tolerar a base de paciencia estilo Santo Job, a pesar de que cada billete es un contrato de puntualidad y cumplimiento de una serie de servicios que no siempre se cumplen cuando han de ser reubicados en regionales, una circunstancia ha abundado en las carencias del AVE entre las capitales madrileña y oscense.
Al llegar a Tardienta, había viajeros -se supone que no muchos, aunque el número no es atenuante que iban a apearse para dirigirse a otros puntos de los Monegros o a la propia localidad ferroviaria que tiene parada de AVE.
En estas, se ha producido una circunstancia que ha suscitado una nueva incomodidad a un servicio que se supone puntero dentro de la oferta ferroviaria de Renfe, y es que las puertas no se han abierto y los pasajeros que pensaban bajarse en la localidad han prolongado inopinadamente su ruta hasta la Estación Intermodal de Huesca, con lo cual algunos familiares que esperaban en la estación monegrina han tenido que volver a montar en el coche para llegar a la capital oscense y posteriormente llevarlos a su destino final.
Como señala una de las afectadas, una más dentro de la sucesión de incidencias que están convirtiendo el servicio de AVE en una prestación sin seguridades ni puntualidades. Que, en los tiempos que corren, no deja de ser un contrasentido.