Cientos de miles de litros diarios de la mejor agua de Huesca se pierden en San Julián de Banzo desde hace años

Un cálculo rápido se acerca a los trescientos mil litros en las cercanías de Barluenga, una sangría en estos tiempos de sequía

24 de Octubre de 2022
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Pérdida de agua del manantial de San Julián de Banzo

José Antonio Gracia es un zahorí. Como tal, despreciado por geólogos y desoído desde hace años por la municipalidad. "Los geólogos e hidròlogos creen que porque han ido a la universidad sólo ellos tienen toda la sabiduría y no es así, les falta mucha experiencia". Por esta experiencia, a sus 73 años prefiere la constatación empírica o, si se quiere, meter el puño en el costado, como Santo Tomás, para combatir la incredulidad. Han sido muchos equipos de gobierno consistorial y algunos técnicos los que han hecho caso omiso de sus avisos sobre la fuga a destinos inhábiles de agua de boca excepcional, la de los manantiales y pozos de San Julián de Banzo. La mejor de las tres que abastecen tradicionalmente a Huesca en esa trinidad suministradora con Vadiello y Las Paulesas. Las conducciones de esta última fuente de provisión están siendo en este momento reparadas. Mientras, la capital bebe de Valdabra un líquido que, por tener olor y sabor, difícilmente se puede denominar agua (inodora e insípida en su estado ideal, según nos enseñaban en la escuela). La sequía obliga a la peor opción... pero la mejor está cegada.

Como vecino de Barluenga que es, conoce perfectamente todo el recorrido de las conducciones y viene advirtiendo más de veinticinco años del mal estado de tuberías y sifones que debieran hacer llegar a la capital. Millones de litros de agua que se han ido por la acequia. Nos dirigimos hasta la caseta del ayuntamiento desde donde se controla San Julián de Banzo, lógicamente vallada, incomprensiblemente de difícil acceso por una mala vegetación casi selvática, eso sí, con matorrales llenos de pinchos. También la naturaleza tiene sus defensas. Empezamos el rastro del agua que se escapa. Luego, nos vamos a otro paraje donde, tras remover el verde que le rodea, se constata que ha habido una fuga. Le delata la cantidad de musgo en su diámetro, señal inequívoca de que por la superficie ha corrido, y abundante, el agua. Caminamos por todo el itinerario de las tuberías, que conoce perfectamente José Antonio. Se escucha el transcurso del agua en el interior, y también se ven las fugas en el exterior.

Tercera estación. Un campo de cereal da acceso a un pequeño curso de agua rodeado de huellas de jabalíes. José Antonio, con un cubo, se acerca a él, al centro de su discurrir. Enciendo el cronómetro y lo paro cuando el pozal ya está lleno. 6 segundos. Regla de tres, dice José Antonio. Si 10 litros se llenan en 6 segundos, en un minuto 100, en una hora 6.000. En un día, 144.000 litros. Eso por el centro, por los lados será otro tanto. Quiere decirse que, en una sequía tan profunda como la que padecemos, la pérdida de caudal destinado en principio a uso de boca es en torno a los trescientos mil litros, dependiendo de las estaciones y de las precipitaciones. Esto es, no menos de mil personas se ven privadas de tan excelente calidad. Varios de los municipios pequeños dependientes de Huesca. 

Quienes sí tienen el privilegio de beber tan excelente agua son los jabalíes, cuyas pisadas son abundante en el campo aledaño. Se aprecia el efecto "desbrozadora" de estos animales, auténticas "excavadoras naturales". Transitan este terreno todos los días en busca de agua y, de paso, comen lo que encuentran a su paso. Al final de este campo, una arqueta está sorprendentemente abierta. Alguien la ha roto, probablemente para evitar más reventones de los que ya ha habido. Estas explotaciones de cereal se inundan en algunas ocasiones, cuando hay lluvias y las fugas desbordan los cauces.

Estas deficiencias en canalizaciones, sifones y arquetas cuestan a la ciudad de Huesca y los pueblos próximos un agua que es una verdadera joya. Seguimos el camino hasta el pozo sellado por Confederación Hidrográfica del Ebro, debajo de la Pirotecnia Oscense, del que se bombea sólo en caso de extrema necesidad. Y luego acudimos al hermoso paisaje de los manantiales de San Julián de Banzo. El pequeño contenedor está seco y por la presa discurre apenas un chorro continuo de agua. Los efectos de tantos tiempos sin lluvias de consideración.

En la conversación, surge un aspecto que algunos vecinos de Barluenga y Loporzano comentan, y es la inexistencia de obras dentro del Plan de Restitución de Montearagón, embalse al que llegamos tras dejar a un lado Chibluco y cuya lámina de agua es bastante considerable, si bien el nivel deja de ser óptimo. Hasta la cola en término de Apiés, se presume un buen manto. Es una esperanza, tanta como lástima da apreciar esos casi trescientos mil litros diarios de pérdidas, que, en un otoño tan seco, es un tesoro perdido.

 

 

 

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