La vida del militar. Lleva media ejecutoria fuera de su Santalecina (Huesca, en el municipio de San Miguel del Cinca), exactamente veinte de los 40 años que atestigua su identidad. De destino en destino, va a acabar este próximo diciembre en la otra punta del mundo, en la Isla Decepción dentro de la Campaña Antártica del Ejército de Tierra, donde el comandante Javier Abizanda Sánchez dirigirá un equipo multidisciplinar de trece compañeros de las Fuerzas Armadas.
La magnitud de la misión, en cifras, abruma. En la Base Antártica Gabriel de Castilla, han llegado a soportar -20,5 grados. En la última campaña, han confluido ciudadanos de España, Argentina, Perú, Portugal, Alemania y Polonia. La Expedición dispondrá de seis embarcaciones zodiac para apoyo a los científicos (16 en la 38 edición). De base a base (de la citada a la Juan Carlos I), se precisan 8 horas de navegaciòn. En la que ahora ha terminado, se han desarrollado 10 proyectos de investigación.
Tal es la dimensión que la 39 Expedición, que se reunirá 27 días después de haberse instruido en vida y movimiento en montaña y frío extremo en el Valle de Arán al actual trasvase de conocimientos de la 38 a la 39 en San Fernando, en Zaragoza. Cada uno habrá de destinar 57 jornadas a actualización o preparación sin dejar su puesto habitual. La media de edad es de 45 años, con el mayor de 54 y el más joven 31. Participa una mujer. El proceso de selección es estricto, y es que concurrieron con intención de participar 103 militares. Conviven en 241 metros cuadrados sobre el cráter del volcán activo sobre el que se colocan 264 sensores que toman datos desde 2020 para un proyecto de la Universidad de Alcalá de Henares.
Siguiendo la estela del navegante Gabriel de Castilla, que avistó la Antártida en 1603, la expedición inició su actividad en 1988, se sitúa al mando Javier Abizanda, destinado en la Academia General Básica de Suboficiales en Talarn (Lérida). Dedica todo el año a la preparación de la 39 Campaña Antártica del Ejército de Tierra. Esta semana, en Zaragoza, han recibido el trasvase de conocimientos de sus predecesores, la 38, a través de conferencias y reuniones puesto a puesto en el cuartel general de la Brigada Logística (Brilog) de Zaragoza.
A partir de ahí, tendrán que hacer el relevo del material y, entonces, "la 39 seremos la titular". Partirán en el mes de diciembre, aunque la fecha exacta dependerá de los barcos, cuando esté previsto que lleguen a Ushuaia (Argentina) o Punta Arenas (Chile), para cruzar el Mar de Hoces.
El comandante conoció a mediados de diciembre su designación como jefe de la 39 Campaña Antártica de Tierra y el resto de la dotación fue seleccionado en febrero. Trece titulares y varios reservas, escogidos entre los 103. Todos militares, con perfiles muy técnicos: un médico, un veterinario, dos especialistas en alimentación, dos en comunicaciones, otro en navegación y movilidad (diplomado en montaña), dos de motores (uno repite para garantizar la continuidad), dos de instalaciones (fontanería y electricidad, de los cuales uno repite), el intendente y el propio jefe, Javier Abizanda.
"Todos tenemos que ser capaces de hacer de todo. Cada uno está formado y es responsable de su área, pero si hubiese que ayudar a montar una caldera, lo haremos. Si tenemos que emplear tres embarcaciones, igual, todos tendremos licencia náutica y la experiencia necesaria para emplearlas, porque las embarcaciones son el medio de transporte más rápido y además nos permite cargar material también", asegura el comandante.
LA MISIÓN
La misión queda marcada por una máxima: "Nosotros estamos para servir a la comunidad científica, un apoyo integraly directo. Los de alimentación no solo son cocineros, se encargan de elaborar los menús en condiciones, comprobar el género que se compra y proyectarlo hasta allá. De su área, cada uno se ocupa de todo. Les damos de comer, que puedan dormir, los aseos, el veterinario se ocupa del tema de medio ambiente, el médico si hubiera cualquier necesidad sanitaria, el de movilidad llevará a los científicos por donde necesiten... Si tienen que ir a un glaciar, los llevamos encordados o con raquetas, lo que haga falta. Siempre al servicio de la ciencia y con seguridad".
Puede llegar a haber veinte o más científicos. Van con proyectos, con tiempos distintos. España tiene dos bases: la Juan Carlos I, creada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas dependiente del Ministerio de Ciencia y Universidades, la Juan Carlos I, y "luego está la nuestra, la Gabriel de Castilla, operada por el Ejército de Tierra, que desde 1988 desarrolla esta misión".
Los trece de la expedición ayudan a cargar el material, a veces pesado, y les acompañan en su movilidad, les dan enlace de transmisiones, les preparan bolsas de comida si van a estar todo el día observando animales o en cualquier otra función. "Estamos para servir. Nosotros estamos para servir, nosotros haremos lo que sea necesario. Si no hay una falta de seguridad, lo vamos a hacer".
Como seres humanos, obviamente la curiosidad sobre lo que se investiga suscita el interés, "pero no interferimos en nada. Sí que, después de cenar, se hacen presentaciones informativas de los proyectos, explican los científicos lo que hacen. Eso hace que tengas empatía, te implicas más. Si no entiendes por qué les tienes que llevar hasta tal punto o por qué tienen que salir a esta hora o por qué necesitan tomar la muestra en tal sitio... De ciencia no debemos hablar, pero sí interesa. Hay proyectos de todo tipo y son las universidades las que informan al Ministerio de Ciencia de los proyectos para los que quieren tomar los datos y el Ministerio coordina todo, los barcos, las bases..."
Javier Abizanda conoce la base porque acudió de reconocimiento, algo muy propio de la actividad castrense. La Isla Decepción es "particular. Hay dos condiciones que la hacen especial. Una es el aislamiento, estás a mil kilómetros de la población más cercana, Ushuaia, y con el Mar de Hoces por medio. O sea que, si pasa cualquier cosa, con lo que tenemos ahí nos tenemos que apañar. La otra es la meteorología, que si bien es cierto que ronda los 0 grados, ya que es verano, siempre hace viento y humedad, con lo que la sensación térmica de -10 o -20 grados es normal".
Dependiendo de la campaña y de la disponibilidad de los barcos, la base permanecerá operativa durante el verano antártico. Un periodo de aproximadamente tres meses de duración que coincide con la estación cálida en el continente helado. "Estaremos desde enero hasta marzo, pero el desplazamiento desde España y el regreso pueden prolongarse varias semanas, ya que dependemos de las condiciones meteorológicas y de los plazos de los barcos", explica el comandante.

SOBRE UN CRÁTER DE UN VOLCÁN ACTIVO
La base tiene una zona de vida, de alojamiento con habitaciones, cuartos de baño, una zona de estar, las cocinas... Dispone de talleres, almacenes de alimentación y también placas solares, aerogeneradores, se depura el agua de un lago con la potabilizadora para reducir el consumo de agua embotellada.
Se le aprecia orgulloso de la singularidad de la misión. "Si echamos cuentas, 13 por treinta años, menos de quinientos militares -en concreto 494- han ido a la Antártida a servir. A trabajar allí. Es un orgullo, somos gente que espíritu expedicionario".
La Isla Decepción, traducida erróneamente al castellano (Deception en inglés significa engaño), tiene sus peculiaridades. "Se pensaba que era una isla maciza, pero es el cráter de un volcán activo. Es muy curioso porque al aislamiento y la meteorología se suma el hecho de estar trabajando sobre un volcán activo, que en 1967 erupcionó, voló la base chilena y los ingleses se fueron". No le inquieta: "Los volcanes avisan un poco antes de entrar en erupción, por lo que en caso de necesidad evacuaríamos la base porque tenemos planes de evacuación. La actividad volcánica se deja notar ya que hay fumarolas, zonas de agua a 90 grados...".
ESPÍRITU EXPEDICIONARIO
El fin alimenta el "espíritu expedicionario de Javier Abizanda. Voy a ir a 13.000 kilómetros a trabajar, donde no puede ir cualquiera. Somos gente con un perfil y todo lo que he hecho durante toda mi vida como el curso de montaña, patrón de embarcación, mandar unidades... me ha llevado a esta oportunidad. Si hubiera llevado otro camino o hecho otro curso, a lo mejor no podría haberlo cogido. Todo lo que he hecho en mi vida me ha llevado a que me seleccionen. Para mí es un orgullo".
Javier Abizanda, a sus 40 años, lleva exactamente media vida en el Ejército. Estuvo de soldado en la Brigada de Caballería dos años, luego entró en la Academia General Militar, a continuación a la Academia de Infantería de Toledo y, ya de teniente, a Barcelona al Batallón de Cazadores de Montaña Barcelona IV/62 y en el Batallón de Infantería motorizada I/63. Hace dos años retornó a Toledo y al ascender a comandante ha cambiado a la enseñanza en la Academia General Básica de Suboficiales. "Me encanta el Pirineo y la docencia también. Uno tiene una experiencia y me gusta enseñar". Es el jefe del departamento de Táctica y Logística, Sistema de Armas y Topografía. Habla inglés y francés.
Resume sus sensaciones que son excitación. "La Isla Decepción es una maravilla, un volcán activo en la Antártida, una experiencia única para trece militares que vamos con ganas de servir y de apoyar a la ciencia. Habrá que descargar barcos, y cargar barcos, y tendremos problemas, pero estamos preparados". La isla es un paraíso natural con hielos de balleneros en la Bahía Foster, un puerto natural protegido. Ahí estará la comunidad científica y los ciudadanos atentos al diario de operaciones.
Una posdata curiosa: En la Campaña 2023-24, apadrinaron 540.107 pingüinos. Que no es cuestión menor.
(DOSIER DE LA EXPEDICIÓN EN DOCUMENTO ADJUNTO EN PDF A PIE DEL ARTÍCULO)