Conteo de 30.000 estorninos sobrevolando Huesca tras tres décadas de soluciones imposibles

El Ayuntamiento reconoce el problema de bienestar y salud pública y estudia mecanismos que aminoren la población

18 de Noviembre de 2023
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Los estorninos, reyes del cielo oscense

Hace prácticamente tres décadas, un chiste de Adolfo Lacasa, Gofi, saltó a los medios internacionales porque puso genialmente -como siempre, por otro lado- el humor al servicio de la constatación de un problema social: la invasión de estorninos que, en las primeras secuencias visibles del cambio climático, dejaban de ser unas aves estacionales o de paso y se afincaban sin necesidad de padrón en las copas de los árboles de la ciudad de Huesca.

Paradojas de la vida, la Huesca verde de la que presumíamos, y su pulmón, tenía unos efectos secundarios profundamente incómodos para los ciudadanos. Desde entonces, todas las corporaciones han intentado sin gran éxito aminorar la población de estas insistentes aves. Primero, porque constituye un foco de suciedad importante por los excrementos, que se pegan a las aceras y a las carrocerías de los coches con un grado de oxidación importante. Segundo, porque trasciende además de a la higiene a la salud, como queda constatado en el Hospital del Sagrado Corazón de Jesús (el Provincial, como se le conoce), donde en estos momentos los atardeceres no sólo van acompañados de los movimientos rítmicos de las bandadas, sino también por un olor y un polvillo que difícilmente puede resultar terapéutico, más bien al contrario.

El concejal de Medio Ambiente, José Miguel Veintemilla, afirma que el último conteo fija en 30.000 los pájaros que vuelan sobre las áreas verdes de la ciudad. No ha habido variación aunque el año anterior el difícilmente creíble cálculo ofrecía 7.000 estorninos el 20 de noviembre de 2022.

Aquella estimación incluso afirmaba que la anterior se quedaba en 4.000, y, claro, los vecinos del Parque de San Martín o del Miguel Servet y los pacientes del hospital tiraban de incredulidad al estilo de Santo Tomás. Imposible. No hacía falta contarlos para constatar que el problema era más serio. "Lo primero para buscar una solución es reconocer que existe un problema", afirma Veintemilla, que alude a diversas medidas para intentar contener tal plaga (VOX pidió, de hecho, que así fuera declarada). Al "Cazador" de eficacia limitada (dicen las malas lenguas que los pájaros se le ríen), se suman las podas como las de los 46 árboles que van a iniciarse este lunes 20 de noviembre.

Para el edil de Medio Ambiente, "en esta situación y mientras no aparezcan otras de eficacia comprobable y aplicable", hay que atacar por todos los frentes porque el cambio climático ha variado las conductas migratorias por el asentamiento en la ciudad. A las talas, hay que añadir "la profundización en la limpieza para que al menos los ciudadanos sufran lo menos posible los efectos desagradables".

José Miguel Veintemilla se está interesando por un ingenio que se está probando en Barcelona consistente en las emisiones electromagnéticas con ondas que emiten al aire e impiden la penetración de las aves. A estas alturas, todo es bueno salvo la resignación. Que se lo pregunten al capó y el techo del coche de este escribano.

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