El punto de cita ha sido, como es habitual, la Plaza Santo Domingo de Huesca. Banderas de Palestina, alguna de extraordinario tamaño, y la ya veterana pancarta, curtida en infinidad de ocasiones precedentes, de la asociación convocante preceden a los manifestantes, en heterogénea amalgama.
Han recorrido el Coso y, atravesando los Porches, han desembocado en la Plaza de Zaragoza, donde han procedido a leer el comunicado del día de hoy.
En el mismo han denunciado que "la historia de Palestina está marcada por la imposición colonial": el acuerdo Sykes-Picot (1916) dividió la región al servicio de los imperios europeos, sin voz ni voto para la población nativa; la Declaración Balfour (1917) entregó Palestina como promesa a un proyecto colonial —el sionismo— que derivó en la Nakba de 1948, el despojo masivo y el inicio de la ocupación israelí que hasta hoy continúa. En 1947 las potencias internacionales impulsaron sobre Palestina el plan de partición de la ONU, trazando fronteras sobre su tierra sin el consentimiento de su pueblo.
También han afirmado que "el llamado plan de Trump-Netanyahu no es más que la versión contemporánea de ese mismo esquema colonial": legitima la anexión de territorios palestinos, blinda la ocupación militar y reduce a Palestina a enclaves fragmentados sin soberanía ni viabilidad.
Han reiterado la importancia de no dejar de mirar a Palestina y continuar exigiendo el embargo de armas, con carácter retroactivo, y el boicot comercial al Estado de Israel, así como la ruptura total de relaciones diplomáticas.
El manifiesto termina con la denuncia de la situación en Sudán y muestra la solidaridad con el pueblo sudanés.
Ha tomado la palabra también una mujer recién llegada a Huesca desde Cisjordania, la cual ha relatado el estado de permanente terror al que son sometidos.
El acto ha terminado con una plantación de amapolas (evidentemente artificiales) en los alcorques de la céntrica plaza.
Uno de los lemas de la manifestación en Huesca ha sido "¡Palestina florece!", y la flor elegida ha sido la amapola, como símbolo de renacer, resistencia y lucha palestina frente a la ocupación.