Hasta siempre, Carlos Iglesias, el más ingenioso alcalde de la historia de Sabiñánigo

Un servidor público que dejó huella por su inteligencia, su humor, su audacia y su entrega apoyado en su talento desbordante

29 de Diciembre de 2022
Guardar
Carlos Iglesias, quince años alcalde de Sabiñánigo
Carlos Iglesias, quince años alcalde de Sabiñánigo

La enfermedad ataca, en muchas ocasiones, allá donde más descuella la persona. Grandes oradores que se ven privados del habla. Personas extraordinariamente dotadas para el humor que pierden la expresión. Grandes servidores públicos que ven sus capacidades interiorizadas, como si una caja fuerte dentro del cuerpo les impidiera sacar a relucir esa fortaleza. Epítomes de la simpatía reducidos a una mirada sin luz. Quizás, en algunas de estas características, te hayas encontrado, querido lector, al toparte en los últimos tiempos con Carlos Iglesias Estaún. Y quizás, seguramente, te hayas visto abocado a recordar toda su grandeza, la que caracteriza, como me definen hoy algunos sabiñaniguenses de diestra y siniestra, de quebrantahuesos y de treparriscos, de la industria y el turismo, de la cultura y la sociedad, al mejor alcalde de la historia de Sabiñánigo.

Ni siquiera la nombradía de sus cargos hace justicia a Carlos. Sí, es cierto que ha sido un jaqués gobernando Sabiñánigo, como él socarronamente se jactaba para agregar que era el contrapeso del sabiñaniguense liderando Jaca dentro de su mismo partido. Y este hecho constata adaptabilidad y empatía, porque muy pronto, desde que llegó a trabajar a Inespal, se acopló a su nuevo medio ambiente. Defendía los derechos laborales en la mítica empresa, y a la vez se preocupaba por sus vecinos. En 1984, siendo alcalde Luis Giménez Buesa, accedió al consistorio como concejal por el PSOE en una oposición que no pudo encontrar mejor portavoz que alguien como Carlos, cuya locualidad quedaba impregnada de sentido común. Con la llegada de Antonio Calvo Lasierra a la presidencia de la corporación, elevó su rango al de teniente de alcalde durante seis años, hasta que en 1993 el número uno del concejo fue llamado para ser consejero de Bienestar Social en el Gobierno de Aragón de José Marco (en mitad de legislatura y como consecuencia de la famosa moción de censura) y asumió la Alcaldía. 

Tomó Carlos Iglesias la vara de manda y muy pronto exhibiría su pericia para dialogar, para gestionar, para decidir, con una sonrisa en la boca, que así todo se hace mejor. Quince años, hasta 2008, ocupó la presidencia en la Casa Consistorial, y nueve de ellos llenó de su proverbial talento la Diputación Provincial y de su rigor en la Comisión de Hacienda e Interior. También elevó la Cámara Alta durante tres años y, a partir de ahí, sus puestos fueron de gestión, primero la Dirección General de Personal de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, luego sorpresivamente subdirector general de Familia del Gobierno de Navarra. Para quien le conocía, no había asombro sobre su capacidad sin límites.

En la peripecia consistorial, tuvo de todo. Las crisis industriales que siempre azotan a una población donde el sector secundario es tan potente. Los grandes proyectos. Con él se erigió Pirenarium, el parque temático del Pirineo en miniatura, infelizmente hoy reconvertido porque aquella idea, que nos pareció tan feliz, quizás era una adelantada a sus tiempos. Con él desapareció el cuartel del Ejército pese a que luchó hasta reventar por su perpetuación. Con él voló la Quebrantahuesos y solventó su gran crisis existencial que varió hasta un modelo profesionalizado para no detener su crecimiento, con la irrupción de Fernando Escartín, por un lado, y Octagon por otro. Con él fraguaba su sueño de reinterpretar Sabiñánigo por su estratégica posición para el turismo, con el eslogan "Puerta del Pirineo". Y él pronunció un prodigioso discurso en la inauguración de Las Margas Golf de Luis Nozaleda, en un escenario en el que brotaron tanto los elogios sin límites como las envidias que, quién sabe, impidieron alzar más la trayectoria política de un auténtico mirlo blanco por sus excelencias. Estaba tan enamorado de su pueblo por elección que, en lo más alto del hotel, sentenció: ¡qué bonito se ve desde aquí Sabiñánigo! Y algunos de los presentes le vaticinaban "pignatellis" y otros destinos apropiados a su brillantez.

Ahora, en el momento de su partida, el mundo se divide en dos. Quienes no han tenido la fortuna de sentirlo de cerca y aquellos que, gracias a Dios, hemos disfrutado de su humor, de su ingenio y de su inteligencia. Recuerdo aquel jurado de los Altoaragoneses en el Hotel Montearagón que Carlos y Antonio Ruspira convirtieron en un reto: acabar antes de que saliera el sol. Tal fue el derroche de talento y de chistes, tal el sorprendente baúl de ocurrencias de Carlos, que sostenía jocosamente que él siempre ponía los elementos urbanísticos (maceteros, bancos, hitos...) allí donde alcanzaba la cámara de la periodista de turno en bata desde el balcón de la habitación después de tomar el desayuno: "Así no fallo, todos los días en el periódico. Imposible perder las elecciones". Lo cojonudo, apostillaba Ruspi, es que lo dice en tono de broma pero con profunda realidad. Una chanza de un tipo feliz de hacer sonreír y reír. Una persona generosa, auténtica, de bigotes.

Carlos Iglesias Estaún era de abrazo fácil, sonrisa franca y apretón sincero de manos. Ha tenido que ser muy fuerte el ataque de la Parca para doblegar la resistencia de un tipo formidable. Ha tardado dos meses en doblarle el brazo, mientras él sonreía a pesar de que la veía venir, allí, postrado en su cama. Como si la desafiara. Así son las personas irrepetibles. De las que, por ser referentes, son imprescindibles, como ha sostenido el PSOE oscense, que pierde una figura fenomenal y gana un recuerdo indeleble. En él, lecciones de humanidad, líneas de sencillez y, entre ellas, amor a la vida. Insuflársela allí donde esté es ahora la responsabilidad de quienes le quisieron, de quienes le quisimos. Empezando este viernes por el tanatorio en el que se va a producir el único y último adiós. A partir de ahí, Carlos pedalea hacia las cumbres mientras Sabiñánigo transita a estadio de añoranza. Descansa en paz, Carlos.

 

 

 

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante