Aunque el ministro de Fomento, Óscar Puente, sostenga con la contumacia que le caracteriza que España se halla en una época dorada en cuanto al modelo ferroviario, lo cierto es que las incidencias están a la orden del día en buena parte de España, acompañadas del pertinente enfado de los usuarios por las ineficiencias que han acompañado determinadas decisiones como la gratuidad en los regionales o los cercanías.
Tal es así que la propia Renfe cambió recientemente el compromiso de puntualidad y compensaciones para evitar que los incumplimientos que le desbordaban siguieran siendo una sangría económica insostenible.
Más allá de la alta velocidad, la gratuidad condicionada al uso de los regionales y cercanías tiene el precio de la incomodidad y de una cierta estabulación (entiéndase la metáfora) de cientos y cientos de pasajeros con unos niveles de masificación insoportables, además de la imposibilidad de sacar billete para algunos de los escasos horarios desde la estación de Huesca que ha sido patente este lunes y martes, sin hablar de la impuntualidad que empieza ser sistemática.
Esta pasada semana, una pasajera del tren Zaragoza-Huesca de las 16:44 explicaba que la venta de billetes había rebosado tanto lo razonable que, entre vagones, se acumulaban una docena de personas además de los equipajes. A su pregunta, Renfe replicó que un porcentaje del aforo puede ir de pie, pero no le especificaron cuál era el aforo de ese tren. En Zaragoza, agregaba, "se ha quedado gente con billete en la estación porque el trayecto Huesca-Canfranc es en autobús y solo suben 60 pasajeros".

Fuentes ferroviarias reconocen que, efectivamente, los trenes pueden albergar hasta un aforo determinado, con lo que la escena muy común a fecha de hoy es el hacinamiento en la incómoda zona entre vagones, además de la escena que mostramos en esta fotografía, con jóvenes sentados en el suelo.
Los pasillos comúnmente son ocupados por personas que han de ir de pie, algo que está reglamentado para trenes regionales, que es un concepto tan etéreo y relativo que habría que preguntar si, en tal condición, se puede considerar que uno puede estirar forzosamente las piernas en Madrid-Chamartín y llegar casi sin riego sanguíneo hasta Binéfar.
El caso es que el modelo, agradecido por la parte económica, es oneroso en cuanto a comodidad y un retorno a la época de pago pondrá sobre la realidad las condiciones y la usabilidad de los ferrocarriles.