Sin haber colapsado el edificio, su sola amenaza ha provocado las reacciones de desesperación de algunos vecinos, ataques de ansiedad que han requerido asistencia médica y atención psicológica a algunos de los afectados.
La sensación de desarraigo que engendra un desalojo había de tener reacciones inmediatas. En algunos casos, se apreciaba esta mañana en la Plaza de Santa Clara una cierta serenidad mientras sacaban los enseres más necesarios o valiosos. Serenidad no implica más que ese estado de ánimo en el que se afrontan los contratiempos asumiendo que la realidad es la que es, y no significa que se haya cruzado ni una sóla sonrisa, porque la realidad no era para gestos risueños.
En otros, curiosamente algunos muy jóvenes, abandonar su primer hogar ha suscitado un hundimiento moral. Y ahí estaban los psicólogos del Ayuntamiento y los de Cruz Roja para reconducir el ánimo hasta ese punto en el que el reencuentro con las circunstancias derivan en un inicio de renacimiento de las expectativas en el momento en que se clarifique el panorama, en que salga el sol de nuevo y sean capaces de apreciarlo. Hay casos truculentos, como el de un chico que entró a vivir hace un año y le quedan 24 de hipoteca.
Una mañana de tensión también tiene consecuencias que han de atender los servicios sanitarios. Poco más allá de ls 13:15 horas, la intensidad de la mañana ha desplomado a una mujer que ha recuperado la consciencia inmediatamente con la ayuda del 061. Se escuchaba a los ciudadanos que han colaborado: es fruto de la tensión. Cierto.
La mañana ha sido intensa en la Plaza de Santa Clara y ha permitido nuevamente valorar el excelente trabajo de los profesionales, de la Policía Local, de los Bomberos de Huesca, de los psicólogos, de los profesionales de los distintos servicios municipales. Como si se sometieran permanentemente a examen, en circunstancias como ésta demuestran su imprescindibilidad y los ciudadanos aprecian en su justa medida su valor. Y también, de paso, se puede dimensionar el corazón de quienes se dedican a la denostada profesión de la política, porque su rictus denotaba responsabilidad y búsqueda de soluciones. Dotación de recursos para entender a los afectados, búsqueda de soluciones y vislumbrar el horizonte que se avecina. Con una especificidad: el trabajo por delante es arduo y no hay varita mágica, sino rigor y esfuerzo.