Como si la leyenda hubiera evolucionado, los servidores del Diablo habrían salido de la cueva cercana a los Baños de Benasque, convertidos en piedras rusientes y dispuestos a demostrar al demonio que sí son lo suficientemente malos como para deshacer el encantamiento y la condena. Quizás las aguas ya no salgan, por este motivo, calientes de la tierra y por eso los bañistas ya puedan zambullirse en las aguas más días porque los seres perversos ya han salido de su orificio.
El balneario tan solicitado durante siglos es, hoy, un lugar en ruinas, inhóspito, espejo del desastrado estado en el que se encuentran los Baños de Benasque, en uno de los parajes más hermosos del valle, a 1.720 metros de una altura que le coronaban como el más elevado de España. Se han cumplido, hace unos meses, los cinco siglos desde que se documentara su uso por el boticario Francisco Frigoiti. Y tres centurias desde que el monje Pedro Lecina, de San Victorián, aportara referencias con las alusiones a las fuentes de San Marcial, San Cosme, San Roque, San Juan, San Victorián y Opiliadas.
Los Baños de Benasque tienen efluvios literarios, de Lejos de Luisiana, lugar en el que el coronel Antonio Cornel desencantó a la deliciosa protagonista de Luz Gabás, Suzette, en los comienzos del siglo XIX, pocos años antes de que fuera editado el folleto "Tratado de las virtudes y usos de las aguas minerales de la villa de Benasque" de Anacleto Grieta, sobre las propiedades de estas aguas.
DEL ESPLENDOR AL DESASTRE
Tras ser pasto de las llamas en la Guerra Civil, los baños resurgieron cual ave fénix tras concluir el conflicto. Valero Llanas Tolosa, el artífice de un clan que ha dado gloria y prosperidad al valle dando empleo recurrentemente a cerca de un centenar de trabajadores hasta que llegó la crisis (hoy sigue aportando su espíritu empresarial), se hizo cargo de su explotación con una concesión del Ayunamiento de Benasque, de medio siglo que le indujo a la reconstrucción y modernización del balneario.
En 1967, sus aguas fueron declaradas mineromedicinales, un refrendo a su calidad por sus condiciones hipotónicas, sulfhídricas, silico-carbonatatas, alcalino-calcias, oligominerales y bicarbonatadas, a una temperatura de 37 grados. El hostal albergaba una capacidad de 80 personas, con restaurante, taberna, sala de televisión, espacio para actividades y juegos, terraza solárium, piscina ubierta, parque infantil y hasta campo de petanca.
El contrato expiraba en 2008 y la familia Valero buscó un nuevo acuerdo con el consistorio, en vano. Hasta 2019, siguió gestionándolo en precario y, consecuentemente, sin inversiones ante la inseguridad en su condición jurídica. Ese año, el anterior a la pandemia, Sanidad puso su aguijón -no hay críticas en los antiguos adjudicatarios, sólo constatación- y llegó el coronavirus, y con él el cierre definitivo.
Quienes han conocido los Baños de Benasque en su esplendor se rinden a la pulsión de visitarlos. "Es uno de los rincones más bonitos del Pirineo", sostiene Nacho Bernad, empresario barbastrense, que en su recorrido va cayendo en desolación al ver los destrozos, los grafitis, la falta de vida... Lo mismo sucede a la familia Valero. María Gil, una de sus actuales regentes de hotel, suspira por una solución para recobrar ese punto de naturaleza y de historia, en definitiva, de identidad. Está en las manos del Ayuntamiento de Benasque, absentista durante años. Y a uno se le ocurre que pocos destinos mejores encontrarían los fondos europeos que la recuperación de un lugar que es cultura y que simboliza los valores del valle y de la provincia de Huesca. Hoy, esta tierra tiene una asignatura pendiente después de muchos cursos con la calificación de cero.