Cada año, con la llegada del buen tiempo, los pastores del Pirineo oscense emprenden la trashumancia, una práctica ganadera que consiste en trasladar el ganado a pie desde las zonas bajas hasta los pastos de montaña. Es una costumbre antigua que sigue viva en lugares como el Valle de Tena, donde los rebaños recorren caminos tradicionales marcados desde hace siglos. La imagen de cientos de ovejas cruzando el territorio recuerda que, a pesar de los avances tecnológicos, aún hay oficios que se mantienen ligados al ritmo natural de las estaciones.
Nos hemos fijado en el Valle de Tena, porque este fin de semana el paso de un gran rebaño obligó a detener el tráfico durante unos minutos. Aunque a veces pueden formarse pequeños tumultos, lo cierto es que la mayoría de los vecinos no lo consideran una molestia. Al contrario, lo ven como parte de su identidad local, y muchos turistas aprovechan para fotografiar el momento, que tiene un encanto rústico y poco habitual.
Para los pastores, este traslado no es solo una necesidad productiva, sino también una forma de mantener una tradición que estructura la vida rural en la zona. La trashumancia ayuda a conservar senderos, a prevenir incendios al limpiar el monte, y a sostener una actividad ganadera que sigue siendo importante para la economía local. Aunque cada vez son menos quienes la practican, sigue teniendo un lugar significativo en la cultura del Pirineo oscense.