Viernes por la tarde, en torno a las 16:30 en el tramo entre Huesca y Siétamo en sempiternas obras de la autovía y los conductores están que echan humo: más de media hora parados hasta que consiguen volver a arrancar hacia sus destinos, sea Barbastro, Monzón o más allá.
Repentinamente, ven aparecer al fondo uno de los transportes especiales con esas vigas inacabables con su pertinente "escolta" y el ritmo cansino que, a lo largo de las rotondas, ha provocado una paralización insufrible.
Meses y meses, años y años de una infraestructura interminable y enojosa, con tantos retrasos como promesas incumplidas. Y, además, una falta de capacidad de resolución indignante: ¿Tanto cuesta escoger vías alternativas como el desplazamiento del tráfico por el aeropuerto cuando estos transportes van a invadir con su enorme tamaño la fluidez del tráfico?