Los viejos moradores de Secorún "resucitan" el emblemático pueblo que durante siglos fue vital

Cincuenta personas se reencuentran entre abrazos, emociones, recuerdos y compromisos

18 de Septiembre de 2022
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Los antiguos moradores resucitan por un día Secorún

Cuentan Rai Rizo y Nathalie Fernández, una pareja que ha escogido estos lares como casa por voluntad decidida y propia, la historia de Secorún. Lo hacen en su hermoso blog "Caminar por Caminar", donde relatan líricamente que "las tierras de silencio hablan a través del aire, las piedras y los caminos. El silencio no es más que un pretexto para poder escucharlas. Cuanto más profundo y grave es lo que callan, más intenso es lo que cuentan. La melodía de Secorún sigue sonando, a otra escala, en La Guarguera".

Y remiembran que fue sede administrativa de 1713 a 1956, incluso capitalidad del Viejo Serrablo por decreto de los Borbones. Tal condición cesó en 1952, el 10 de marzo en que Patrimonio Forestal del Estado adquirió Secorún, incluidas la casa consistorial y sus tierras por 4 millones de pesetas. Se salvaron de la compra la escuela, la abadía, la iglesia de San Bartolomé y la ermita de Santiago. "El Secorún material de hoy es poco menos que nada. Del parcelario, nada. Del plano urbano, nada. Solo una torre ceñida por una robusta hiedra y una ermita románica emboscada, ambas en inexorable proceso de evanescencia. Su iglesia fue la más monumental de todo Serrablo, de dimensiones basilicales. Guardó pinturas de interés, que se han aguado entre grietas y humedades".

Camino en Secorún
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Este domingo, 18 de septiembre, los familiares de Casa López, Casa Sánchez, Casa Campo, Casa Cebollero y Casa Aquilué se han congregado en el desvío a la pista de Secorún a las 9:30. Sólo faltaban, respecto a los últimos resistentes, los de Casa Militar. Todos ellos han subido. Se percibe la emoción en este reencuentro. Suben, visitan el pueblo con algarabía, comparten sus últimas cuitas y los viejos recuerdos, entran en el cementerio y el silencio se apodera en señal de respeto. Apenas unos bisbiseos para recobrar vivencias y circunstancias de las muertes, que de todo hay en los camposantos.

Con un paisaje maravilloso de fondo, seis de ellos departen ante la cámara de Olga Cervera, descendiente del pueblo. "Disfrutamos mucho en este pueblo. Y da tristeza recordar cómo el pueblo se fue perdiendo. Da mucha pena". A golpe de melancolía, cifran en cien los vecinos, unas diez o doce casas. "Era la capital del Serrablo". Había tienda. Y agregan, carnicería, y estanco. Lacónicamente, sentencian. "Se vivía muy bien".

A las 13:30, estaban ya en Laguarta y media hora después han comido. El preámbulo de la misa en la Iglesia de Laguarta, donde han rezado por un difunto de Secorún, el beato Alfonso López. Tiempo de retornar a casa, de comprometerse a un futuro encuentro. La esperanza no es la resurrección del pueblo. Como decía Pearl S. Buck, a veces perdemos pequeñas alegrías por perseguir la gran felicidad. La pequeña alegría de hoy tiene cita próxima. Porque Secorún existe a través del pálpito de quienes llevan su sangre.

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