Cristina Mallor: "Hay que combatir la erosión genética para conservar el patrimonio y garantizar la seguridad alimentaria"

La responsable del Banco de Germoplasma del CITA explica su trabajo en la asamblea de la Asociación de Exalumnos de la ECA

02 de Marzo de 2024
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Salvar las especies hortícolas de Aragón, Cristina Mallor en el Día del Socio de la ECA de Huesca

La Asociación de Ex-Alumnos La Granja de la Escuela de Capacitación Agraria ha celebrado el Día del Socio que ha comenzado por la Asamblea General Ordinaria presidida por Miguel Ángel Lordán para seguir con una conferencia de la oscense Cristina Mallor, máxima responsable del Banco de Germoplasma Hortícola del Cita, y concluir con la XXVII Comida de Hermandad en el Hotel Pedro I.

La jornada ha resultado alegre desde el desayuno de bienvenida hasta el final, y muy edificante con la intervención de la conferenciante, escuchada por muchos ex-alumnos, la directora del CPIFP Montearagón, Marga Botaya, y el jefe del Servicio Provincial de Agricultura, José Miguel Malo.

Cristina Mallor, responsable del Banco de Germoplasma Hortícola del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), ha pronunciado la conferencia "Las variedades locales de hortalizas y legumbres, y su conservación", en la que se ha remontado a los orígenes de la agricultura con la generación de variedades locales o tradicionales que se han transmitido de generación en generación en una misma zona, lo que provoca que se vayan adaptando a las condiciones de clima y suelo, pero "también son fruto de una selección artificial que es la del agricultor", con criterios como la forma, el peso o el color, pero igualmente importante "en función de su sabor".

El valor añadido aporta interés porque contribuyen a aumentar la biodiversidad están mejor adaptadas a las condiciones de cultivo con bajos insumos y la selección no sólo se basa en productividad sino también en calidad sensorial. "Suponen una herencia cultural de gran importancia y como patrimonio que son se deben proteger. Y, finalmente, devuelven la autonomía a los agricultores porque se pueden producir su propia semilla". Pero...

No han llegado todas estas variedades porque han quedado sometidas a la "erosión genética", esto es, "se han dejado de cultivar". La FAO estima que en cien años se han perdido hasta tres cuartas partes de la diversidad genética generada durante diez mil años de agricultura. Las causas van desde la sustitución por un reducido número de variedades comerciales más productivas en sistemas intensivo y más homogéneas. Las unidades productivas familiares han desaparecido y a la par se ha producido una industrialización con un elevado uso de insumos que hace que se tengan que utilizar variedades mejoradas de alto rendimiento para compensar los gastos.

Esta reducción, ha agregado Cristina Mallor, ha engendrado vulnerabilidad, y ha recordado un ejemplo muy adecuado para visualizarlo como es la hambruna irlandesa de la patata de 1840 a 1850, cuando Irlanda perdió una cuarta parte de la población entre muertos y desplazados como consecuencia de la plaga de tizón tardío en el cultivo de este tubérculo. La causa fue que las variedades tenían una estrecha base genética, muy homogénea y muy sensible a este hongo, lo que provocó su gran extensión y afección a las cosechas. La solución fue la introducción de genes de resistencia que se encontraron en zonas de América donde estaba diversificada.

De ahí la trascendencia de la conservación de estas variedades, a través de dos metodologías. Por un lado, la conservación in situ en el campo por los agricultores con la ventaja de que "pueden seguir evolucionando, pero solo es posible para un reducido número", y la ex situ fuera de su hábitat natural en los Bancos de germoplasma, "instalaciones científicas donde se conserva la diversidad genética de los cultivos así como los conocimientos de los agricultores asociados a su manejo y que surgen con el objetivo de hacer frente a la erosión genética".

Estos bancos "están constituidos por plantas vivas como los frutales o por tejidos cultivados en vitro o criopreservados a -196 grados, pero siempre que es posible están constituidos por semillas, que es el método más eficaz y económico".

Quiere decir que son fundamentales para la seguridad alimentaria del futuro por su resistencia de los sistemas productivos por cambio climático o plagas, por adaptar la agricultura a modelos de producción sostenible como la ecológica, son fuentes de caracteres de interés buscados hoy como la calidad sensorial o la composición nutricional, y son una fuente de diversidad como encontramos hoy.

En 1977, España empezó con esta sistematización. Lo hizo con cereales y leguminosas, y posteriormente las especies hortícolas. En 1993 se inició el Programa Nacional de Conservación y Utilización de Recursos Fitogenéticos, con la creación del Centro Nacional de Recursos Fitogenéticos y la Red Nacional de Colecciones de Recursos Fitogenéticos para la Agricultura y la Alimentación del Programa Nacional, que alberga a 35 instituciones. que conservan materiales como cereales, leguminosas, hortícolas, forrajeras, industriales, silvestres, aromáticas, frutales, vid, olivo y forestales. Todo está recogido en un Inventario Nacional.

El Banco de Germoplasma del CITA es hortícola, aunque también conserva legumbres y variedades silvestres. Desde el campus de Aula Dei, fue fundado en 1981 por José María Álvarez. En su periodo, empezó a recolectar cuatro cultivos (melón, pimiento, tomate y cebolla) en los que se producían una mayor erosión genética. Tres años más tarde fue Miguel Carracedo el que asumió hasta 2012 la dirección, responsable de la colección y ha participado en la multiplicación y caracterización de más de 4.500 muestras. Fue el predecesor, precisamente, de Cristina Mayor.

Los objetivos son conservar la biodiversidad para evitar la erosión genética y promover su utilización para facilitar la disponibilidad del material con fines de investigación, mejora genética o recuperación del cultivo.

La primera función es la prospección con la búsqueda y obtención de muestras a través de contacto con hortelanos que cultivan sus propias variedades y la recolección de semillas de variedades locales. La mayor parte fue en las décadas de los ochenta y los noventa. "Son muy importantes los donantes que altruistamente las han entregado para facilitar la preservación". También tienen informantes sobre la localización de especies asilvestradas.

Ha expuesto Cristina Mallor, ante un auditorio que ha saciado su curiosidad, todos los procesos en las especies "autógamas (autopolinización con la fusión de gametos femeninos y masculinos producidos por la misma flor) y alógamas (polinización cruzada con intervención de distintos individuos)", con regeneración en jaulas de aislamiento y polinización que, dependiendo de las variedades, utilizan insectos como las moscas o los abejorros (en la borraja). Se han caracterizado 125 muestras de semillas de 25 especies distintas, sometidas a deshidratación a temperatura ambiente y en cámaras, para seguir con secado en frasco hermético con utilización de gel de sílice, para conservarlas después en congeladores a menos 18 grados. 

El Banco participa en el proyecto del Banco Mundial de Semillas "Arca de Noé del siglo XXI" que pretende hacer frente a las catástrofes y para la que España mandó 1.000 muestras, de ellas 300 de cereales, maíz, leguminosas y hortícolas. Se halla en el archipiélago noruego de Svalbard por su estabilidad sísmica y facilidad para la conservación.

El dinamismo del Banco de Germoplasma Hortícola se refleja en que, de las 309 muestras recogidas en 2011, se ha pasado a 1.433 en 2021. En sus fines de investigación, mejora genética y recuperación sostenible, los peticionaros son investigadores y mejoradores genéticos por un lado y agricultores y entidades sensibilizadas con la recuperación de variedades locales. Hay una demanda creciente de productos hortícolas sostenibles de proximidad, saludables, de mayor calidad y con sabor.

Ha enumerado y explicado trabajos de gran interés del Banco en productos como la Judía Caparrona de Monzón, el Tomate Rosa de Barbastro, el Bróquil pellado (con la colaboración de los viveros oscenses de Barbereta y Oliván), el espárrago de Barbastro, la cebolla dulce de Fuentes, el melón de Torres de Berrellén, la Borraja Movera, la zanahoria morada del Maestrazgo, la Judía de Muniesa, el Fesol de Beseit, las Almortas, las legumbres de montaña de Cielos de Ascara de Atades (con variedades como los boliches de Embún) y el cardo cuajero o yerbacuajero.

Igualmente, ha aludido a un trabajo en La Hoya de Huesca que ha constatado que han dejado de cultivarse en los últimos treinta años el 37 % (quizás el porcentaje sea superior) y sólo hay fehaciencia de una conservación in situ de un 29 %.

Finalmente, ha aludido a los proyectos singulares como la Biblioteca de Semillas de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de Zaragoza en Huesca y los Embajadores de la Diversidad.

Cristina Mallor ha concluido con una frase editorial que explica las motivaciones del Banco de Germoplasma: "Conservar el pasado para que desde el presente podamos mejorar el futuro".

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