Una Posada de leyenda en transición y una bodega para embriagarse de futuro abriendo la Ruta del Vino a Lascellas

Tras la clausura del mítico restaurante que reconfortó en cuatro siglos distintos, la familia Abizanda Nasarre perfila día a día vinos innovadores y prepara atractivos enoturísticos llenos de arte

02 de Enero de 2023
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Jesús y Luis Abizanda con el depósito ovoideo y el cuadro de Luis Toro con un San Jorge al fondo. FOTOGRAFÍA CARLOS JALLE
Jesús y Luis Abizanda con el depósito ovoideo y el cuadro de Luis Toro con un San Jorge al fondo. FOTOGRAFÍA CARLOS JALLE

En estas estancias, bien podría rodarse una versión cinematográfica de "Los mil nombres de la libertad" de María Reig. La Posada moderna, ese restaurante que ha cerrado hace unos meses y por cierto en disposición de ser traspasado, ha llenado de pitanza exquisita a decenas y decenas de miles de viajeros, y de camioneros, y de turistas, y de gente del pueblo. En esa esquina paraban cada día decenas de comensales ávidos de saciar el apetito y acompañarse, de paso, del placer de un buen plato caliente y una racial carne de la tierra, regados por los buenos vinos de la casa. En una edificación aledaña, la otra posada, la que como mínimo acogía a agotados caballeros y a exhaustas damas que arribaban en caballo y reclamaban algo de comida y de caldos, además de una habitación. En una de las columnas, aparece la inscripción 1778, y hay signos de pesebres para que las caballerías también reposaran tras los largos trayectos. Otro edificio contiguo se abre con una bonita puerta metálica, Bodega Abinasa. Pasado, presente y futuro en una hacienda familiar que mira hacia la agricultura, la industria del vino y el turismo. No en vano, el próximo hito será la incorporación a la Ruta del Vino del Somontano.

Aquí, en Lascellas, un pequeño pueblo ahora repoblado por jubilados aunque con un alcalde joven, todo tiene su porqué. Y del porqué viene el cómo. La familia Abizanda Nasarre procede, por vía materna, de una saga emprendedora de la que son testigos las piedras, la madera y las vigas. La Posada recibía con calidez a las diligencias y caballerías, y les ofrecía reconfortantes bebidas, algunas espirituosas. Funcionó incluso en tiempo de pandemia. Ha sido siempre un refectorio prestigioso, constatación de que, efectivamente, donde para un camionero es que se come bien. El parquin, que ahora van a adecentar para la nueva misión, así lo acredita con la huella de los camiones que han exigido permanentes asfaltados. Cuando cerró hace unos meses, servía una media de 70 comidas diarias. Y, sin embargo, su oportunidad de reapertura pasa por manos ajenas. El relevo generacional, que ha sido virtuoso, recorre otros senderos más relacionados con la agricultura y, sobre todo, con el vino.

Jesús y Luis Abizanda
Jesús y Luis Abizanda. FOTOGRAFÍA CARLOS JALLE

La bodega, en su planta calle, es una sucesión de depósitos metálicos en magnífico estado, los mayores de 16.000 litros, aunque la voluntad inversora de Jesús, el artífice de esta iniciativa hace 22 años, Luis (que ejerce de enólogo con la fluidez verbal con la que los buenos profesionales nos introducen en un universo de sensaciones fantástico) y Fernando camina hacia otros métodos de vinificación, con contenedores más pequeños. En el fondo, el del vino es un juego de alquimia en el que la experimentación acompaña a la ciencia para generar productos únicos e irrepetibles.

Bodega Abinasa elabora vinos procedentes de 12 hectáreas, hasta un total aproximado de 100.000 litros, aunque su actual estructura le permitiría alcanzar los 300.000. No es el objetivo la cantidad, sino avanzar en los vericuetos de la calidad y de las sensaciones que les ofrecen las variedades gewürztraminer, macabeo, merlot, cabernet, tempranillo, garnacha y ahora chardonnay. La agricultura se convierte en pasión del padre y de los hijos. Han plantado pistachos (tardarán siete años en recoger los frutos) y también explotan almendras de la modalidad Macaco. Ya forman parte, además, de la certificación del Tomate Rosa de Barbastro, con unos resultados estupendos de sus 2.000 plantas, Apuestan por la pureza en este fruto.

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Escalera de acceso a la bodega. FOTOGRAFÍA CARLOS JALLE

La familiaridad impregna absolutamente cada rincón. Un marco sobre la puerta de acceso a la bodega subterránea explica la imagen del vino A.NA (acrónimo de Abizanda Nasarre, los apellidos de Jesús y Ana), ese angelito profusamente adornado. Es del bisabuelo. Reza así: "Fábrica de Aguardientes de José Guiral. Anís Especial Seco. Año 1908. Lascellas. Huesca". De casta le viene al galgo, de hecho producen espirituosos bajo la marca "Acojonante", para cuya inscripción tuvieron ciertos problemas por el criterio de algún purista registrador al que le parecía "malsonante". Acojonante, en serio, en estos tiempos de zafiedad sin límite. tan juguetones son que lo mismo elaboran crema de licor que de chocolate blanco, de chocolate con cerezas, de arroz con leche (un exitazo), de orujo (incluido un ecológico increíble) o pacharán. El alambique no para, como tampoco la preparación de otra estrella del catálogo: el Vermouth.

Etiqueta antigua
Etiqueta antigua. FOTOGRAFÍA CARLOS JALLE

LA MONTAÑA SE ABRE AL VINO

Excavada en la montaña, la bodega es un verdadero prodigio. Las capas de la roca impresionan. Cada línea de aproximadamente medio metro significa mil años de evolución. Es como adentrarse en el centro de la tierra, pero un centro sugerente. Tras bajar por una escalera sin aparentes apoyos, todo es simbolismo. Las barricas comparten espacio con enormes cuadros de Luis Toro, imponentes, que reflejan a San Antón y a San Jorge, a un caballero medieval y la representación de los cuatro elementos: la tierra, el fuego, el agua y el aire. Al escenario de trabajo de la bodega le sucede este de representación en el que las barricas de roble americano y francés ejercen de anfitriones. Y la leyenda del bisabuelo y de las cartas que obran en poder de la familia de llegada de vino en Francia. Tiempos de la filoxera y de un comercio fructífero, incluidos documentos del Hotel María Cristina de San Sebastián.

Imponente
Imponente bodega horadada en la montaña. FOTOGRAFÍA CARLOS JALLE

Y ahí, en medio, un ser extraño. Una especie de huevo grisáceo. Es un depósito ovoide, la ciencia ficción hecha realidad que cambia los conceptos y la trazabilidad del vino. A través de su movimiento y del fenómeno de la microoxigenación, el movimiento microscópico permanente contribuye a una navegación permanente de las lías (un battonage natural) para integrar el conjunto en unos vinos redondos, diferentes. Ahí transitan armónicamente las variedades que serán Selección de Familia. La microvinificación, el porvenir de la excelencia vinícola. Las posibilidades de este amplio salón de la naturaleza son tan elevadas como su buen gusto. Aquí veremos y disfrutaremos de catas, presentaciones y otros eventos sociales.

Salimos y nos dirigimos a la antigua posada. Está datado aquí un cambio de correo en 1750, y el nombre de Joaquín Abiego. En la entrada, algunos de los premios recibidos, uno que enorgullece mucho a Jesús como es el del Mejor Vino Blanco Barrica en Iberwine 2010 de Valladolid por su A.na Blanco. También otros como el del jurado en la II Feria del Vino Ciudad de Huesca. El interior es de película. Junto a la embotelladora, la etiquetadora y los vinos almacenados (el Roble es un seguro, los dos Crianzas, el Gewürztraminer, el Chardonnay Macabeo, el Vermouth y el Selección de Familia), la vista del alto que en tiempos pretéritos fueron habitaciones y ahora se convertirán en viviendas para Luis y Fernando. Seguramente les acompañarán andanzas de viajeros de otro tiempo.

Jesús Abizanda en la antiguoa posada
Jesús Abizanda en la antigua posada. FOTOGRAFÍA CARLOS JALLE

Jesús, 22 años después de que plantara las primeras cepas, está orgulloso de su evolución. Distribuye una buena parte en Supermercados Altoaragón, también ha entrado en Alcampo, está presente en el Principado de Andorra y el canal Horeca es cada vez más relevante. Es el resultado de muchas décadas de esfuerzo de este empresario que fue mecánico en su origen, que adora los coches clásicos y nunca ve fronteras en sus sueños. Abinasa crece y la explicación está, sin duda, en unas raíces profundas. De leyenda. Una buena posada. Carlos Jalle y un servidor han disfrutado de la hospitalidad, que también es valor antiguo.

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Inscripción en una columna en la antigua posada. FOTOGRAFÍA CARLOS JALLE

 

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