Los 238 agricultores y ganaderos que se pierden cada año son una sangría que no para y que a UAGA afectan cuando realiza el balance cada año, tal y como ha presentado este jueves en el que ha destacado que la sequía es el factor principal contra las cosechas. Además, "los buenos precios de la campaña 2022 no se pueden comparar con los de esta campaña, ya que han vuelto a los valores medios que había antes del conflicto bélico".
La campaña estuvo marcada por un invierno muy corto en términos de horas de frío, las temperaturas bajas no llegaron hasta febrero y en marzo se alcanzaron valores anormalmente altos, que propiciaron que el periodo de sequía empezase muy pronto, lo que se reflejó en el estado de los embalses que se encontraban al 46% de su capacidad, 20 puntos porcentuales por debajo de la media y sin reservas de nieve. No sólo los cultivos de secano se vieron afectados, sino que las dotaciones de riego fueron escasas para poder establecer segundas cosechas.
En herbáceos, la sequía que afectó en mayor medida a los secanos, dificultando la finalización del ciclo de cultivo sin llenar los granos, mientras que en los regadíos se aprecia una pérdida de superficie sembrada debido a las restricciones de agua. Las producciones se han visto reducidas, de media, en torno a un 60 % respecto a la campaña de 2022. Las zonas más castigadas por la falta de lluvia han sido el valle del Ebro y las comarcas más próximas (Cinco Villas, Tarazona, Borja, Ribera Alta, Bajo Gállego, Hoya de Huesca, Huerva-Zaragoza, Calatayud, Ribera Baja, Monegros, Belchite, Andorra, Bajo Martín, Cuencas Mineras, Cinca Medio, Bajo Cinca y Caspe).
La última campaña de fruta ha estado marcada por la recuperación de la producción media en Aragón y por las condiciones meteorológicas, principalmente por la falta de agua para riego y las altas temperaturas que adelantaron la maduración y también precipitaron que el momento de la recogida coincidiese con las tareas de aclareo. La campaña ha tenido otra incómoda protagonista, la mosca de la fruta (Ceratitis capitata), que ha ejercido una presión nunca antes vista en el sector. Todos estos factores provocaron que se comercializase fruta de menor calibre (tamaño más pequeño), lo que hizo que su salida al mercado fuese más difícil y originara stock en las cámaras. Aun con estas adversidades las producciones de fruta han aumentado en un 62,20%, mientras que la producción final agraria de la fruta ha disminuido un 8% debido a los bajos precios de mercado. Las producciones de almendro han disminuido en torno a un 45% y las de viñedo un 40%, mientras que las de olivar han aumentado un 57%, respecto al año 2022.
Respecto a las contrataciones, en 2023 se han recuperado las cifras de años anteriores a 2022, a pesar de las dificultades que ha habido (la falta de agua para riego, la sequía de los pastos, la falta de mano de obra, la falta de calibre, la falta de información respecto a los precios, la falta de métodos eficaces para combatir la mosca de la fruta, los problemas ocasionados por la enfermedad Hemorrágica Epizoótica y la viruela ovina).
En Huesca el máximo de contratación fue 8.897, en Zaragoza 12.712 y en Teruel 1.400 (valores medios del mes). El 80% de los trabajadores contratados provienen de otros países y casi en la misma proporción (80%) los trabajadores contratados son varones.
La producción final ganadera ha disfrutado un aumento del 9% hasta los 3.920.655.170 euros. Casi todos los subsectores (porcino, ovino, vacuno, productos ganaderos) han registrado un incremento debido principalmente al alza de los precios durante este año 2023. Por el contrario, el subsector de otras ganaderías, entre las que se incluye el sector avícola de carne y el sector cunícola, han experimentado un fuerte descenso, principalmente empujado por el sector cunícola en el que las producciones y los precios percibidos han sufrido un fuerte descenso.
La pérdida de producción en el sector agrícola se ha visto acompañada de una reducción de precios, que han vuelto a los bajos niveles de antes del conflicto bélico, por lo que el valor de la producción final agrícola, ha disminuido respecto al año 2022, hasta los 1.195.203.313,44 euros, un 41 % menos. A esto hay que sumarle la presión de los elevados costes de los insumos en el sector que pone en riesgo la rentabilidad de las explotaciones. La producción final agraria se ha cifrado en 5.135.108.483,44 euros, lo que supone una disminución del 9 % respecto al año pasado. La producción final agraria en Aragón depende en un 27,27 % de la actividad agrícola, mientras que el 76,72 % restante viene de la ganadera.
Desde la subida de los insumos en 2022, fertilizantes, gasóleo, productos fitosanitarios, piensos,… se han estabilizado en esos precios desorbitados y no hay que olvidar que muchos han aumentado más de un 50%. Esto, sumado al incremento de los precios en la maquinaria e instalaciones, está complicando la inversión en el sector agrario y disparando el endeudamiento, todo ello unido a los problemas de financiación debido al aumento de los tipos de interés y a la dificultad del acceso al crédito.
El 1 de enero de 2023 entró en vigor la normativa de la PAC para 2023-2027, con incertidumbre y muchas cuestiones sin definir. Los planes de siembra se realizaron con muchas dudas sin resolver debido a la nueva normativa. Además, una vez que ya tenían todo decidido y sembrado, el Gobierno de Aragón publicó unas flexibilidades debido a la extrema sequía del territorio que llegaron tarde.
Una PAC con mayores exigencias ambientales en forma de burocracia que ha introducido nuevos elementos como ecorregímenes, la condicionalidad reforzada (antiguo pago verde, rotación interanual de una parcela, franjas de protección con cauces), normas de nutrición sostenible, etcétera. Todo ello provoca una mayor carga burocrática para las personas profesionales de la agricultura, con un descenso en los ingresos provenientes de las subvenciones, carga que continuará en 2024 con la entrada en vigor del cuaderno digital y el registro de explotaciones.
A pesar de las diferentes ayudas que concedió el Mapa directamente (ayudas extraordinarias a fertilizantes y de sequía), no compensó la pérdida de producción que sufrieron los agricultores y agricultoras. Aunque España autorizó el anticipo de hasta el 70% de las ayudas a finales del año, para proporcionar ingresos a las explotaciones, en realidad han adelantado menos de lo previsto, lo que se traduce en un malestar generalizado en el sector. Se presenta gráfica que representa las afiliaciones en alta a la seguridad social agraria desde el 2018, en la que se aprecia un continuo descenso, reduciéndose en 2023 a los 17.784 cotizantes.