Un verano, viajamos un grupo de amigos y amigas a Ibiza. En un barco alquilado. Molaba eso. Daba alegría. Surcar la mar, por sotavento. Una mano para ti y otra para el barco. Fuimos ricos sin serlo. Y cenábamos en chiringuitos caros a los que solo se puede acceder con una Zodiac que flotas desde tu propio barco. El barco se llamaba L’ cangreja y andaba bien de eslora.
Como soy claustrofóbico no pude dormir en un camarote, yo que siempre quise, después de leer a Verne, ser general de submarinos. Entonces estuve todas las noches durmiendo al lado del mar y debajo de las estrellas. Idílico.
Pero.
Pero tuve una infección de muelas. Severa. Hubo una ola de calor como las actuales. Y tenía una inflamación de la pierna izquierda, que me ha dejado una leve cojera, como a Lord Byron.
Además viajaba con un amor que creía que ya no la amaba. Y la amaba más que nunca, que fíjate si la amaba que me enrolé en aquel viaje por ella- O sea, era un viaje por amor. Si no ¿Qué se me había perdido a mi en un barco de segunda mano? a mí, que ni se nadar.
Pues eso. Me da alergia Ibiza, no lo puedo remediar. Aunque esté allí toda la modernidad del mundo prefiero ir, que se yo, a Jasa.