Sobre la democracia vial

28 de Agosto de 2022
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Cartas gabachas: Un plato para compartir
Cartas gabachas: Un plato para compartir

Como francés, republicano y ateo que soy, siempre he tenido una concepción extremadamente simple de la democracia. Ser demócrata es respetar las leyes de la democracia, empezando por la más sencilla, esa a la que todos nos tenemos que someter en el momento en que estamos en el espacio público, a saber, el código de la circulación.

Sean cuales sean las ideologías que nos motiven, sean de extrema izquierda, de extrema derecha o de extremo centro, si pretendemos merecer el calificativo de demócratas, tenemos que respetar los territorios de cada cual: la calzada para los vehículos a motor, las bicicletas y los patinetes eléctricos; las aceras solo y exclusivamente para los peatones.

Da igual a qué partido político nos sintamos próximos, podremos estimarnos demócratas mientras la simple falta de respeto a las limitaciones de velocidad y las distancias de seguridad en carretera, los stop y los semáforos en la ciudad nos reenvíen de vuelta a tiempos oscuros en los que los más fuertes dictaban sus leyes. Lo que, estarán ustedes de acuerdo conmigo, está muy alejado de un ideal de sociedad humanista y progresista.

Dicho esto, me hubiera encantado poder afirmar que los españoles son de lejos peores conductores que los franceses, la hubiera gozado, pero no es posible...

Dejando de lado las limitaciones de velocidad que se respetan menos al sur que al norte de los Pirineos (sin duda porque los radares son más abundantes allí que aquí), los usuarios españoles de la carretera tienen un comportamiento más cívico y más respetuoso que los franceses.

Primer ejemplo concreto, los pasos de cebra que, aquí, se respetan sistemáticamente mientras que en Francia no hay que confiarse nunca, so riesgo de precipitarse a la calzada con pantalón largo y aparecer al otro lado con un escueto short.

Segundo ejemplo, que debería interesarles sobre todo si tienen ustedes la intención de viajar al otro lado de los Pirineos.

Seguramente ignorarán que los moteros franceses, mediante una especie de acuerdo tácito sin la menor base legal pero respetado por una gran mayoría de automovilistas, han conseguido imponer una extraña norma de conducción.

Efectivamente, cuando un motero llega a la altura de un automovilista que circula conforme a la ley, es este último el que tiene que pegarse a la derecha para ceder el paso, aun habiendo línea continua, al delincuente sobre dos ruedas (delincuente puesto que circula por encima de la velocidad permitida). Esta práctica es evidentemente peligrosa porque provoca brutales bandazos hacia el arcén, a veces hasta llegar a pisar la hierba de los márgenes. Para más inri, el motociclista agradecido podrá recompensarles, al pasar al lado de su coche, con un original gesto, levantando la pierna derecha como un perro que orinara contra la puerta. Pero ojo, porque si ustedes no se someten ante la llegada de este individuo de cerebro comprimido por el casco, se arriesgan al castigo inapelable de una patada con el canto de la bota que marcará la carrocería de su coche. Crimen de lesa majestad inmediatamente sancionado.

En España, aunque se puede reprochar a las motos ser a veces demasiado ruidosas en la ciudad, reconozco que yo me he sorprendido a menudo al constatar que los pilotos respetan la señalización horizontal, evitando adelantar cuando está prohibido.

Gracias a ellos por conducirse como demócratas.

El gabacho oscense

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