Antonio Santos y Jesús Marchamalo iluminan el enigma de Emily Dickinson

La Librería Anónima de Huesca acoge la presentación del nuevo título de Nórdica que constituye un homenaje a la poeta

DH
11 de Abril de 2025
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Dickinson y las violetas, de Antonio Santos y Jesús Marchamalo

La librería Anónima de Huesca ha sido el escenario de la presentación de Dickinson y las violetas, el nuevo libro de Jesús Marchamalo, con ilustraciones de Antonio Santos, editado por Nórdica. La obra se ha sumado a una colección de biografías ilustradas que ambos autores han desarrollado juntos durante años.

En el acto ha intervenido José María Aniés, propietario del espacio anfitrión, quien ha recordado que el primer volumen de esta serie vio la luz en 2013. Ha subrayado que Nórdica cumple próximamente veinte años desde su fundación, un hito para el panorama editorial.

Diego Moreno, editor del sello, ha explicado que el proceso de creación de estos libros implica una atención especial al soporte material. Ha destacado que el papel utilizado, proveniente de Italia, se mantiene desde el inicio de la colección, como señal de continuidad y cuidado editorial.

Respecto a esta entrega dedicada a Emily Dickinson, ha expresado que le hace mucha ilusión, ya que se trata de su poeta favorita, de quien han publicado varias obras anteriormente. Ha calificado el libro como “preciosísimo” y ha agradecido profundamente a los autores su trabajo conjunto.

Jesús Marchamalo, Antonio Santos, Diego Moreno y José María Aniés. Foto Myriam Martínez
Jesús Marchamalo, Antonio Santos, Diego Moreno y José María Aniés. Foto Myriam Martínez

Marchamalo ha agradecido la acogida de la librería y ha reconocido que, aunque la elaboración de estos libros conlleva momentos difíciles, siempre les consuela la idea de presentarlos en lugares especiales. Ha contado que la colección surgió casi por azar, a partir de un texto sobre Baroja concebido como regalo navideño, y que acabó convirtiéndose en una serie editorial tras una conversación con el editor Diego Moreno.

Antonio Santos ha querido matizar esa anécdota, explicando que Marchamalo solía regalar un detalle personalizado a sus amigos cada año. Cuando le pidió que ilustrara el texto, imaginó tener que imprimir cientos de ejemplares y sintió "pánico", aunque luego la intervención de Diego Moreno transformó el proyecto en una propuesta editorial. “Cuando Diego dijo que lo editaba, se me abrió el cielo”, ha bromeado.

Marchamalo ha relatado cómo la colección comenzó casi por accidente, impulsada por una mezcla de entusiasmo y pereza, según él mismo ha comentado con humor. Ha explicado que la experiencia fue tan satisfactoria que decidieron repetirla año tras año, hasta convertirla en un compromiso tácito que ya lleva más de una década.

Ha destacado algunas peculiaridades de la colección, como el hecho de que Antonio Santos ha trabajado muchas veces basándose en su propia investigación. Esa independencia ha generado una estructura dual en cada libro, donde texto e imagen ofrecen miradas complementarias.

Con Dickinson y las violetas, sin embargo, el proceso ha sido distinto. Marchamalo ha explicado que, al tratarse de una autora tan hermética, el reto ha sido construir un retrato fiel sin disipar el misterio que envuelve a Emily Dickinson. Ha confesado que se ha sentido especialmente inseguro durante la escritura, pero que ha llegado a interpretar ese enigma como una forma de lealtad hacia la figura retratada.

Santos ha añadido, entre bromas, que se le puso “cara de palo” al ver que Marchamalo iba a tener que enfrentarse al vacío documental sobre la poeta de Amherst. Sin embargo, ha reconocido que, a pesar de ello, el escritor hizo un buen trabajo.

Jesús Marchamalo, leyendo un fragmento del libro. Foto Myriam Martínez
Jesús Marchamalo, leyendo un fragmento del libro. Foto Myriam Martínez

Santos ha reflexionado también sobre la censura póstuma que sufrió la obra de Dickinson, así como la destrucción parcial de su correspondencia. Ha puesto en duda algunos elementos repetidos en su biografía, sugiriendo que podrían formar parte de una construcción editorial interesada.

A modo de ejemplo, ha comparado el caso de Dickinson con el de Vincent van Gogh, cuya imagen de genio atormentado fue —según ha dicho— promovida por la viuda de su hermano. Para Santos, el misterio puede ser rentable y eficaz, aunque muchas veces no se ajuste a la verdad. “Llega un momento —ha dicho— en que la verdad real ya no le interesa a nadie”.

También ha compartido una experiencia personal con su tía, la pintora Ángeles Santos, cuya biografía pública —según ha asegurado— difiere completamente de la real. Ha concluido que incluso tras este libro, Dickinson sigue siendo para él un enigma.

Marchamalo ha explicado que para construir una biografía, busca siempre los detalles que revelan algo esencial del personaje, como en el caso de Dickinson y su relación con el pan. “No es ninguna broma —ha dicho—; se ha dedicado a hacer pan toda su vida y sólo comía el que ella misma amasaba”. Incluso ha recordado que los únicos 75 centavos que ganó en vida fueron por un segundo premio en un concurso de panes.

Ambos han destacado que ese certamen fue también la única ocasión en que el nombre de Dickinson apareció en un periódico en vida. Han subrayado también la importancia de las plantas y los herbarios en su vida, como parte esencial de su mundo poético.

Marchamalo ha citado una frase que leyó —aunque no recuerda el autor—: “La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita”. Ha reflexionado sobre la capacidad del poema para expresar lo que uno siente sin saber cómo decirlo, y cómo eso genera emoción auténtica.

Sobre el trabajo de Santos, ha elogiado su dedicación técnica y artística. “Dice que va a hacer quince grabados, pero luego aparece con cincuenta y ocho”, ha bromeado. Ha destacado su método de trabajo basado en la eliminación progresiva hasta encontrar la imagen definitiva.

Santos ha explicado, también en tono distendido, que al usar técnicas tradicionales como el linóleo, los tiempos de secado pueden alargarse mucho. Esa atención al proceso artesanal marca la diferencia con otras formas de ilustración más inmediatas.

Han contado cómo el proceso de hacer estos libros va mucho más allá de escribir e ilustrar. Deciden juntos títulos, frases del lomo, detalles del diseño y se sumergen por completo en la figura del autor o autora elegida. 

Santos ha explicado que antes solo ilustraba a partir de fotos, pero que gracias a Marchamalo ha descubierto el placer de investigar a fondo. Consideran que el libro es solo el resultado final de un proceso lleno de reuniones, comidas, lecturas, debates y amistad.

Han coincidido en que estos libros se hacen “de dentro hacia fuera”. Cada página está impregnada de cuidado, incluso en los gestos más pequeños e invisibles para el lector. Como decía Visconti: hay detalles que, aunque no se vean, están, y dan sentido al proceso.

Jesús Marchamalo. Foto Myriam Martínez
Jesús Marchamalo. Foto Myriam Martínez

"LOS GESTOS INÚTILES"

En un momento de la conversación, Antonio Santos decidió compartir una anécdota, aunque Marchamalo ha bromeado que nada tenía que ver con el libro. Ha contado cómo, durante una estancia en Cuenca, se le ocurrió encargar una carpeta de grabados en linóleo. Alguien le sugirió entonces que se pusiera en contacto con las monjas de clausura del convento de la Puerta de Valencia, conocidas por su minucioso trabajo artesanal.

Tras un primer intento infructuoso de comunicarse a través del torno —ese pequeño mecanismo que impide el contacto directo con el exterior—, finalmente consiguió hablar con una de las religiosas, quien comprendió perfectamente su solicitud. Acordaron los plazos, y dos meses después, las monjas habían cumplido con el encargo con una meticulosidad asombrosa.

Santos, agradecido, quiso tener un detalle con ellas. Se presentó en el convento con una planta, un regalo sencillo, cargado de sentido. La superiora, de manera inesperada, le invitó a pasar y recorrer el interior del convento. Lo que encontró allí le impresionó profundamente: un espacio de calma absoluta, un mundo al margen del tiempo, donde el silencio parecía tener densidad y cada gesto —por mínimo que fuera— estaba dotado de un propósito silencioso y sereno.

A partir de ese momento, comenzó a enviarles los catálogos de sus exposiciones. Pasaron los años, y un día, recibió una carta de la madre superiora, que le contaba que habían colgado sus catálogos en una de las paredes del convento.

Ese gesto, aparentemente insignificante, le conmovió profundamente. Le hizo reflexionar sobre el valor de los actos sin utilidad aparente, sobre esos gestos que no tienen un objetivo práctico ni un retorno inmediato, pero que poseen una riqueza emocional inmensa. 

Frente a una concepción del esfuerzo vinculada únicamente a la productividad —la del “si no sirve, no vale”—, aquella experiencia le ofreció otra mirada, más honda y generosa. “Nada que ver con Trump”.

EL TÍTULO

Los autores han explicado que, inicialmente, el libro iba a titularse Emily Dickinson de blanco, inspirado en el uso casi ritual de ese pigmento por parte de la autora. Una constante en la colección es la búsqueda de un color distintivo y coherente con la personalidad del autor retratado, lo que a menudo genera intensas discusiones entre ellos y con el equipo editorial.

Pero no logró funcionar del todo en términos visuales ni simbólicos, por lo que se decidió titular el libro Dickinson y las violetas, en referencia a una de las flores favoritas de Emily: silvestre, sencilla, de belleza escondida, casi secreta, como la propia poeta.

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En el inicio del libro se describe la única fotografía conocida de la autora, tomada a los 16 años. La imagen con su ramo de flores simboliza su conexión profunda con la naturaleza.

El proceso de creación ha estado marcado por detalles sutiles y misteriosos que han otorgado al proyecto una singular fascinación para sus autores.

Para finalizar el acto, han aprovechado para adelantar que la siguiente biografía que abordarán juntos será la de Carmen Martín Gaite, una autora esencial de las letras españolas. Su vida rica en matices promete convertirse en una nueva aventura para estos dos creadores, que continúan apostando por una obra conjunta tan personal como rigurosa.

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