Desde niño, José Luis Naya Cabrero (Huesca, 1951) tuvo una conexión especial con la pintura. A los 13 años, un caballete fue su primera herramienta para dar forma a paisajes inspirados en los alrededores de Huesca. Pasaba horas observando la naturaleza y plasmándola en el lienzo, a menudo acompañado por amigos o familiares que lo llevaban en moto a rincones como los Mallos de Riglos o las orillas de los ríos cercanos. Sin embargo, su vida tomó otro camino cuando, en 1968, se trasladó a Zaragoza para estudiar Medicina. Allí inició una carrera profesional que lo llevó a ser cardiólogo, una labor que ejerció durante décadas con pasión y compromiso.
A pesar de las largas jornadas en hospitales y consultas, la pintura siempre estuvo presente como un refugio creativo. Para José Luis, llegar a casa después de un día agotador y dedicar tiempo al arte era una forma de desconectarse y encontrar paz. Durante años, esta práctica quedó relegada al ámbito privado, y ha llegado a acumular más de 200 cuadros que permanecieron almacenados sin mayores pretensiones.
El verdadero renacimiento artístico de José Luis llegó tras su jubilación. Liberado de las responsabilidades médicas, decidió volver a pintar con mayor intensidad. Transformó una antigua fábrica de calzado en su taller, un lugar donde, entre pinceles, lienzos y café compartido con amigos, deja volar su imaginación. Este espacio no solo se ha convertido en su centro de creación, sino también en un punto de encuentro para quienes valoran su obra y su compañía.
El empujón definitivo para sacar sus cuadros al público vino de su familia. Su hija, quien siempre creyó en el talento de su padre, lo convenció de organizar una exposición. Así nació Quimeras, presentada en 2023 en el Centro Asturiano de Oviedo.
Ahora, le ha tocado el turino a Cábalas, que se puede contemplar en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner. “Yo no soy pintor, lo primero, ¿eh? Soy una persona que lleva pintando 60 años, pero sin métodos ni teorías”, advierte con humildad. "Yo solo pinto porque me satisface, porque me ha provocado mucha relajación en un trabajo muy tenso, como el de médico”, recalca.
Esta exposición, que se inaguró el pasado jueves, representa un viaje íntimo por sus emociones, sus reflexiones y su manera de comprender el mundo. Su experiencia como médico ha dejado huella en su arte, donde aborda temas como la fragilidad humana y la enfermedad, entremezclados con paisajes y composiciones abstractas que invitan a la introspección.
En esta etapa, José Luis pinta con mayor libertad que nunca. “Ahora tengo tiempo”, dice con una sonrisa. Su taller es un lugar donde las horas pasan entre conversaciones, visitas de sus nietos que viven en París y momentos de absoluta concentración.
En su trayectoria, reconoce influencias y admiraciones, tanto por artistas locales como internacionales, cuyas exposiciones en América y Europa ha aprovechado para ampliar su mirada artística. Sin embargo, Naya insiste en que su estilo es propio, nacido de sus vivencias y sin encasillarse en corrientes o categorías.