Carta abierta al señor López Obrador, presidente de Méjico

Pedro Cuesta Escudero
13 de Enero de 2023
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Carta abierta al Señor Presidente de la república de México, que, subido en la ola del desprestigio de Colom por haber descubierto América al mundo, exige al Estado español que pida perdón por la conquista hace quinientos años de México. Como no recibe contestación a esta inaudita petición le escribió al Jefe del Estado y al no tener respuesta amaga con romper las relaciones comerciales con España.

Y España exigiría disculpas a los romanos por las atrocidades que hace dos mil años cometieron en Numancia y en toda Hispania y la expoliación del oro dejando montañas peladas como las Médulas. Repasando la Historia todos los países no tendrían otra cosa que hacer que pedir perdón por los desmanes cometidos por sus antepasados. Incluyendo a los aztecas que 200 años antes de la llegada de los españoles invadieron lo que hoy conocemos por Méjico, sometiendo a las tribus que las habitan a través de la explotación y el terror. No se explicaría que unas huestes de aventureros mal organizados dirigidas por Hernán Cortés derroten a poderosos ejércitos aguerridos y disciplinados, si no hubiese sido por la ayuda de las tribus sometidas (Hernán Cortés emprendió el camino hacia la capital azteca, Tenochtitlan, contando con tan solo 400 hombres, 15 caballos y 6 piezas de artillería. De camino tuvo que vencer la oposición inicial de los toltecas y tlaxcaltecas, pero una vez sometidos, consiguió la lealtad de estos dos pueblos, enfrentados tradicionalmente a los aztecas) Por ello puede decirse que, en gran parte, la conquista de Méjico fue obra de los propios nativos. España –los Reyes- nunca mandaron ningún ejército para conquistar América. Los tercios españoles se utilizaron en las guerras de Italia, Francia, Flandes…, pero ninguno se embarcó para conquistar América ¿Tenemos derecho a opinar y sentenciar aplicando a los sucesos del pasado los criterios del siglo XXI? Vale la pena intentar comprender lo que realmente ocurrió.

LA CONQUISTA DE MÉJICO

En las Antillas y Panamá se tenían noticias de otros territorios situados al norte y que corresponden a Yucatán y México. El primero en intentar penetrar en ese territorio fue Valdivia, quien, junto con otros españoles, fue sacrificado por los naturales. Hubo dos sobrevivientes: Gonzalo Guerrero, que se integró en la vida indígena y el otro fue Jerónimo de Aguilar, a quién Cortés encontró durante su penetración en México y le sirvió de lengua o intérprete. El gobernador Diego Velázquez había encomendado a Juan Grijalva en 1518 la exploración por el litoral del Golfo de México, desde la isla de Cozumel hasta la desembocadura del río Canoas. Como Grijalva y sus soldados no retornaban, Diego Velázquez envió a Cristóbal de Olid a buscarlos, que tampoco regresa, por lo que organiza una tercera flota en búsqueda de las dos expediciones. Esta tarea le fue encomendada a Hernán Cortés, con quien sostenía una buena amistad. El 18 de febrero de 1519 zarpa desde el cabo de San Antón al mando de 11 embarcaciones con un total de 700 hombres, 16 caballos y 14 cañones. El problema principal al que se enfrentaban las huestes españolas era la división interna, pues mientras unos querían continuar con la empresa, los leales a Velázquez querían regresar a Cuba. Cortés deseaba proseguir la búsqueda de las riquezas y los honores que tanto anhelaba, aunque ello implicase romper con Diego Velázquez. Bordeó la península del Yucatán hasta desembocar en Tabasco, donde tuvo un enfrentamiento con los nativos que acabó en victoria. Y para no ser acusado de insubordinación, utilizó un artilugio legal. Fundó la Villa Rica de la Vera Cruz, cuyos “vecinos” –soldados de su ejército– formaron un Cabildo que en nombre del rey invistió a Cortés como “Justicia Mayor y Capitán General”, lo que lo desligó legalmente de Diego Velázquez. Para evitar que el gobernador de la isla de Cuba se pusiese en su contra, Cortés escribió su primera Carta de Relación (extraviada en la actualidad) para enterar al monarca de estas cuestiones. Además, debido a que desconfiaba de los hombres leales a Velázquez, tomó la decisión de hundir sus barcos para cortar todo contacto con Cuba y evitar que alguien pudiera regresar a la isla. Cortés pronto tuvo noticias de la existencia del rico Imperio Azteca y decidió avanzar hacia el interior de México.

La rápida alianza entre Cortés y los toltecas y tlaxcaltecas sorprendió a la cúpula azteca, ya de por si asombrada por la presencia de los extranjeros. Prosiguió su avance hacia la capital y al pasar por la ciudad sagrada de Cholula ordenó su conquista venciendo a 50.000 aztecas. Finalmente, el 8 de noviembre Cortés llegó a Tenochtitlan, la gran capital imperial. Fue recibido por el emperador Moctezuma II quien, alertado por las noticias que le habían ido llegando durante la aproximación de Cortés, trató como huéspedes a los españoles, consciente de ese gran poder militar que les había permitido obtener victorias sorprendentes, además de estar desconcertado por la profecía que anunciaba la llegada desde el este del dios Quetzalcóatl, principal deidad azteca, con quien confundió a Cortés.

Cortés fue recibido en la capital azteca como huésped del emperador Moctezuma. En ese momento recibió la noticia de que el gobernador Diego Velázquez había enviado a Pánfilo de Narváez al mando de una expedición para deponerle y capturarle. Dejando en Tenochtitlán a su capitán Pedro de Alvarado y al mando de 120 hombres del destacamento, abandonó la ciudad para hacer frente a Narváez, a quien venció, consiguiendo de paso que muchos de los soldados de su enemigo pasaran a sus filas. Durante la ausencia de Cortés la nobleza azteca solicitó permiso a Alvarado para celebrar una ceremonia religiosa tradicional, pero Alvarado, creyéndose en una encerrona, acometió violentamente contra los participantes, lo que ocasionó un furioso levantamiento de los aztecas, sitiando a los españoles en el palacio en el que se alojaban. Al regresar, Cortés ordenó a Moctezuma que calmase el ánimo de su pueblo, pero, durante su arenga, el emperador fue apedreado por sus propios súbditos, que acabaron con su vida. “…todos los indios de la ciudad venían de guerra – escribe Cortés en su Segunda Carta- y que tenían todas las puentes alzadas y junto tras él da sobre nosotros tanta multitud de gente por todas partes, que ni las calles ni azoteas se parecían con la gente; la cual venía con los mayores alaridos y grita más espantable que en el mundo se puede pensar y eran tantas las piedras que nos echaban con hondas dentro de la fortaleza, que no parecía sino que el cielo las llovía y las flechas y tiraderas eran tantas, que todas las paredes y patios estaban llenos, que casi no podíamos andar con ellas. Y yo salí fuera a ellos por dos o tres partes y pelearon con nosotros muy reciamente, aunque por la una parte un capitán salió con doscientos hombres y antes que se pudiese recoger le mataron cuatro e hirieron a él y a muchos de los otros; y por la parte que yo andaba, me hirieron a mí y a muchos de los españoles. Y nosotros matamos pocos de ellos, porque se nos acogían de la otra parte de las puentes y de las azoteas y terrados nos hacían daño con piedras, de las cuales azoteas ganamos algunas y quemamos. Pero eran tantas, tan fuertes, de tanta gente pobladas y tan bastecidas piedras y otros géneros de armas, que no bastábamos. Para tomarlas todas, ni defender, que ellos no nos ofendiesen a su placer”.

Quedando en tan difícil situación, Cortés ve como única solución una retirada táctica. Y, aprovechando que los aztecas acostumbraban a suspender la lucha tras la puesta de sol, Cortés planea salir de la ciudad de noche y en sigilo, no sin antes repartirse el oro con el que se habían hecho hasta entonces. Tomaron camino de la calzada de Tacuba, por ser la más corta de las tres que unían la isla con tierra firme. Al principio lograron pasar inadvertidos, franqueando los diferentes canales gracias a los puentes portátiles de madera que habían construido para tal fin, pero la suerte quiso que una mujer los avistase a mitad de camino y diera la alarma. De repente se vieron rodeados de multitud de indígenas que trataban de cortarles el paso tanto a pie como desde las canoas. Bajo una lluvia de flechas y piedras los españoles a duras penas conseguían avanzar abriéndose camino con sus ballestas y arcabuces a costa de muchas bajas. Muchos tuvieron que dejar atrás el oro, sus cascos, espadas y demás pertenencias. Los presos eran inmediatamente llevados a los templos y sacrificados a los dioses. Cuenta la leyenda que Cortés lloró la pérdida de sus hombres, por lo que aquella fatídica jornada lleva el nombre de “la Noche Triste”.

El resultado de la batalla fue desastroso, pues Cortés perdió más de la mitad de sus hombres, miles de aliados, cuarenta y seis caballos, toda la artillería, una buena parte del tesoro de Moctezuma y hasta dos dedos de su mano izquierda. Tras salir de Tenochtitlan los mexicas los iban acosando dando gritos de guerra a lo lejos. Después de haber peleado varias escaramuzas en su trayectoria de escape hacia Tlaxcala, el sábado 7 de julio de 1520, un gran contingente de guerreros mexicas y tepanecas, así como otros aliados, les alcanzó en los llanos de Temalcatitlan, poco después de haber pasado Otumba. Aislados de posibles refuerzos y heridos, cabía la posibilidad de capitular, pero allí no sucedía como en Europa donde si uno se rendía perdía el honor pero salvaba la vida. Sabedores de que los mexicas siempre sacrificaban a sus prisioneros, los cerca de quinientos españoles sobrevivientes, varios mastines y sus aliados tlaxcaltecas, se decidieron a luchar a pesar de no disponer ya de artillería y haber perdido buena parte de sus caballos y arcabuces.

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Los mexicas no sabían de la estrategia bélica ni de los planteamientos tácticos propios de los ejércitos europeos. La intención de los mexicas no era matar a los españoles sino capturarlos para luego sacrificarlos. Cuitlahuac vio que los españoles eran pocos, por lo que ordenó a sus hombres que los rodearan. Hernán Cortés pronto se percató de la intención de los aztecas y ordenó a la tropa española formar un círculo colocando a los piqueros en la parte exterior del mismo para ir repeliendo los ataques. La infantería española mantenía la posición cerrada, soportando las embestidas de los mexicas, utilizando sus picas, espadas y bien protegidos por sus corazas y rodelas. Por sus aliados tlaxcaltecas supo Cortés que matar al cihuacóatl (el jefe militar)  y obtener su estandarte real decidía batallas entre los mesoamericanos, así que propuso realizar una carga de caballería para romper el cerco y llegar al cerro donde se encontraba el jefe militar de los mexicas. Tras romper el cerco, Diego de Ordás quedó al mando de los soldados de infantería y montados a caballo Cortés se hizo acompañar de Gonzalo Domínguez, Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval y Juan de Salamanca para ejecutar la maniobra contra el cihuacóatl. Cortés lo derribó y Salamanca lo mató con su lanza y se apoderan del estandarte de guerra de los mexicas. Al no tener un mando que los dirija el ejército mexica rompe filas y comienza la retirada. De esta manera se consumó la victoria y los españoles y tlaxcaltecas pueden replegarse en dirección a Tlaxcala sin ser perseguidos más.

La victoria española se vio facilitada porque los aztecas siempre atacaban de frente sin estrategia alguna, agrupados en masas indisciplinadas de guerreros que formaban un frente amplio fácil de traspasar. Además su armamento no estaba diseñado para matar, sino para herir y capturar prisioneros para sacrificarlos. Y sus escudos eran de madera o de fibras trenzadas, que los hacían vulnerables a las armas de los españoles. Un factor destacado fueron los animales que acompañaron a los españoles: los caballos y los perros. Los aztecas los tenían por monstruos terribles ante los que no podían sino salir corriendo.

Hernán Cortés decide preparar a conciencia la conquista definitiva de Tenochtitlan: durante diez meses planea una estrategia en la que combinaría el ataque terrestre con el marítimo. Mandó construir trece bergantines en la orilla del lago Texcoco que rodeaba la capital, que lo convierte en su cuartel general. Desde allí dirigió a sus tropas en varios frentes con el objetivo de desgastar y aislar la capital antes del asalto definitivo. A su ofensiva contribuyó como aliado inesperado la viruela, enfermedad introducida en el continente por uno de los hombres de Narváez, que diezmó ferozmente a los indígenas, indefensos ante esa nueva enfermedad. El propio Cuitlahuac, sucesor de Moctezuma, fue víctima de esta epidemia.

El 26 de mayo de 1521 Cortés da la orden de asalto. Primero destruye el acueducto que suministraba agua a la ciudad, lo que supuso un duro golpe al enemigo. Sin alimentos y agua potable y con la ciudad llena de cadáveres a causa de la viruela, la situación se volvía insostenible. Las naves se encargaban de los ataques provenientes de las canoas y embarcaciones aztecas, mientras los hombres de Cortés empiezan el asalto de la ciudad. Cuauhtemoc, el nuevo emperador, poco podía hacer ante el ímpetu y determinación de unas tropas mucho mejor dotadas y reforzadas con más de 80.000 tlaxcaltecas y con varios contingentes llegados desde Veracruz. El asedio fue largo pues la resistencia era feroz: se combatía casa por casa y templo por templo, mientras la ciudad iba quedando arrasada. Finalmente tras casi dos meses de constantes combates, el 13 de agosto de 1521 cayó la capital y con ella el imperio, ya que cuando Cuauhtemoc trató de huir en canoa fue hecho prisionero y el resto de ciudades se rindieron a los españoles.

¿CÓMO ERA EL NUEVO MUNDO CUANDO LLEGÓ COLOM?

Cuando Colom y los primeros españoles llegaron al Nuevo Mundo se encontraron con unos habitantes que llevaban una vida neolítica, que desconocían el uso de los metales, de la rueda, de la ganadería, con una economía de mera subsistencia, que abandonan a los moribundos y practican la antropofagia. Para empezar, la primera matanza que hubo la sufrieron los hombres de Colom. Los 39 marinos que dejó en el Fuerte Navidad al hundirse la nao Santa María en la isla La Española fueron literalmente masacrados y devorados. Por lo visto el canibalismo estaba extendido por todo el Nuevo Mundo, pues Solís que, todo confiado desembarcó con escasa escolta en el Rio de la Plata, también fue devorado ante el espanto de los suyos que lo contemplaron desde las naves sin poder hacer nada. Puede que el consumo de carne humana sea consecuencia de no tener ganadería. Es más, los caribes raptaban a las mujeres para tener hijos con ellas y así poder comer carne tierna. Sin embargo a Cristóbal Colom se le tacha de genocida cuando lo único que hizo fue  viajar con la obsesión de llegar a la China o al Cipango. Y eso cuando la enfermedad de Reiter que padecía se lo permitía, pues durante el segundo viaje estuvo seis meses totalmente inhabilitado, tullido y medio ciego. Añadamos que Colom murió apenas 15 años después de pisar tierra americana y que han transcurrido más de 500 años para culpar al descubridor de todos los males que aquejan aquellos países. No se entiende el odio que le puedan tener en California, Méjico, Perú, o Bolivia, países que nunca visitó, ni supo de su existencia.

Se podría decir que con sus descubrimientos propició que otros fueran a masacrar a la inocente e idílica población nativa. Hernán Cortés conquistó México, y por este motivo demanda, señor Presidente, que el Estado español debe pedir perdón. En primer lugar debemos aclarar que Hernán Cortés lo que hizo fue liberar con su ayuda a las naciones mexicanas que vivían oprimidas por la tiranía antropófaga de los aztecas. Estos, procedentes del norte, habían emigrado hacia el Valle de México estableciéndose en la ribera occidental del lago Tezcuco. Y sobre el 1325 de nuestra era los aztecas fundaron sobre una isla de este lago, la ciudad de Tenochtitlan, que será el centro neurálgico de una poderosa sociedad militar y religiosa dirigida por un jefe que era a la vez caudillo y sumo sacerdote. Según los aztecas los sacrificios humanos eran necesarios para mantener el orden cósmico. En realidad lo que se hacía con estos tributos humanos era tener controlado el crecimiento de las tribus sometidas. Cuando se dedicó el gran templo de México a Huitzilopochtli los asesinatos duraron varios días y fueron inmoladas  70.000 víctimas, según Prescott. Cuando llevaban los niños a matar, si lloraban y echaban lágrimas, los que los llevaban se alegraban porque eran buenos pronósticos de que aquel año habría abundantes lluvias. Según algunos historiadores el número de víctimas sacrificadas al año ascendía a 150.000. Marvin Harris en su libro Caníbales y reyes relata que las víctimas ascendían por los escalones de las pirámides y cogidos por cuatro sacerdotes las extendían boca arriba sobre el altar de piedra y les abrían el pecho  de un lado a otro con un cuchillo de obsidiana. Después, el corazón de la víctima –generalmente descrito como palpitante- era arrancado. El cuerpo bajaba rodando los escalones de la pirámide. Los numerosos trabajos científicos y libros publicados por prestigiosos académicos de fama mundial no dejan lugar a dudas de que en Mesoamérica había una nación opresora, la azteca, y cientos de naciones oprimidas, a las cuales los aztecas, no sólo le arrebataban sus materias primas, sino que también arrebataban a sus hijos para sacrificarlos en los templos y luego repartir los cuerpos descuartizados de las víctimas en sus carnicerías, como si fueran muslos de pollo o chuletas de cerdo para que sirvieran de sustancioso alimento a la población azteca. La nobleza se reservaba los muslos y las entrañas se dejaban al populacho.

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EN VEZ DE CONQUISTA SE CONSTRUYÓ UNA NUEVA SOCIEDAD

Los españoles no se limitaron a conquistar el Nuevo Mundo, en cierto modo lo construyeron siguiendo el mismo patrón que los catalano-aragoneses o los castellano-leoneses venían haciendo durante la Reconquista. En menos de un siglo se crean por todo el territorio iberoamericano 26 universidades que daban educación a más de 200.000 alumnos de todas las clases sociales y razas. En esas universidades se crearon cátedras de lenguas amerindias, rescatando buena parte de las lenguas nativas, que luego con la independencia se perdieron. Se construyeron catedrales, museos, puertos, ciudades, hospitales con carácter gratuito que tenían medicamentos elaborados con plantas medicinales nativas, que llegaron a interesar a enfermos europeos. Las tierras de los indios fueron respetadas. En la esfera del derecho matrimonial se autorizó al indio a casarse libremente con india o española; o sea el matrimonio interracial se aprueba en 1514, mientras que EE.UU. no permitió en todos sus estados el matrimonio interracial hasta 1967. Pero los racistas eran los españoles y la estatua a derribar es la de Colom. En el campo contractual se legisla que los indios pudieran comerciar libremente, tener mercados y vender en ellos. Se fomenta al mismo nivel que en España el desarrollo económico, como la creación de manufacturas que hacían la competencia a la misma metrópoli. Se incrementa la agricultura introduciendo  muchos cultivos europeos y también la ganadería desarrollando los ganados porcino, lanar, bovino, caballar y mular. Cuando llegaron las independencias a principios del siglo XIX, España había creado un legado que convertía a Hispanoamérica en la región más próspera del planeta, con un nivel de vida y una economía incluso superiores a las de Europa de entonces y con unas ciudades, como Lima, Santa Fe de Bogotá o México mucho más importantes que Londres, París o la Roma de entonces. Se pusieron en América los fundamentos creadores del Humanismo español sobre los ejes esenciales del cultivo de lo jurídico, ético y religioso, que dieron por resultado una cultura mestiza en el nuevo continente. Esta época es importante también porque implica la constitución del México moderno y la creación de su identidad cultural.

Desde el primer momento se prohíbe que se esclavice a los indios. Hemos de tener en cuenta que en aquella época la esclavitud estaba muy arraigada. Pensemos en Cervantes  que fue esclavizado en Argel y que los Trinitarios lo tuvieron que rescatar. No se le permite a Colom que necesitaba saldar las deudas contraídas para realizar sus viajes. No se consiente que los indios reciban agravio alguno ni en sus personas ni en sus bienes. Así queda reflejado en el testamento de Isabel la Católica. La Corona mandó que se observaran las llamadas Leyes de Burgos, sancionadas  el 27 de diciembre de 1512 aboliéndose definitivamente la esclavitud indígena. En 1542 se promulgan las Leyes de Indias en las que se afirma que los indios son seres humanos y bajo la protección de la Corona. Este derecho de gentes está, no solo en la raíz, sino en la esencia misma del actual Derecho Internacional.

Foto Mejico web
Méjico actualmente.

De gracias, señor Presidente, que Méjico no fue conquistado por ingleses u holandeses, porque hubieran impuesto el darwinismo con la misma rudeza que sufrió Tasmania, Australia, África o el vasto territorio norteamericano, donde sus habitantes fueron pasados a cuchillo sin contemplaciones y sin marco legal alguno. Y antes de pedir perdón a nadie lave primero sus vergüenzas, como la corrupción del PRI o trate de solucionar los asesinatos sin autor entre bandas mafiosas, el narcotráfico, la desaparición sin dejar rastro de más de cuarenta estudiantes del Magisterio o llevar una política que saque de la miseria a la población indígena.

Pregúntele señor  Presidente al bisnieto del legendario Jerónimo, quien le explicará con todo detalle cómo vivían los nativos antes y después que EE.UU le arrebatara en 1846 la mitad del territorio al Méjico que había logrado la independencia en 1821, como Texas, California, Nuevo Méjico, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y parte del hoy llamado Wyoming. Hay una enorme dosis de hipocresía colectiva al hacer acusaciones graves, cuando fue el hombre blanco norteamericano quien, justificado por “su destino divino”, aniquiló a los siux, apaches, navajos… por su condición de “salvajes”. Y a los que se salvaron les arrebatan sus hijos recién nacidos para educarlos en la renuncia a sus orígenes.

A raíz de las independencias las oligarquías que dominan el poder de las jóvenes repúblicas aplicando el liberalismo convierten en propiedad privada sin ningún tipo de compensación las tierras comunales donde vivían los indios. Las tierras comunales desaparecen al tiempo que se agrandan los latifundios. Surgen plantaciones tropicales y minerías orientadas al mercado externo o los bosques son abiertos al saqueo masivo de maderas preciosas. Las plantaciones de azúcar, de café, de plátanos, de caucho, de cacao,… o las minas de bauxita, cobre, petróleo…son empresas nacidas por el afán de ganancia de sus propietarios, pero al servicio del mercado internacional (estadounidense y europeo) que impone los precios y utiliza mano de obra barata o esclava. Como dice Eduardo Galeano: “Los latifundios multiplican las bocas, pero no los panes”. Hace que se destruyan sistemáticamente las entidades comunales y corporativas y se fuerza a los indios a abandonar el estatus especial que tenían para caer en la marginalidad y en el desprecio.

 

 

 

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