En realidad la potente figura del verdugo se sobrepuso hasta el extremo de que popularmente fue identificado como el paso del “sayón”
Felipe Coscolla fue escultor activo y con aceptación. Nació en Graus y desde pronto su familia se tuvo que trasladar a Barcelona. Allí se entrenó en el arte de la escultura. Fue ampliamente conocido y dejó obras todavía emblemáticas en Barcelona y Chile, a donde tuvo que desplazarse dejando numerosas esculturas en los seis años que permaneció en aquel país. Su arte se desenvolvió en los parámetros propios de la década de los veinte del siglo XX, que, simplificando, tenían la robustez expresiva inherente al arte que hemos clasificado como modernismo. Con ese lenguaje estético hizo para Huesca pasos como el Prendimiento, Descendimiento (1923), y Enclavación (1928). Hizo también un Cristo Resucitado para Barbastro que fue depurado en la infausta Guerra Civil.
Conocidos la expresividad y potencia de estos pasos y su escultura en Ciudad Real le encargaron para la Semana Santa de esta localidad el paso, allí los laman “trono”, de la Coronación de espinas, relacionado con la cofradía del mismo nombre vinculada a la Asociación de Empleados y Obreros de los Ferrocarriles. El paso llegó a la ciudad hacia 1925 y costó más de treinta mil pesetas. Llamó la atención, gustó, e impactó por la expresividad de la figura del verdugo. Eran necesarios sesenta hombres para procesionarlo, a pesar de lo cual les pedía un esfuerzo agotador, dado su enorme peso. En la Guerra Civil del Treinta y Seis las milicias republicanas también lo depuraron, pues la ciudad y su entorno quedó en zona roja. Al enterarse Felipe Coscolla de su destrucción se ofreció a reponerlo desde Barcelona, para lo cual llegaron a un acuerdo con la cofradía, pero estando trabajando en ello, en 1940, fue asesinado en su taller por un operario suyo, por razones no claras vinculadas a sectas de inspiración masónica, de acuerdo con la información del señor Lopéz Pastor de la Comisión de Semana Santa de Ciudad Real.