La cábala española en la Universidad Sertoriana

El catolicismo se jugaba con la cábala encontrar el sentido último de las escrituras, lo que había oculto tras ellas, la auténtica palabra de Dios que daría el golpe definitivo a los protestantes y la nueva ciencia.

Sergio Paúl
Studiosi Pro Universitate Sertoriana
28 de Mayo de 2023
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Manos con inscripciones de cábalas conocidas como Jamsa, símbolo de protección y de intervención divina
Manos con inscripciones de cábalas conocidas como Jamsa, símbolo de protección y de intervención divina

Sin duda alguna, la cábala supuso el último intento de salvar el escolasticismo aristotélico, el método que pretendía desde hacía diez siglos servir de instrumento para comprender el mundo y que se encontraba sin salida y avasallado por el nuevo método científico. Este método científico basado en la experiencia y que empezaba a triunfar en los países protestantes, se estaba revelando como una forma más eficaz de analizar el mundo y la realidad que rodea a los seres humanos.

La cábala fue una huida a la desesperada, pensando que recurriendo a ella se podría desentrañar las auténticas verdades que ocultaban bajo los textos las Sagradas Escrituras, para vencer en el último momento a esta nueva ciencia experimental que estaba apareciendo, pero pronto se constatará su fracaso y en el caso español su peligro, por rozar la herejía y poner en solfa la interpretación cristiana del mundo que venía desde la Alta Edad Media, lo que hizo que en nuestro país la cábala tuviera un corto recorrido.

Podemos afirmar que la parte mágica de la cábala, o la cábala rabínica tanto práctica como teórica, no interesó en general a los cabalistas españoles más conocidos, sino que la cábala cristiana española, fue más bien un intento de ganar para el cristianismo la espiritualidad judía y quizás para muchos conversos, una fórmula más aceptable para ser cristianos, tolerada hasta cierto punto por Felipe II, el cuál llegó a traer libros cabalísticos a la biblioteca del Escorial, siendo este tipo de cábala la que se cultivó en la Universidad Sertoriana, y especialmente su principal figura cabalística, Pedro Malón de Echaide.

Si comenzamos el análisis del desarrollo de la cábala en España, lo cierto es que comienza el siglo XVI con las típicas obras apologéticas antijudías, donde no se ve nada bueno en el saber de los rabinos, siguiendo la tradición de los tratados adversus Judaei medievales. Estas obras las encontramos en la biblioteca de la Universidad de Huesca representadas por un volumen que se publicó en 1506, obra de Jacobo Pérez de Valencia, Centum ac quinquaginta psalmi Dauidici, aunque pronto se pasará por el influjo de los cabalistas italianos y una cierta complacencia con este tipo de saberes por parte de Carlos I, a una cierta admiración por la cábala. Así vemos como se empieza a hacer alusión a ella de manera positiva en numerosas obras, siendo apreciada como una nueva corriente de ideas útil al cristianismo destacando Alfonso de Zamora y su Una Carta a los judíos publicada en 1526 y Luis de Carvajal con su Apología de las Órdenes religiosas, todos ellos seguidores de Pico Della Mirandola, cuyas obras se conocían en España al menos desde 1460 y especialmente a partir de 1517,cuando se difunde de manera abundante la edición de sus obras completas por todo el país en su versión impresa en Paris de la que llegaran cuatro ejemplares a Huesca, tres que pertenecieron a la biblioteca de la Universidad y otra que estuvo en el Convento de San Francisco, algo que no debe extrañar porque al menos en la ciudad de Huesca, franciscanos, agustinos y jesuitas fueron los más interesados en asuntos cabalísticos.

Serán precisamente los agustinos y especialmente Egidio de Viterbo los primeros que empezarán a integrar la sabiduría rabínica y la exégesis de la Biblia católica mediante la cábala como reconoce Perea Siller en su Fray Luis de León y la cábala cristiana del Renacimiento. Es en esta corriente que consideraba a la cábala como un instrumento útil para el cristianismo, donde podemos encuadrar las obras de Fray Luis de León, Alonso Orozco, Arias Montano y el catedrático de la Universidad de Huesca Pedro Malón de Echaide, que si bien no fueron cabalistas al estilo de los tres grandes italianos, no puede negarse su inclusión dentro de la corriente cabalística cristiana.

Todos ellos son humanistas que buscan el verdadero sentido de la Biblia y posiblemente tengan origen judeo-converso, salvo Malón, y se caracterizan porque dentro del humanismo cristiano español, buscan como San Agustín la verdad más allá de los sentidos, en el interior, pero de un modo distinto al humanismo erasmista, lo que permitirá enlazar la cábala con el misticismo español de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

Ciertamente, a pesar de los procesos que sufrieron algunos de ellos, la realidad indica que Fray Luis fue liberado y acabo manteniendo correspondencia y aconsejando en ocasiones a Felipe II. Incluso Arias Montano llegó a ser una de las personas más influyentes en la Corte de Felipe II con importantes responsabilidades en ella.

Así Fray Luis de León se vio claramente influenciado por la obra de Mirandola, Galatino y Giorgio de Venecia. Evidentes son las alusiones a la cábala en su obra De los nombres de Cristo, o In epistolam II ad Thessalonicenses, cuando hace alusión a la tesis de los seis mil años de duración del mundo e incluso en las exposiciones que realiza en el Libro de Job o en el Cantar de Cantares. Situación parecida vemos con el gran amigo de Fray Luis, Benito Arias Montano, del que sabemos que realizó una exégesis cercana a Reuchlin y que al menos dos de sus obras fueron censuradas en Roma al ser tildadas como cabalistas: De arcano Sermone y de Mensuris Sacra. Además, fue el responsable de que un buen número de obras cabalísticas entrarán en la biblioteca del Escorial. También a este grupo perteneció Alonso de Orozco cuyos paralelismos entre sus Declamationes y De los nombres de Cristo de Fray Luis son claras.

Obras de estos tres autores las hallamos en la Huesca del XVI de manera habitual. Así de Orozco tenemos cuatro ediciones de sus Declamationes, dos en la biblioteca de la Universidad y dos en el convento de los Carmelitas Descalzos de Huesca. También hallamos varias ediciones de la Poliglota de Amberes y de los dos libros de Arias Montano que han sido tildados por la crítica como cabalísticos, ambos sitos en la biblioteca de la Universidad, el Thubal-Cain sive De mensuris sacris liber y  el Liber Ioseph sive De arcano sermone y por supuesto de Fray Luis de León localizamos el afamado De los nombres de Cristo en el colegio de los jesuitas de Huesca en la edición de 1587 y dos ejemplares del Cantar de los Cantares de la edición salmantina de 1582, sitos en la biblioteca de la Universidad.

Pero el desdén a la cábala y su falta de utilidad nunca dejarán de ser atacadas en la península y más desde que se vaya imponiendo la escolástica más dura a partir del Concilio de Trento, especialmente a partir de 1560, con obras como la de Miguel de Medina, Christianae Paraenesis siue de recta in Deum fide libri septem : in quibus orthodoxae fidei origines et causae proponuntur, publicada en 1567, de la que existía un ejemplar en el Convento de San Francisco y en la que este escritor participante en el Concilio de Trento manifiesta una pésima opinión de los cabalistas cristianos .

También Benito Pereira se opondrá a ella en el Commentariorum in Danielem Prophetam (1587) del que se guardaba un ejemplar en la biblioteca de la Universidad y otro en el convento de los capuchinos. Dentro de los escritores contrarios a la cábala merece mención aparte Fray Luis de San Francisco, con su Globus canonum, et arcanorum linguae sanctae, ac divinae scripturae. Esta obra publicada en 1586 y de la cual la Universidad de Huesca disponía de un ejemplar, tuvo una enorme difusión a nivel europeo. Ya desde el título se recurre a una artimaña bastante habitual de aquellos autores que no quieren nombrar la palabra cábala y se sirven de subterfugios como arcani o arcanorum. Esta obra, pese a criticar con dureza a la cábala en buena parte de la misma, acaba finalmente en el capítulo X del libro defendiendo el uso de la cábala con aplicación a la exégesis cristiana de las técnicas interpretativas de los cabalistas. Alega la tradición patrística y la autoridad de Gregorio Nazianceno, para pasar seguidamente a usar las tres técnicas básicas de los rabinos que son el notaricón, la gematría y  la temura, tal y como indica Dominique Reyre en su Fray Luis de San Francisco, un hebraísta cristiano del Siglo de Oro frente a la cábala rabínica. Es una clara muestra de lo que acontece en los últimos veinte años con la cábala en España, donde surge una relación ambigua de amor-odio, en la que al mismo tiempo se crítica lo judío y lo rabínico, pero sin menospreciar del todo las tradiciones judías.

Concluir que el desarrollo de la cábala española fue enorme, quizás más que en ningún país si exceptuamos a la también católica Italia. El catolicismo se jugaba con la cábala encontrar el sentido último de las escrituras, lo que había oculto tras ellas, la auténtica palabra de Dios que daría el golpe definitivo a los protestantes y la nueva ciencia. En el caso español, siempre mirada con recelo por lo que tenía de judía y rabínica, acabó siendo postergada por ello y porque a finales del XVI, en toda Europa empezaba a verse como una vía fracasada, más cercana a la magia y a la superchería, y, desde luego, lejos de dar una solución a desentrañar los mecanismos que rigen el funcionamiento del mundo, del alma y de Dios.

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