A pesar de no haber recibido grado de ciencias en alguna de las escuelas de su tiempo, como tampoco un título otorgado por universidad, recibió este autor una educación esmerada y completa, además de centrar sus estudios en la astronomía, dedicando a ellos por entero toda su existencia. Fruto de sus trabajos que se pueden considerar profundos a juzgar tras la lectura, estuvo a un nivel muy alto y por sus citas se aprecia el conocimiento profundo de las obras de Platón y Aristóteles, además de Copérnico, y sobre todo, de estar al corriente de los estudios y autores del momento que estaban fundamentando la astronomía, tales como Alfonso X, Zacuto, Azarquiel y el resto de los autores que trabajaban en la vertiente cosmológica y observacional.
Sobre su origen se ha debatido largamente, al existir dos tendencias paralelas, una que lo hace natal de Tudela, otra, basada en la obra de Latassa, que titulada “Biblioteca Nueva de Escritores Aragoneses”, lo hace nacido o bien oriundo de la ciudad de Tarazona, en Aragón, lugar de origen del linaje de los Vicente. Hijo de Juan de Tornamira y Luisa Vicente, de quienes procede Francisco, que trocó el orden de sus apellidos tomando el materno como primero.
“Cronografía y repertorio de los tiempos, a lo moderno el qual trata varias y diversas cosas”, siendo el fruto de largos años de trabajo, en ella se comprendía: Cosmographia, Sphera, Teórica de Planetas, Philosophia, Computo y Astronomía, donde se forma la Astrología con la Medicina; y se hallaran los motivos y casas que ha aviso para reformar el año, y se corrigen muchos pasos de Astrología que por la dicha reformación quedaron atrasados. Se imprimía esta obra en 1584, en tamaño cuarto y constaba de 560 páginas y 162 capítulos, completándose con 88 láminas, mas la adicción de un “Lunario” cuyas tablas tenían una duración para veintiocho años, es decir, desde el principio del año 1583 hasta el año 1610. En esta obra, Tornamira comienza rechazando la teoría del heliocentrismo relativa a la posibilidad del movimiento de la Tierra y de un sistema del mundo geocentrista. No solo expone el modelo ptolemaico tradicional, antes bien, acompaña una minuciosa explicación del movimiento de los planetas.
“Traducción del Calendario Gregoriano de latín en español, con ciertas adiciones y comentos al fin de cada uno de sus cánones para que mejor le puedan entender”. De esta obra podemos decir que es el fruto de la atención e interés que había despertado en Tornamira, esa reforma del calendario que se venía realizando por mandato de la Bula del Papa Gregorio XIII de 1582, una reforma nacida de la necesidad de llevar a cabo uno de los acuerdos del Concilio de Trento, cual era, ajustar el calendario al objeto de eliminar el desfase producido desde el primer Concilio de Nicea del año 325 en el que se fijó el momento astral en que debía de celebrarse la Pascua. El problema era que el año 325 del Concilio, el equinoccio había ocurrido el día 21 de marzo, pero al paso del tiempo la fecha del acontecimiento se había ido adelantando hasta que, en el año 1582, se había alcanzado un desfase de 10 días, y el equinoccio se fechó el 11 de marzo. Por todo ello, Tornamira pensaba que debían adaptarse los conocimientos astronómicos a la variación en el cómputo del tiempo que traía consigo la corrección gregoriana y, a ello dedicó sus esfuerzos y saber, así, calculó unas nuevas tablas para los calendarios y para la altura de las estrellas.
“Las Elecciones” son efectuadas por Tornamira cuando ya pesaba la prohibición de la Inquisición sobre la Astrología. Aun así, se atrevió a escribir sobre Astrología agrícola y médica, en un apartado de “elecciones” que consistía en hacer uso del elemento celeste como es la Luna, para elegir cómo se recomendaba en ellas el momento mas propicio para efectuar determinadas labores agrícolas.
