En el primer cuarto del siglo XX en la memoria colectiva de los oscenses tuvieron presentes dos incendios ocurridos en la ciudad, el primero, en enero de 1905: el taller de cucharas de boj de D. Leandro Domec Abella, sito en la calle Padre Huesca con un fuego que se propagó a la casa contigua; en su extinción los bomberos funcionaron bien, pero la falta de agua en las cañerías durante la noche por la necesidad de sostener en los depósitos caudal para el abastecimiento de la población durante el día acentuaba las deficiencias del servicio de bomberos.
A toque de campana de la Catedral se extendía la alarma de fuego en enero de 1918, porque en la Alameda, junto al Velódromo, ardía el pajar antiguo de Tolosana, donde con la mejor voluntad los bomberos tomaron agua del río Isuela con sus bombas, lo cual puso de relieve que a pesar de los precisos trabajos del Jebe de Bomberos Sr. Mairal y del Fontanero municipal Sr. Sancerni, resultaba que cada vez que un incendio grande se desataba, o las bombas fallaban, o las tomas de riego de las calles no abastecían el suficiente líquido elemento.
Nuevamente la campana convocaba a fuego, en este caso, la de Santo Domingo el día 10 de septiembre de 1922, porque el almacén de alfalfa de D. Mariano Ramón de la calle de Perena nº 13 ardía a las cinco de la tarde, siendo los militares del regimiento de Valladolid quienes sacaron a los animales de las cuadras y acarrearon agua. Los bomberos tomaron agua con sus bombas de un pozo próximo y de una toma de riego de La plaza de Montearagon.En el local había 40.000 kilos de alfalfa, siendo el fuego tan intenso que la Hidro cortó la línea evitando así todo peligro, quedando finalmente el fuego extinguido después de seis horas de trabajos.
En la sesión Municipal del sábado 17 de septiembre se expuso y debatió la evidente necesidad de la reorganización del Cuerpo de Bomberos, y la prensa destacaba cómo las bocas de riego fallaron debido a las obras que se realizaban en las calles, a la vez que pedía se estudiara la compra de la regadera automóvil con tanque para 5.000 litros que tendría verdadera eficacia en los casos de incendios.
Una nueva sesión Municipal, la del 23 de septiembre fijaba el personal y material para el cuerpo de Bomberos: Un Jefe, un brigada, dos capataces y veinte bomberos, mas la adquisición de un tanque con doble aplicación, para bomba y riego, pero cuando no había pasado un mes, el 17 de octubre a las seis y media de la tarde se producía un aparatoso incendio en el Garaje de Bescós, en la calle de Zaragoza que, extendiéndose con una rapidez inusitada, parecía inextinguible. Con el servicio de Bomberos llegaron fuerzas de la Guardia Civil y del Regimiento de Artillería. En dicho Garaje había numerosos vehículos, algunos de los cuales pudieron ser salvados y otros fueron pasto de las llamas, al igual que el gran almacén de neumáticos y repuestos.
En la Sesión Municipal del día 21 de octubre, se dio lectura a un informe del Arquitecto Municipal sobre la reorganización necesaria del Servicio de Incendios y en ella la adquisición de material, dándose apertura en esta sesión a un concurso para la adquisición de un tanque automóvil para riegos e incendios.
En la primera semana de enero de 1923 la Ciudad veía circular un bello y moderno vehículo “Arroseuse-Balayeur De Dion-Bouton”, exactamente igual que las máquinas que el Consejo Municipal de Paris en número de veinte había adquirido para mantener limpia la “Ciudad de la Luz”, es decir, Huesca a partir de ese momento contaría con el vehículos “HU-343” que la situaría en la más moderna y preparada Corporación Municipal en cuanto a limpieza de sus calles. Atrás quedaba la vieja bomba apagafuegos de carrito y cuba, que eliminada la bomba aspirante-impelente crearía con Toribio y su burrito una estampa en el recuerdo de los oscenses regando el centro de la ciudad.
Es necesario el homenaje de todos al HU-343 al cumplir sus 100 años