Don José Cardús Llanas

Fue don José un gran humanista a quien Aragón debe recordar, pues si mantenemos su recuerdo, se cumplirá ese dicho aragonés de “recordarlo es tenerlo vivo”.

Cronista de la Comarca de La Hoya de Huesca. Académico de la Real de San Luis
13 de Noviembre de 2022
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José Cardús Llanas
José Cardús Llanas

Cuando después de cuarenta años de su ausencia, sin contar con sus trabajos, pero vivo en el recuerdo, vemos que felizmente se ha cumplido uno de sus deseos que más quiso ver colmados, la apertura de un “refugio de montañeros en Nocito”. Para ello adquirió una casa en 1973 que donó a Peña Guara, la cual por circunstancias en 1986 tuvo que ser derribada, pero finalmente y gracias a las instituciones altoaragonesas: Diputación de Huesca, ayuntamientos de Nueno y Huesca, Adesho, y  Peña Guara se ha logrado por fin abrir este refugio que tanto deseo. Justo es recordarlo, y una placa que haga referencia a este gran altoaragonés, consideramos debería de existir en agún punto de este edificio.

Fue don José Cardús Llanas, un inquieto altoaragonés nacido en el año de 1908, quien a una edad muy temprana, cuando más los necesitaba, perdió a sus padres, pero tuvo una gran familia que le acogió en su seno, y le dio el calor que transmiten las antañonas familias infanzonas altoaragonesas, pero sobre todo, entre sus familiares encontró un ambiente cultural y erudito que le marcarán de por vida. En las casas de sus tíos, los Llanas Aguilaniedo de Huesca y en la de los Almudévar de Siétamo, irá recibiendo lecciones de bien saber hacer y de una cultura que ellos mismos estaban forjando, no olvidemos que se trata de la familia que más miembros ilustres ha dado a la cultura aragonesa. Llanas Aguilaniedo, Llanas Almudévar, Almudévar Manzano, Bescós Almudévar, Almudévar Zamora, Cardús Llanas y Llanas Vázquez, pues han sido unas de las más ilustres firmas que durante el siglo XX ha tenido esta región, dando a su comunidad: Estudios Antropológicos, Etnológicos, Históricos, Científicos, Médicos, Lingüísticos, Turísticos y Divulgativos, pues entre ellos también encontramos pioneros y expertos de la fotografía, siendo en todos los campos donde han destacado. Estas personalidades que lo tutelan y con las que convive le transmiten su saber y con sus primos y más concretamente con José Antonio Llanas e Ignacio Almudévar compartirá muchas experiencias, quedándole la satisfacción de que sus sobrinos Llanas Vázquez y Almudévar Bercero, prosiguen con iguales inquietudes.

Nocito.
Nocito (002)

Alternó Don José desde muy niño sus andanzas en Siétamo junto a sus primos y bajo la mirada atenta de D. José Mª Almudévar siempre vigilante para que el travieso Pepito no tuviera ningún percance, porque sus inquietudes desde muy pronto se centrarían en los sótanos y pasadizos del castillo de Siétamo y sus recorridos por el castillo de Montearagón, todavía entonces en pie, allí es donde encontrará a su “amigo invisible”, que parece ser, era un ente muy especial y llamará en adelante “Artal de Montearagón” al cual  hará copartícipe de algunos de sus trabajos e inquietudes acerca de la pervivencia y restauración de estas venerables ruinas.

Acabados sus estudios, se encuentra inmerso en su profesión médica y centra sus inquietudes en la obstetricia y sobre todo en la higiene y salud de la mujer, dando a la luz interesantes trabajos médicos que llegarán a la imprenta como libros o bien como trabajos de divulgación científica, una de sus obras, precisamente titulada “La Higiene de la Mujer”, ya  en el año de 1944 alcanzaba su décima edición. Pero toda esta inquietud científica que alterna en sus pocas horas de asueto con excursiones y caminatas, le llevará a Europa, y en Alemania logrará una especialización que le convierte en pionero de nuevas técnicas acerca de la ginecología. Desde allí, en enero de 1935 comienza a enviar artículos y trabajos al periódico “La Tierra” de Huesca, sobre temas de Antropología Social, Historia y Turismo, en ellos da a conocer los Castillos del Rhin, una trilogía que será publicada en otras publicaciones de Alemania y que todavía hoy siguen siendo trabajos de referencia. En Checoslovaquia, escribe y publica una corta serie acerca de las bellezas y rincones de esta nación en el otoño de 1935. Retorna nuevamente a su tierra, donde el 26 de junio de 1936  publica un trabajo titulado “Huesca y su turismo” que podemos considerarlo como pregón de lo que será su gran trabajo posterior.

Tras la publicación el 9 de julio de 1936 de un artículo en el periódico “La Tierra” titulado “Política nacional-socialista” en el cual se ve claramente la conjunción de la pluma con el bisturí, pues disecciona con maestría el momento politico-social, se entraba nueve días después en tres años de conflictos que requerirán su máxima atención en la medicina.

El día 1 de junio de 1939 abría en Huesca su consultorio de Toco-ginecología y un año después la nueva clínica, única en la provincia dedicada exclusivamente a partos y afecciones de la mujer y desde junio de 1941 es por oposición Toco-ginecólogo de la Beneficencia Provincial de Huesca

Será necesario que transcurran unos años para que veamos otro fruto de su pluma, iniciando en junio de 1944 hasta noviembre de 1948 sus colaboraciones con el diario “Nueva España” en las que firma con el seudónimo de “Ibero” y que son como una vuelta a su afición preferida, castillos, cisternas, pasadizos y torreones, en suma, piedras medievales que son las que lo cautivan. Cierto es, que en estos ocho años de paréntesis, tres de guerra y cinco de actividad médica e investigación, dio a la luz en distintas publicaciones médicas especializadas de España, Francia, Alemania y Portugal una serie de treinta y cinco trabajos sobre aspectos de la ginecología: gestación, preparación del parto, parto sin dolor, enfermedades de la mujer, etcétera, además de un total de once trabajos monográficos de investigación médica que publica a sus expensas.

Nuevamente tras el año 1948, de silencio divulgativo de su obra cultural, quizá impuesto por su breve vida política como Concejal del Ayuntamiento de Huesca, cargo al que renuncia, igualmente que al puesto de Tocoginecólogo del Seguro Militar de Enfermedad, por exceso de trabajo  y sobre todo, por la construcción de su nueva clínica la cual diseña desde sus cimentaciones a los detalles de agua o vertido, que la convierte en clínica maternal modelo en toda España, haciéndose eco de su instalación numerosas publicaciones tanto médicas como informativas. Esto entra dentro de una faceta quizá desconocida del doctor Cardús, quien realizó una serie de diseños para: Sanatorios, Residencias Geriátricas, la Venera de Miguel Servet, el Caballero Ibérico del I.E.A., la medalla de la Cofradía de San Lorenzo, incluso una modernísima Estación de Autobuses para Barbastro, proyecto que mereció la atención de varios Colegios de Arquitectos, aunque no llegó a realizarse y la ciudad del Vero sigue con su vetusta estación. Se limita desde este año a desempeñar el cargo de Maternólogo de la O.M.I. y Ginecólogo del Seguro de Enfermedad de los sectores de Huesca y Jaca, además de su clínica, trabajando intensamente en una capital de provincia con tendencia a crecer, pues de 1934 a 1948 su población aumentó 5.300 habitantes y al doctor Cardús se le reconoce haber ayudado a venir al mundo al 34,59 % de los nacidos.

Su instalación de la  clínica del Pilar en la ciudad de Barbastro le lleva a reencontrarse con don Francisco Izquierdo, un sacerdote y gran escritor, que está actuando como director de “El Cruzado Aragonés”, semanario que ha hecho su reaparición tras un silencio impuesto en julio de 1936, el cual se queda maravillado con los trabajos que don José tiene ya realizados sobre Piedras Armeras del Somontano y Castillos de la Provincia.  Quien le pide publique estos en sus páginas, lo cual comienza en abril de 1953 con las Piedras Armeras  y, desde 1954 a 1964, serán diez los años que estará ocupado dando a la luz sus trabajos sobre los Castillos desde las páginas de este semanario, que íntimamente y entre los colaboradores llamamos “Crucito”, que le llevan a recibir el 27 de abril de 1963 la Medalla de Plata de la Asociación de Amigos de los Castillos.  Son a su vez unos años en los que publica interesantes estudios de arquitectura medieval en la revista “Argensola” y otros en colaboración de su íntimo amigo el medievalista Federico Balaguer, con quien comparte inquietudes, descubrimientos e investigaciones, pues no en vano, desde el año 1945 se encuentra, junto a José Antonio Llanas, Ignacio Almudévar y Cecilio Serena en una misma empresa cultural, dirigir el Instituto de Estudios Oscenses, entidad en la que colabora estrechamente, al igual que participa con Julio Arribas Salaverri, Francisco de Asís Gabriel y Ponce y Eloy Martinez, en la fundación y puesta en marcha del Instituto de Estudios Sijenenses Miguel Servet, de Villanueva de Sijena, uniéndoles a todos la amistad, a la vez que la admiración que sienten por Servet, a quien cita con frecuencia, respeto y veneración el Doctor Cardús, quien se siente plenamente satisfecho cuando en junio de 1958, en la redacción de El Cruzado Aragonés, se recibe una  felicitación del director de los diarios londinenses “The Daily Telegraph” y del “Morning Post” por la magnífica labor desarrollada por el semanario barbastrense en pro de los castillos de esta provincia española.

En diciembre de 1963 es llamado a colaborar por “Heraldo de Aragón”, el Decano de la prensa  Aragonesa, iniciando sus páginas dominicales bajo el título común de “Turismos Altoaragoneses”, el primero de los  cuales, “Alastruey”, es juzgado ya como muy interesante, el segundo será de una atracción extraordinaria, “Rutas Románicas”, al cual sigue “La Merced en Embún” y el cuarto atraerá poderosamente la atención de todos los aragonesistas, pues con la pregunta como título de ¿Tenemos a la intemperie el cráneo de un rey de Sobrarbe?, llamaba la atención ante un intento de expolio patrimonial llevado a cabo en el cenobio de San Victorián de Sobrarbe. A partir de este momento serán muchos sus seguidores que irán recortando y guardando sus publicaciones semanales, pues constituyen un auténtico compendio de historia y arte, que llega hasta septiembre de 1980. En ellos no queda ermita por reseñar, por muy alejada y escondida que se encuentre, castillo por descubrir, pueblo, caserío o pardina por reseñar y gruta por dar a conocer, pues gracias a don José se conoce “La Grallera”, en la Sierra de Guara, considerada como la tercera vertical del mundo y que da a conocer en abril de 1966, relatando esa expedición en la que marcha al frente de ciento cincuenta hombres y una dotación de Guardia Civil al mando de un brigada, o el descubrimiento de la “Cueva del Toro”, un hábitat del periodo Neolítico que será explorada por Peña Guara, entidad que lo cuenta como Socio de Honor y a la cual dedicó y ofreció muchos de sus descubrimientos. Caminar junto a él era toda una amplia lección, que abarcaba desde…”mira qué vista más bonita desde aquí; cuida esa piedra que vas a pisar, que es un fósil; ¿has visto esa uva de onso que acabamos de pasar?; mira, esa trocha de la derecha lleva a las ruinas de…” , todo de carrerilla. A renglón seguido y en breve espacio de tiempo, pues su cerebro, ojos y pies sintonizaban en una perfecta armonía, y si gustaba de enseñar a los demás, también le gustaba aprender, por ello recogía en sus correrías turísticas unos materiales que los lunes dejaba en la tienda de Balaguer, dentro de una bolsa de plástico,  con un sobre usado o una vieja receta en las que aprovechando el espacio blanco decía: “Las piedras que las vea el “piedrólogo” ( Luis Lafarga), la cerámica el “barrólogo” (se refería a este cronista) y tú Federico búscame algún dato sobre si hubo castillo o torre defensiva en las proximidades de… Un abrazo de tu affmo Cardús”.

Cierto es, y en el caso de don José, más todavía, que detrás de un gran hombre se encuentra el apoyo de una gran mujer, en este caso, su ayudante, enfermera, y mecanógrafa que le pasaba todos sus trabajos, pues siempre  odió  la máquina de escribir, y sobre todo ello, es la esposa,  doña Margarita Cosculluela Clemente.

Muchos de sus artículos de prensa  fueron posteriormente publicados en una colección de doce tomos entre 1969 y 1980 y tres de ellos serían declarados “Libros de Interés Turístico”. Su incansable ánimo viajero e investigador, su intenso trabajo rastreando la toponimia, la historia, la tradición oral, le llevó a situar restos y cimentaciones que ya estaban en pleno olvido, así como pueblos, costumbres y gentes.  Con auténtica veneración nos fue describiendo castillos y ermitas, sus piedras, las hiedras que tapizaban los muros, así como la maleza que cerraba el paso y que tuvo mil veces que recortar con las tijeras podaderas que siempre llevaba y una paciencia inusitada. Impregnó sus artículos de datos y fechas siempre contrastados, también aventuró hipótesis que incluso fueron calificadas por algunos como descabelladas e incomprendidas, pero que hoy se encuentran plenamente confirmadas. Hizo asequibles sus artículos con un estilo divulgativo en el cual se entremezclaba la historia con el aroma indeleble de fantásticas leyendas, cuya poesía había recogido en sus numerosas visitas profesionales por toda la geografía altoaragonesa. Todo su trabajo le llevó a recibir diversos reconocimientos, además de ingresar en la Real Academia de Bellas y Nobles Artes de San Luis, Real Academia de la Historia, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Conocedor de la lengua aragonesa, en la cual charró de niño en Siétamo, la defendió llegando a escribir en el Atrium de sus libros: As piuedras seculárs d’os molimentos arqueooxicos altoaragoneses, en ban disparixendo.

D’as enruenas d’os castiellos, d’as ilesias romanicas sin tiños, ban caendo, redolando costera enta baixo, muitos, muitos más sillars qu’os remesos.

Bi-ha inmillorable güena boluntá por parti d’a alministrazión ta restaurar joyas y alfayas; pero as barucas dinerarias rezagan os eszeléns popositos.

Pero agún en quedan, de chemas pa  amostra-las a os nuestros besitans; y remané, inamobiles, muitos paisaches d’ensuenio.

Admirado por historiadores como Balaguer, Durán, Valenzuela,  Dolç, Ubieto, Sánchez Tovar y otros, a los que siempre oímos palabras de elogio hacia la labor de Pepe Cardús, como afectuosamente lo llamaban y con quienes departió en numerosas ocasiones sobre los Castillos, llegando a fundar una Asociación Altoaragonesa de Amigos de los Castillos de la que pervivimos algunos miembros. Dejó una huella indeleble en los jóvenes investigadores que nos acercamos en aquellas fechas a él, porque siempre tuvo palabras de aliento, indicó sus hallazgos que todavía estaban sin publicar, o simplemente, nos dejó acompañarle en alguna de sus expediciones. Llenó los archivos de numerosos aficionados aragoneses de recortes de prensa, pues sus artículos eran guardados y utilizados como guía turística, incluso sus croquis de los itinerarios podemos considerarlos como los precursores del GPS, pues como si de una pantalla del famoso “Ton-Ton” se tratara, treinta años antes de su invención, nos incluía en sus libros las líneas y puntos a seguir, junto a las explicaciones que hacían no se perdiera nadie.

En suma, fue don José un gran humanista a quien Aragón debe recordar, pues si mantenemos su recuerdo, se cumplirá ese dicho aragonés de “recordarlo es tenerlo vivo”.

 

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