Huesca, Ciudad Universitaria desde 1354, gracias al Privilegio del Rey Pedro IV

El monarca sentía una especial predilección por la ciudad y una gran devoción por la virgen de Salas

Francisco Bartol
Historiador. Studiosi pro Universitate Sertoriana
11 de Diciembre de 2022
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Pedro IV El Ceremonioso. FOTOGRAFÍA DE ABC
Pedro IV El Ceremonioso. FOTOGRAFÍA DE ABC

Para escribir se necesita tiempo y para escribir bien, ser un ESCRIBANO MAYOR, como el director de este periódico. Gracias, Javier, por divulgar unos hechos históricos, a menudo ignorados u olvidados.

En este hecho histórico intervienen tres protagonistas, los ciudadanos de Huesca, el Ayuntamiento y el Rey Pedro IV. Aunque de la voluntad de este último dependía la fundación de la Universidad de Huesca, no fueron menos importantes los otros dos, los ciudadanos porque siempre habían sido fieles y leales a la Corona, a los que este rey llama “hombres honrados”, y el Ayuntamiento que realizó la petición al monarca. Sin la lealtad de unos y la súplica del otro, la Universidad no hubiera llegado a esta ciudad.

Por orden cronológico es la cuarta universidad de la Corona de Aragón; la primera fue Montpellier fundada por el Papa Nicolás IV en 1289; la segunda, la  de Lérida erigida por el rey Jaime II en 1300 en las Cortes de Zaragoza; y la tercera la de Perpiñán en 1349 fundada por el rey Pedro IV.

Cuando en esta época se realizaba una concesión para fundar una Universidad era frecuente seguir un modelo anterior y adaptarlo a las circunstancias de cada ciudad, por ejemplo, el Papa Luna (Benedicto XIII) en 1415 en la fundación de la Universidad de Calatayud, siguió el prototipo de fundación de la Universidad de San Andrés en Escocia; Jaime II para la fundación de la Universidad de Lérida, utilizó el modelo de la  fundación de la Universidad de Nápoles en 1224 por Federico II de Hohenstaufen, y Pedro IV tomó como referencia para fundar la Universidad de Huesca el privilegio concedido a Lérida por su antecesor, Jaime II.

El 12 de marzo de 1354 es uno de los días más importantes para esta ciudad. El rey Pedro IV, apodado el Ceremonioso, y también el del Puñalet, en las Cortes en Alcañiz concede a esta ciudad el privilegio de tener una Universidad. A partir de este momento Huesca es, por derecho propio, una ciudad universitaria, como Salamanca, Valladolid, o Lérida en España; Bolonia o Padua en Italia; París o Tolouse en Francia.

Pero este rey, preocupado ante todo por sus conquistas, se desentendió totalmente de la financiación de la Universidad oscense. Son el ayuntamiento y el cabildo catedralicio, es decir, el poder civil y el poder religioso, quienes aportan los recursos económicos suficientes para que esta institución pueda realizar su actividad académica.

La concesión de una bula papal o de un privilegio real con la posterior confirmación papal a una ciudad para fundar una Universidad suponía en la Edad Media un honor y orgullo para dicha ciudad, por eso afirma el rey Pedro IV que la ciudad de Huesca es merecedora de este gran regalo que es el privilegio concedido por Nos generosamente y de buen corazón, porque es la más adecuada de todas las ciudades del reino de Aragón para establecer una Universidad.

En época romana, pero principalmente en la Edad Media, estos poderes (el civil y el religioso) controlaban toda la enseñanza superior porque en la Universidad se formaban las élites que habían de regir a la ciudadanía. Estos poderes siempre han procurado tener el control de esta institución académica, por eso dice este privilegio, que la finalidad general con la fundación de la Universidad de Huesca es que los futuros graduados complazcan a Dios y al Rey y ayuden a otros a alcanzar los conocimientos impartidos en ella. Un ejemplo claro de este control aparece en las Partidas del rey Alfonso X el Sabio donde dispuso que la Universidad (Estudio General, como se llamaba en esta época) solamente podía ser establecida por el papa, el emperador o el rey, en cambio, para erigir los estudios particulares (una especie academia, diríamos hoy) eran competentes el obispo, el abad del monasterio y los ayuntamientos.

Y así le sucedió a la ciudad de Huesca; primero tuvo un privilegio real, en el que se concedía a sus profesores y estudiantes los mismos beneficios y gracias que les habían sido concedidos por la Santa Sede a Universidades tan significativas como Montpellier, Tolouse o Lérida. Y después dos bulas de Paulo II en el año 1464, la primera a propuesta del Ayuntamiento y del rey Juan II, padre de Fernando el Católico, confirmando los privilegios que había concedido el rey Pedro IV a los doctores, maestros y escolares; entre estos privilegios estaban que sus graduados podían enseñar en todas las universidades, lo que llamaban la venia docendi; y tanto profesores como estudiantes, ante la comisión de una falta o delito, fueran juzgados exclusivamente por las autoridades universitarias. Y la segunda bula tuvo como objetico nombrar a los abades de Montearagón y San Juan de la Peña y al prior de la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza jueces conservadores de dicha Universidad; la misión de estos conservadores era defender los privilegios de los profesores y estudiantes, así como los intereses de la Universidad oscense.

El rey Pedro IV tuvo una predilección especial por esta ciudad, porque desde pequeño fue un gran devoto de Santa María de Salas y San Martín de la Val d'Onsera, tanto es así que consideró a éste como protector en todas sus conquistas.

Este rey elige esta ciudad por delante de todas las demás ciudades del reino de Aragón por varias razones:

Primera, para que todos los aragoneses -no solo los oscenses- no se vean obligados a salir de su tierra para estudiar, Teología, Derecho Canónico, Derecho civil, Filosofía y Artes. Aunque en esta época solo podían estudiar los hijos de la nobleza, sin embargo, la cantidad de gastos que conllevaba realizar los estudios universitarios lejos de su tierra suponía muchas veces caer en la pobreza, por eso en el célebre privilegio escolástico de 1158 el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico I Barbarroja, dice literalmente que por causa de estos estudios los estudiantes de ser ricos pasan a ser pobres.

Segunda, el rey con esta fundación agradece a los honorables ciudadanos oscenses y a la nobleza, su fidelidad a la Corona, y los servicios que éstos han prestado no solo a él, sino también a sus predecesores.

Y tercera, esta ciudad goza de unas peculiaridades especialmente adecuadas para tener universidad, como son la felicidad de sus gentes, la fertilidad de sus campos, un aire purísimo para la salud, y sus delicados alimentos.

El rey reproduce casi literalmente desde el privilegio ilerdense una prohibición que será muy relevante en la historia de esta Universidad: nadie puede enseñar ni estudiar en otra Universidad de este reino que no sea Huesca; si alguno, dice, se atreviere a ello, ha de saber, que será castigado con la ira e indignación real, es decir, la confiscación de sus bienes o el destierro, y una multa de mil florines de oro. Una sanción tan grande solo podía tener una explicación, la disuasión de cualquier persona de contravenir esta norma.

Este privilegio necesitaba finalmente, para ser válido y firme, ser ratificado con los testigos, en este caso cinco nobles, Lope, Conde de Luna; Bernardo de Cabrera; Blasco de Alagón; Juan Jiménez de Urrea, Señor de Alcalaten; y Luis Cornel, y firmado con el sello del rey, una cruz, símbolo del cristianismo y de la autenticidad del documento.

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