Inundaciones y terremoto en Huesca, recordando julio de 1923

No se produjeron daños personales, pero los destrozos en toda la provincia fueron cuantiosos

Cronista de la Comarca de La Hoya de Huesca. Académico de la Real de San Luis
09 de Julio de 2023
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Inundaciones en la provincia de Huesca en julio de 1923
Inundaciones en la provincia de Huesca en julio de 1923

Huesca estaba preparada para recibir al nuevo prelado de la Diócesis, en el meridiano de julio de 1923, cuando después de ser recibido en el Santuario de Salas, se dispuso a efectuar la entrada en la ciudad. Nos cuentan las crónicas que, desde la plaza de Dña Sancha hasta la de San Lorenzo, no se había visto nunca tanta gente concentrada. No era para menos, los oscenses deseaban ver la  curiosa cabalgata compuesta por la Guardia Civil a caballo abriendo el paso, y después el abigarrado escuadrón , en el que formaban los Generales con sus ayudantes y los soldados de la escolta de Cazadores de los Castillejos vistiendo todos el uniforme de gala; alguien dijo que componían un precioso apunte para una acuarela de Unceta. Seguían el Alcalde Sr. Sopena a caballo, junto a sus Concejales, señores Fuentes, Araus, Chapulle igualmente a Caballo, el resto del Concejo a pie, pero todos luciendo sus rojas bandas destacando sobre los trajes de etiqueta, seguían los de miembros de la Diputación Provincial y otras autoridades civiles, rodeando todos a la arrogante figura de Fray Mateo Colón y Canals que como nuevo prelado hacía su entrada en la ciudad montado en la mula blanca del señor Mallada que estaba ricamente enjaezada. Tarde de fiesta en la ciudad oscense que recibía con vítores al nuevo obispo de la Diócesis.

Fray Mateo Colon y Canals
Fray Mateo Colon y Canals

Durante aquella noche, a las cinco horas y media, la ciudad se veía sorprendida por un fenómeno geológico que sembró el pánico, pues tras una ligera sacudida que despertó a todos los vecinos, sobrevinieron dos sacudidas o temblores terrestres brutales y violentísimos. Al ruido del gran huracán, siguieron las sacudidas o temblores, los perros no cesaban en sus aullidos y en Panticosa y Biescas alcanzaros los temblores de tierra proporciones alarmantes, máxime cuando fueron abundantes los tabiques y tapias que se derrumbaron; otro tanto ocurría en Barbastro, Siétamo, Ayerbe y Lierta, y otras localidades. Este fenómeno, o terremoto, se repetía a las siete y cuarto, provocando ya, la alarma general en la Ciudad y Provincia que no recordaba otro caso igual desde el ocurrido el  28 de noviembre de 1919. No obstante, no faltaba el humor de Juan del Triso quien escribía: Pues hizo el Padre Mateo; en Huesca triunfal entrada; cabalgando muy gentil; en la mula de Mallada; y ayer…ayer era martes; el martes trae mala pata; por eso entre cinco y media; y las seis de la mañana;, despertamos los vecinos; como si alguien nos cunara. A los movimientos sísmicos siguieron sin interrupción las tormentas, que provocaron que alguno  de la cuadrilla del “Molinero” con la clásica retranca del huesqueta de aquel entonces, comentara: ¡Claro,  nos llegó ayer el sobrino del Trueno!.

Tras los temblores, no se interrumpieron las tormentas ni los aguaceros torrenciales, el cielo se abría a intervalos y arrojaba trombas y trombas de aguas Se quedó cortada la carretera que conduce a Jaca desde la Sotonera hasta Ayerbe por causa del agua caída en tal cantidad que se desbordaron los ríos Sotón, Astón, y San Julián, así como todos los barrancos que descendían de la Sierra de Loarre, convirtiendo aquellas llanuras de Plasencia, Quinzano, Esquedas, Ortilla, Lupiñen y Montmesa en una inmensa laguna, cuyas aguas arrastraban faginas enteras de mieses, árboles y hortalizas, siendo las pérdidas cuantiosas. En Ayerbe, todos los huertos arrasados por las aguas de San Julian; el tren Correo de Jaca detenido en Turuñana, sumándose a estas calamidades, una gran crecida del río Gállego  a las seis de la tarde que hizo necesario que funcionaran las diez alzas del pantano de La Peña. Triste espectáculo de tierras desoladas, que asemejaba a las recientemente inundaciones de San Juan de Mozarrifar  y Villanueva de Gállego en la provincia hermana de Zaragoza.

En la Sotonera no les quedaba a los labradores ni la más remota esperanza. Las aguas arrastraron con su ímpetu toda la tierra de labor, es decir, desde las laderas de las sierras de Marcuello, Loarre y Gratal, por esas pendientes rocosas, por esas grietas y barranqueras, en las que  no había ni un árbol, ni una mata, se despeñaron como furias del averno, las aguas de la horrible tromba y llegaron al llano como un ejército devastador, en el que los haces de mieses flotaban y corrían velozmente dando tumbos sobre los lomos de la corriente, destrozando el puente del rio Salado y cortando la carretera de acceso  a la población, la de acceso a la  Sotonera y la general  de Jaca. Las tormentas y las avenidas de los ríos Gállego y Sotón inundaron toda la huerta y campos de Gurrea de Gállego, derrumbándose parte de la casa Abadía y La Escuela, alcanzando el río Gállego a su paso por este término los seis metros de altura.

Recuperados del primer susto, se comenzaron a recibir noticias de la provincia: En la Canal de Berdún, las grandes chimeneas se desplomaron, se abrieron grietas en las fachadas incluida la de su Ayuntamiento, el pueblo de Martes padeció grandes destrozos, en Bailo los perjuicios en casas y campos innumerables. Hacia el Este, en el Valle de Rasal, desbordado el río Garona por las aguas que bajaban de los montes Selva, Paúl de Séla, y Cabezón de San Antón, quedaron totalmente derruidos los dos puentes y los campos convertidos en grandiosos pedregales y torrenteras desapareciendo cosechas y caminos. No se lamentaron desgracias personales, pero el Altoaragón vivió una vez más el infortunio.

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