La viruela era una de las enfermedades más letales del mundo. En el último cuardo del siglo XVIII y y primero del XIX, hizo estragos en toda Europa, y más en América, donde se encontraba la población sin defensas naturales contra ella. Se ha calculado que en esa época pudo cobrarse 400.000 vidas al año en todo el mundo. Hasta el descubrimiento por el médico inglés Edwar Jenner de la primera vacuna, que una vez probada en España por el doctor Francisco Javier Balmis, médico del Rey Carlos IV, propuso llevar este remedio a las llamadas colonias de ultramar, gran parte de América y Filipinas. A tal efecto, dispuso llevar niños sanos en una travesía en la que se les iría pasando el virus de brazo en brazo cada pocos días, manteniéndolo de esta forma vivo hasta cruzar el océano.
La Real Expedición filantrópica de la Vacuna zarpó el 30 de noviembre de 1803 de La Coruña, estaba compuesta por 22 niños, que estaban a cargo de la enfermera Isabel Zendal Gómez y dirigidos por el doctor alicantino Francisco.Javier Balmis, autor de esta iniciativa sanitaria que salvaría millones de vidas, pues se estima que más de 500.000 personas fueron inmunizadas por esta expedición que además creaba en los lugares donde pasaba Juntas Sanitarias y Casas de Vacunación Públicas.
En España, concretamente en León, ejercía de Corregidor desde 1799 D. Orencio Antonio de Santolaria y Ramirez, un oscense nacido el 26 de septiembre de 1767, que había estudiado en la Universidad Sertoriana de Huesca, doctorándose en Cánones y Leyes, y llegando a ser Rector de esta Universidad. Era perteneciente a una familia Infanzona patronos de la Capellanía laical instituida en la Capilla de Nuestra Señora de Montserrat en la Real Basilica de San Lorenzo.
Este Sertoriano, preocupado por el bienestar de la gente muy especialmente por su salud, se dirigía a don Pedro de Ceballos y Guerra, Secretario de Gracia y Justicia, enviándole el auto que había promulgado: “En la ciudad de León a catorce de diciembre de mil ochocientos tres, su Señoría el Dr. D. Orencio Antonio de Santolaria y Ramirez, Corregidor político, Justicia adelantado mayor del Reino de León y alcalde mayor de su Real adelantamiento, por ante mí el escribano dixo: que viendo su Señoría acreditados no solo en el Reyno, sino también en casi toda Europa, los prodigiosos efectos de la vacuna, y convencido de la infabilidad de ellos, no solo por las contextes noticias comunicadas por los papeles públicos, sino también por la propia experiencia, a resultas de las doscientas ochenta y tres personas que se vacunaron en el año próximo, por el cirujano titular de esta ciudad, y primer ayudante de cirujano mayor honorario de los Reales Exercitos D. Antonio Josef Fernandez, con el auxilio y los esfuerzos de su señoría ha procurado, con quanta actividad le ha sido posible introducir en estas capital, nuevamente el “virus vacinante” para propagarlo y hacer general la vacunación, y con efecto después de haber sido ineficaces las diligencias que ha practicado por correspondencia escrita con diferentes personas, noticioso de que en la villa de Villanueva del Campo se estaban vacunando algunas gentes; para que verificada la vacunación de brazo a brazo fuese más eficaz y segura, tomó La determinación de enviar dos niños a dicho pueblo, costeando todos los gastos de ello, y de la persona que les acompañó de su propio peculio. El director por S.M, del Real hospicio de esta capital, canónigo y dignidad de arcediano de Valderas de su santa iglesia, Don Rafael Daniel, prestándose gustoso, como lo había hecho antes de ahora, a un fin tan benéfico, e interesante a la humanidad, le franqueó dichos dos niños de los más sanos y robustos del Real hospicio. Las resultas correspondieron a las diligencias practicadas, y los niños vacunados en Villanueva del Campo han proporcionado pus para propagarlo, vacunando como se ha hecho por el mencionado Dr. Fernandez a ciento quince personas hasta el día, y se continúa executando en quantos se presentan a la operación. Y no siendo de esperar que haya quien pueda dudar de la eficacia de un preservativo tan precioso contra una enfermedad que ha aniquilado hasta ahora una gran parte del género humano, y que aprobado por los sabios de la Europa casi toda, y acreditado por la experiencia, ha movido al piadoso corazón del Rey nuestro Señor a propagarlo en su dominios de las Indias a costa de su Real Erario, sin perdonar gasto alguno, para que así en esta capital como en toda la provincia puedan aprovecharse de tan grande beneficio, ha determinado su Señoría se publique por bando, y en la forma acostumbrada, la proporción de vacunarse todo el que quiera disfrutarla; en inteligencia, de que el referido cirujano se presta a la operación en su casa, en la de su Señoría, y de cualquier persona que le llame, sin que los que se vacunen tengan que contribuir con gasto alguno”.

Don Orencio Antonio de Santolaria remitía al Sr. D. Pedro de Ceballos la siguiente explicación…..”Exmo Sr: Penetrado íntimamente de la seguridad de los prodigiosos efectos de la vacuna, y deseando con las más vivas ansias concurrir por mi parte a la execución de las piadosísimas intenciones de S.M. he practicado quantas diligencias me han sido posibles, para que los pueblos, cuyo régimen está a mi cargo, se aprovechasen de tan grande y tan precioso beneficio.
A este fin, no contento con haber executado quanto se refiere en la provincia, de que acompaño un exemplar, ni con haber hecho vacunar en esta ciudad a doscientos treinta y un niños con el pus, que, traído por dos enviados con este objeto a la villa de Villanueva de Campo, se ha propagado en gran manera, conociendo que todo esto no era bastante para desterrar de las aldeas las preocupaciones contra una operación tan acreditada, me determiné a pasar personalmente a algunos pueblos de esta jurisdicción acompañado del cirujano Don Antonio Josef Fernandez, y de niños vacunados, y en estado de comunicar brazo a brazo el pus vacuno.
Con efecto, valido del auxilio de los párrocos, procurando vencer la resistencia de los aldeanos por medio de la persuasión, y de la demostración de los mismos niños vacunados, he logrado se hiciese la operación en muchos pueblos, y que a mi presencia se repitiese en los mismos, y en otros, resultando de esto haberse vacunado con el mas felíz éxito, quinientas veinte y dos personas desde la edad de tres meses hasta la de setenta años, y conservándose así el pus para continuar, extendiéndole a quantas se pueda: todo graciosamente, pues incluso las vendas, cabezales, tafetán inglés, y demás necesario, lo he costeado, y costearé de mi propio bolsillo”.

La contestación del Excelentísimo Señor don Pedro Ceballos no se hizo esperar, “He dado cuenta al Rey de la carta de V.S. en la que me manifiesta las diligencias que ha practicado para que los pueblos, cuyo régimen está a su cargo, se aprovechasen de los preciosos efectos de la vacuna, acompañando un testimonio de las mismas, y del número de personas de todas edades, que hasta entonces se habían vacunado con el mas feliz suceso, costeando V.S. los gastos de su propio bolsillo; y enterado de todo S.M. ha oído con complacencia la eficacia con que ha concurrido V.S. a sus piadosas intenciones, y me manda dar a V.S. gracias por su zelo en este particular…”
Fue necesario que pasaran 200 años para que se recordara a la enfermera Isabel Zendal y al Doctor Balmis, pero justo es recordar igualmente a este Político y Jurista, Orencio Antonio de Santolaria y Ramirez, un Oscense y Sertoriano, gracias al cual, se vacunó a casi toda la población leonesa antes de la expedición a las colonias de ultramar.