El Pueblo y la Colegiata de Alquézar

Tercer premio del Concurso "Las bellezas de España vistas en automóvil"

Cronista de la Comarca de La Hoya de Huesca. Académico de la Real de San Luis
11 de Septiembre de 2022
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Vista de Alquézar en 1922.
Vista de Alquézar en 1922.

El concurso de pequeños artículos describiendo una excursión bajo el lema “Las bellezas de España vistas en automóvil” era convocado por la revista nacional especializada España Automóvil  en el verano de 1922 con el deseo de dar a conocer cuantos rincones bellos y pintorescos de España podían visitarse con un automóvi. Los trabajos concursantes deberían ser acompañados por cuatro fotografías y plano o croquis explicativo de la posición del sitio descrito, todo ello enviado  en sobre cerrado bajo seudónimo o lema y  finalizaba en agosto publicándose los finalistas en la sección de esta revista titulada peregrinaciones artísticas. Allí bajo el lema HÉCTOR, había enviado Ramón J. Sender un trabajo, que premiado, era publicado: “El Pueblo y la Colegiata de Alquezar”, que se trataba de un texto distribuido en tres partes:

1ª. El sueño de un alarife.- En él, su autor nos habla de pasadizos callejones, tortuosos, edificios de traza huraña recatándose de la luz, algún maltrecho ajimez, detalles mudéjares exornando las grandes crujías sin una ventana, los aleros, las galerías, su plaza mayor, rodeada de soportales irregulares. Alquezar en toda su pureza es la esencia arquitectónica que soñaron los alarifes cuando en el siglo XIII comenzaron a edificar junto a los exedras de la fortaleza, nos dice. Habla de la calle que partiendo de la plaza da acceso a la colegiata, y nos relata su autor, que acaba de atravesar una villa de “época” construida por poetas en lugar de arquitectos; canto rodado, ladrillo y sillería, pero todo cubierto por el velo plomizo que pusieron los siglos, patina ennoblecedora de ancianidad.

Detalle del Claustro de la Colegiata de Alquézar en 1922.
Detalle del Claustro de la Colegiata de Alquézar en 1922

Un tesoro artístico.- Nos describe el claustro con sus interesantísimas pinturas murales y los capiteles románicos del siglo XI, la capilla de San Fabián y la estructura de las colunmatas, que datan de igual fecha que los capiteles, no olvidando de admirar la ojiva que da acceso al templo. Una iglesia espaciosa que presenta su altar mayor, esculpido en madera policromada, de una magnificencia poco corriente. En las capillas de San Juan Nicostrato, de la Virgen del Rosario y la de Lecina, hay tablas pintadas de modo magistral, ante las que no ha mucho hubo de extasiarse nada menos que Ignacio Zuloaga. Un magnífico San Pablo, varios bronces y un lienzo inspirado y trazado al modo de Murillo, dice que conquistaron su entusiasmo de  modesto amateur.

3ª.- El paisaje.- La colegiata domina el pueblo, irguiéndose sobre una roca de unos cien metro de altura. Desde la enorme planicie de lo que fue fortaleza se abarca el espectáculo de un paisaje muy variado y pintoresco. Cortada a cuchillo la roca de sustentación del edificio, deja ver en el fondo la cinta de mercurio del rio Vero, que corre a una profundidad de más de doscientos metros. El paisaje es de una bravura viril, salvaje, A la otra parte del río un barranco lleno de oquedades que presenta un aspecto fantástico, poblado por las aves de rapiña. Sobre uno de los ángulos de la planicie se yergue amenazadora y esbelta la torre del homenaje y en sus proximidades, hasta tres o cuatro grandes cruces de piedra que se recortan sobre el cielo azul.

Cerrando todas las descripciones y su texto, su autor, recién retornado a Huesca, tras su experiencia madrileña y con 21 años, hace su reflexión final: “Tiene Alquézar cuanto puede el turista desear para aprovechar una excursión larga con el máximum de emoción artística. El pueblo es una maravilla de estilo mudéjar, que conserva todos los matices del siglo en que fue construido. El artista deja expandir su espíritu entre las encrucijadas, los pasadizos, volar a un ajimez y perderse por el laberinto oscuro de los soportales. En la colegiata se tropieza con otras modalidades del arte. La escultura, la pintura y el grabado, y desde aquella cumbre impregnada de un poderoso sentido de evocación, se nos brinda el paisaje más duro, mas bravío de todo aquél sector montañoso bajo la caricia de un cielo reidor”. Ramón J. Sender, agosto 1922

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