Rector Sichar, el enterrador

Puntos discordantes como Rector

Macario Olivera
23 de Enero de 2023
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Jorge Sichar Loscertales.
Jorge Sichar Loscertales.

Jorge Sichar Loscertales, jurista aragonés. Nacido en la localidad de Estada, cerca de Barbastro, año 1805, según consta en una partida de bautismo, aunque no en el árbol genealógico. Casó con Josefa Oliván Borruel de familia infanzona de Asso de Sobremonte, tuvo tres hijas llamadas Pilar, Josefa y Cinta, quienes casaron con miembros de familias nobles aragonesas, entre ellos el Conde de Gabarda.  Murió en el año 1877. Catedrático de las Universidades de Huesca y de Zaragoza, sucesivamente. Ostentó también varios cargos políticos, pues los Sichar fueron una familia infanzona, es decir, de alta nobleza. Y aquí ya podemos empezar a sospechar, honestamente, pero, cum fundamento in re, como frecuentemente apostillan los clásicos. Me viene a la mente una advertencia del que fue, a finales del siglo pasado, Rector de la Universidad de Zaragoza,y a quien yo mismo voté a su favor, en mi calidad entonces de miembro del Claustro de dicha Universidad, se trata del Dr. Juan José Badiola. Advertía el Dr. Badiola: Cuidado con que la política entre en la la Universidad, porque entonces estamos perdidos. Muy pronto empezamos a pensar en los dos pecados capitales que ejercían su presencia ascendente, y que, por cierto, en la Universidad Sertoriana era imposible que existieran, como en otro momento podremos tener ocasión de probar. Se trata de la endogamia y del plagio.

En todo caso, la familia Sichar contaba con presbíteros y políticos de renombre y emparentó con varias familias nobles de la vecina Comarca de la Litera, entre ellas se cuentan los famosos Ruata, apellido que tengo entendido que llegó a Huesca capital con una  monja muy conocida y famosa en el Convento de Santa Ana. Aparece, por lo tanto, en la biografía de Sichar, un nuevo elemento, como es el clericalismo, para entender su comportamiento y tendencia dominante, o sea, que sus actuaciones y decisiones obedecerían al modelo  jerárquico,  como el clero y la nobleza, además de los políticos.  Es un planteamiento  vertical, riguroso, impositivo y punitivo. Solo actúa desde la cúspide y en la cúspide está solo, o junto a sus congéneres. Entre sus parientes cercanos se cuentan personajes de la zona, como embajadores, asesores, consejeros, todos en la misma línea del autoritarismo y el poder. La democracia, el pueblo, las gentes trabajadoras, que labran, siembran y contornan, ni se mencionan.  

No coinciden las fuentes sobre si estudió Gramática en la Universidad de Huesca, o en Barbastro, o bien con los jesuitas en Zaragoza. Esta opción abundaría en su alejamiento del pueblo y encierro en el convento. Obtuvo el Doctorado en 1826 en Huesca, y fue nombrado Catedrático de Instituciones Civiles en esta misma Universidad hasta 1835, en que pasa a Catedrático de Jurisprudencia, nombrado Vicerrector en 1839, y Rector en 1842 hasta 1845,  año en que se le atribuye el oficio de enterrador de la Universidad de Huesca. Es fácil deducir que estamos ante un Rector de ideología ultraconservadora, personalista y absolutista.

El 2 de octubre de 1845 el Rector Sichar reunió el Claustro de la Universidad para comunicar formalmente el decreto del día 17 de septiembre, por el que se ordenaba la supresión de le Universidad de Huesca y su simultánea conversión en Instituto de Segunda Enseñanza, en este caso del Instituto Ramón y Cajal.

 Hubo intentos de protestas y manifestaciones. Se trataba de implicar al Ayuntamiento a favor de la Universidad. Estaba claro que ni los profesores, ni los estudiantes, ni los auxiliares, nada podían hacer, al no estar ni apoyados ni liderados por el Rector, que era el único con potestad de mandar y de firmar, reforzando, además, sus poderes al ser Procurador en Cortes y Vocal de la –Comisión de Instrucción Pública. Vaya con la política!  Resultó fácil  sepultar  la pequeña Universidad de Huesca, en las aulas magnas de Zaragoza. Este Rector era también muy previsor, pues resulta que, en el mismo mes de septiembre, había asegurado su nombramiento como Catedrático de Derecho Civil en Zaragoza, además del cargo de Decano. Le acompañaron desde Huesca, a modo y manera de escoltas, dos profesores, Falcés y Claver. Los demás pasaron al naciente heredero Instituto de Huesca. Así, el profesor Sichar se convirtió en el último Rector, y también el último en dignidad.

La Universidad de Huesca terminó su secular existencia el día 9 de octubre de 1845, a las doce de la mañana. Acudieron el jefe político, Felipe Nasarre por el Gobierno, y el rector por la Universidad, quien entregó al jefe político el inventario de bienes, muebles y libros, y el mismo edificio central. También entregó los Colegios de Santiago, San Vicente y Santa Orosia, con sus bienes y rentas. No padeció lo mismo el Colegio de Santa Cruz. Firmado y rubricado por Felipe Nasarre, Jorge Sichar, y Nicasio Manuel Villanova, como Secretario de la Universidad.

En la situación límite en que se encontraba la Universidad parecía que se había llegado a las puertas del final y poco o nada más se podía hacer. Pero resulta inadmisible que el Rector se ausentara durante dos meses por  razones familiares, no se sabe cuáles, además de otras ausencias de menor duración, igualmente delirantes. El Rector podía ser, y debió haber sido el último eslabón de salvación, aún cuando todos los demás estuvieran perdidos o entregados, aunque la Universidad se cerrara, pero nunca debió empuñar la llave con sus manos manchadas. Entonces hubiera sido un Rector desposeído, pero nunca entregado. En otros lugares o situaciones parecidas, se puede leer el siguiente juicio de valor que reproducimos:

Los juicios críticos de personas que ocupan un cargo público, político, civil, académico o religioso, son necesarios, honestos y saludables. Así, solemos afirmar con pura verdad, que el capitán de una nave debe ser el último en abandonar el barco, y si, al hundirse, quedan algunos dentro, debe naufragar con ellos. Pero, si el miedo insuperable le impidiera realizar actos heroicos, lo que no puede hacer, por razones de elemental dignidad, es firmar el naufragio, aunque sea inevitable, y, mucho menos, pasarse antes a otra nave colocándose a buen recaudo, y proclamando la cruel consigna de sálvese quien pueda.

 El caso es que el “Rector Sichar” tiene dedicada una calle en Huesca, situada en el Ensanche Oeste, que comunica la calle del Parque con la de San Ciprián,y  se inicia en esta calle del Parque frente a la Calle Ricardo del Arco en la esquina Este del Colegio de San Viator.

Manuel Benito Moliner, de feliz memoria, refiriéndose al lamentable episodio del homenaje de Huesca al rector que firmó la entrega de su Universidad, ha escrito, o, más bien, dejó escrito: Los oscenses, haciendo honor a ese apelativo de“fatos”que nos ha acompañado desde tiempos de Noé, le dedicamos al Rector Sichar una calle /…/ Ojalá ese estigma de “fatos”que nos persigue desaparezca y no haya más calles para los que nos venden en su propio beneficio. En todo caso, el sobrenombre de fatos, con que nos distinguen algunos desde fuera, es por carecer del sentido del humor, que demuestra el hortelano al salir pronto por la mañana de casa, cantando con su jada al hombro, para  regar el plantío de su huerto, justo cuando el arca de Noé, recién bañada durante cuarenta días de diluvio, apenas acaba de tomar tierra. Siguiendo el caminar de un pueblo digno como el sol y alegre como la jota, que debería corregir los signos negativos de su “fateza” si los hubiera o hubiese. hemos de añadir el deseo de que deje de haber calles  dedicadas a los que nos han vendido, y que se retire el rótulo de la calle dedicada al Rector Sichar, porque, por lo menos en cuanto Rector de la Universidad Sertoriana, no solo no lo merece, sino que es una afrenta para la memoria de Huesca.

Dicho todo lo cual, termino mi testimonio con mis pensamientos predilectos: Mientras que Sertorio fue la piedra angular de la Universidad de Huesca, Sichar fue la piedra sepulcral de la misma. Mientras los profesores de la Sertoriana revisaban los ejercicios y expedientes de sus alumnos, Sichar prefería estar lavando sus puñetas ornamentales en las aguas del crecido Ebro. Sic transit gloria mundi!

 

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