San Miguel de Foces, Gótico Lineal de La Hoya de Huesca

Memoria de otro tiempo: el cenobio y el panteón de un monumento de gran belleza

Cronista de la Comarca de La Hoya de Huesca. Académico de la Real de San Luis
20 de Noviembre de 2022
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San Miguel de Foces
San Miguel de Foces

En las proximidades de Ibieca y vigilando la calzada romana de Huesca a Alquézar, existió un castillo denominado Foces y según nos cuenta la tradición en la invasión de los árabes este baluarte cayó en manos de los invasores quienes protegieron su defensa con nuevas avanzadas. Posteriormente, iniciada la reconquista de nuestra tierra, fue conquistado a los moros y entregado en honor a uno de los caballeros cristianos, quien tomó el nombre de Foces para sí y sus descendientes, formándose alrededor de la fortaleza un castro con viviendas que daría origen al pueblo o lugar de Foces y del que todavía afloran a la superficie restos de cimientos en las inmediaciones de la peña donde se asentó el castillo.      

El Cenobio.- Se inicia la historia de este cenobio en el año de 1259 cuando D. Domingo de Sola, obispo de Huesca, hace entrega a Fray Frando, Gran Comendador del Hospital de Jerusalén y a Fray Juan de Mallén, Comendador del Hospital de Foces, de las iglesias de Huerto y Yéqueda con todas sus décimas, a la vez que entrega su quarto de Foces, en atención a que el noble D. Eximio de Foces, en su gran devoción y piedad para con el Hospital de Jerusalén, había hecho construir una preciosa iglesia en honor del arcángel San Miguel. El monasterio contaba a fines del siglo XIII con una hospedería para peregrinos y un hospital de leprosos, además de una serie de edificaciones anexas y del poblado de Foces situado sobre un montículo al sur de la iglesia. D. Eximio quiso que, al igual que los restos de sus antepasados descansaban en la iglesia del templo de San Juan de Jerusalén en Huesca, los suyos y los de sus descendientes, fueran guardados por caballeros de la misma Inclita y Soberana Orden, levantando este templo para panteón de su familia.

La tradición nos habla y recuerda que en el año de 1309 y en víspera de San Juan Bautista el 23 de junio por la noche, cuando los caballeros se encontraban en el templo cantando a maitines, fue asaltado el convento y degollados todos ellos, pues al ser la  festividad mayor de la Orden, todos estaban obligados a asistir, ninguno podía faltar, como así fue  aquél día. Con la triste desaparición de los sanjuanistas de este convento de Foces, quedó desierto. Herido de muerte este cenobio, sus fincas pasaron a otras manos y poco a poco los sillares de los muros del antiguo convento fueron reutilizados para otros fines.

Queda de todo el conjunto el maravilloso templo de San Miguel (declarado Monumento Nacional en 1916) del cual marca su construcción el momento preciso de la transición del románico al gótico, con portada de tipo limosino, labrada con el más exquisito gusto románico, constando de cuatro arcos semicirculares que disimulan el grueso del muro, ricamente bordados en zig zag; en arcos recortados en medias cañas y en puntas de diamante quedando encerrada toda la arquivolta por una bonita franja que cubre también con dibujo la imposta de sus labrados capiteles de forma corintia, con su ábaco cubierto de hojas de fina labor. El tímpano o dintel está labrado en finísima labor y cubre la notable portada una ligera cornisa, descansando en catorce canecillos de sencilla traza.

En su interior, en el muro del crucero el escudo de los Sanjuanistas, consistente en la cruz de ocho puntas en memoria de las ocho bienaventuranzas. El ábside está formado por tres: el central que corresponde al presbiterio y los dos laterales que pertenecen a las dos capillas laterales con las que se llena el espacio del crucero. El ábside central es octógono con gruesos contrafuertes que suben hasta el tejado; rasgando sus lienzos con largas ventanas coronadas de arcos ojivales unas veces, otras con arcos de medio punto y adornados con delgadas y esbeltas columnas, disimulando el grueso del muro, con capiteles de forma cónica, pequeños y con follaje. Estas ventanas estuvieron en su principio abiertas y con vidrieras, con lo cual habría abundante luz en el interior del templo. Los ábsides laterales son iguales al central pero de nivel más bajo para realzar el central en cuya parte alta aborda el muro un hermoso rosetón destrozado y ruinosos. La cornisa que sostiene el tejado descansa en una serie de canecillos sencillos y el tejado descansa en las bóvedas directamente y sin maderamen alguno, ya que la bóveda está formada por piedra labrada como solo se hacía en las grandes construcciones románicas. El lugar donde está el campanario, era la torre cuadrada que llamaríamos del homenaje, la cual estaba comunicada con las habitaciones del Comendador. El claustro estaba situado al norte del templo y todavía pueden verse restos que afloran .

Al penetrar en su interior observamos su traza o planta de cruz latina, su nave principal es muy breve prolongándose dos tramos cortos hacia sus pies; por su cabecera termina en el crucero, en el que directamente se apoyan sus tres capillas poligonales, resultando pues un templo excesivamente ancho para su longitud. Ojival es su bóveda, de severa sencillez, desprovista de nervaduras y descansando en arcos ojivales que arrancan de unos canecillos que en la parte inferior van entrando hasta confundirse con el muro. Toda la ornamentación se guarda para el crucero, desapareciendo ya la cúpula de las construcciones románicas, pues la vienen a sustituir el cruce de arcos y nervaduras, descansando en gruesas columnas que en haz suben en los cuatro ángulos centrales, adornadas con capiteles románicos que podemos asegurar son del más fino follaje de los que se han labrado, para esparcirse en nervios por la bóveda cual ramas de corpulentos álamos que quieren cubrir con sus hojas el templo.

El gótico lineal de San Miguel de Foces es muy llamativo
El gótico lineal de San Miguel de Foces es muy llamativo

Se trata de un templo donde se resuelve con una inusitada gallardía el ojival, precisamente en sus tres capillas en que termina el templo. De estas, en la central, que es de mayor anchura y elevación, en su base  las columnas son también románicas, con delgados fustes y pequeños capiteles recubiertos de follaje, con finas cornisas de media caña, de las que arrancan los arquitos de igual talla que coronan las ventanas ojivales, uniéndose en su centro los ocho arcos iluminados por la luz que penetra por el rosetón y se va difuminando por unos círculos que hay en el delgado lienzo de cada arcada. En las capillas laterales,  arcos ojivales que descansan  en bonitos capiteles, en los que se observa la fusión del románico con el ojival, y aquí van hermanadas las gruesas columnas del yacente estilo con los de delgado fuste naciente, en una conjunción inigualable del románico y gótico.

El Panteón.- En los dos lados o muros del crucero, amplios arcos ojivales, cuyos vanos fueron destinados para proteger los sepulcros de grandes dimensiones. Dentro de este gran tesoro de belleza que encierra Foces siempre destacó la pintura mural que ornamenta los huecos de los sepulcros. La pintura del sepulcro de D. Atho de Foces representa a Jesús crucificado, con la Virgen y San Juan á los lados en el cuerpo alto; debajo se extiende una bonita orla bizantina y en el centro una cartela con  inscripción; debajo, dos ángeles en actitud de volar, conduciendo un alma al cielo: en el intradós del arco completan la decoración dos ángeles y dos santos. La decoración del segundo sepulcro consiste en Jesús crucificado también, ocupando el centro, y ambos lados los apóstoles; corre otra bonita orla bizantina que separa este cuadro del superior que ocupa el tímpano, donde se representa al Salvador sentado en un trono: en el intradós, en la parte alta, hay ángeles, y debajo de estos, San Francisco a un lado y Santa Catalina; al otro lado, Santa Margarita y san Juan Bautista.

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