A mediados del mes de agosto de 1922 había saltado ya la noticia de la venta por parte del obispo de Lérida del terno de San Valero y San Vicente de la catedral de Roda de Isábena, que consagrada en el Año 956 es la más antigua de Aragon. Se trataba de una de las piezas más preciadas del tesoro catedralicio de Roda, un conjunto de piezas textiles de uso litúrgico: casulla, dalmáticas y capa pluvial que estaba considerado como único en el mundo por su antigüedad, origen, riqueza, belleza y por los valores religiosos e históricos, además de sentimentales que para las gentes de la Ribagorza tenía y que era expuesta anualmente para la festividad del santo. Piezas que pudieron admirarse en la Exposición Universal de Barcelona de 1888, Exposición Histórica-Europea de Madrid de 1892 y Exposición Universal de Zaragoza de 1908.
El día 17 de agosto EL DIARIO DE HUESCA, bajo el titular “La enajenación de obras de arte” hablaba de conservación, enajenación y recurso ante el Estado, algo que ya estaba dispuesto por las leyes, pero que desgraciadamente esta no era la solución. Urgía la catalogación de todo aquello que permanecía inédito y puesta en valor con su divulgación, pues sólo acordarse, como en este caso, de cosas que es necesario que se hable de su venta para enterarse de que existen, no era lo correcto.
El día 2 de septiembre se reunía la Comisión Provincial de Monumentos para analizar la denuncia del Ayuntamiento y pueblo de Roda, protestando de la venta del llamado Terno de San Valero que, procedente de su catedral, con pretexto de mayor seguridad había sido trasladado por el Cabildo Catedralicio de Lérida para su reparación y custodia. Por todo ello, la comisión de Monumentos dictaminaba que no había habido ni venta ni donación, no existiendo documento alguno que hablara de cesión, por lo que Roda seguía siendo propietaria de aquellos, a su vez, denunciaba como el señor obispo de Lérida en el Boletín Oficial Eclesiástico de aquella diócesis relataba y suostenía la teoría de que en el patrimonio artístico de la Iglesia no puede inmiscuirse el Estado Español, y que no hay derecho de tanteo ni de retracto (establecido en el Código Civil) a lo cual replicaría D. Ricardo del Arco que era esta una teoría que no compartían otros prelados existiendo casos recientes. Finalmente, la Comisión Provincial de Monumentos curso al expediente enviándolo al Sr. Ministro de Instrucción Pública.
,La Revista de Bellas Artes, correspondiente al mes de agosto, en su sección “Crónicas de un ex anticuario”, firmada por Equisceda, decía que era justo reconocer que el terno de San Valero había sido adquirido por el Sr. LLuis Plandiura con toda clase de formalidades por parte del Cabildo, por lo tanto, la venta la creía absolutamente legal, además de lanzar esta perla afirmativa:”Las obras de arte fueron, son, y serán siempre, patrimonio del rico.”
La misma Revista de Bellas Artes, en su número correspondiente a septiembre de 1922 incluía un artículo firmado por José Graello Pinós, titulado “El Terno de San Valero, un nuevo comentario”, en el que asegura que con todo interés ha seguido la serie de comentarios contrapuestos que se han ofrecido sobre los ya famosos ternos de San Valero y que se ha tratado de oscurecer con ellos la meritoria gestión que la Junta de Museos venía realizando desde hacía un tiempo, y a la no menos plausible labor de los coleccionistas particulares que en todo caso eran los coadyuvadores preferentes con que a su parecer debían de contar siempre las instituciones oficiales.
Nadie entonces escuchó a la Comisión Provincial de Monumentos, que a pesar de chocar siempre contra muros o intereses muy fuertes, hizo una meritoria labor con otros bienes.
Triste efeméride que conviene no olvidar.