La Universidad de Huesca y su supuesta decadencia. Un ejemplo de 1650

No parece que la Universidad de Huesca o Sertoriana decayera a partir de 1583, como fue divulgado interesadamente por los mismos que habían diseñado el nuevo sistema universitario centralizador

Pablo Cuevas
Studiosi Pro Universitate Sertoriana
16 de Abril de 2023
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En primer término está el convento de carmelitas descalzas (P. Zaragoza) y a la izquierda San Alberto (Concepción Arenal. Dibujo de Antonio Naval Más
En primer término está el convento de carmelitas descalzas (P. Zaragoza) y a la izquierda San Alberto (Concepción Arenal. Dibujo de Antonio Naval Más

La Edad Moderna, que nace a finales de la Edad Media, contempló el crecimiento de la Universidad de Huesca, la cual representó a Aragón en el Renacimiento. Proporcionó profesionales que necesitaba la sociedad en cada una de las facultades. En 1583 Cerbuna fundó la Universidad de Zaragoza. Hay indicios no obstante que apuntan a que Huesca siguió manteniendo un nivel alto en relación al resto de universidades españolas en el siglo XVII y auge en el XVIII, a falta de estudios al respecto.

La supresión de Huesca por Decreto 17/9/1845 del gobierno autoritario del general Narváez no obedeció tanto a criterios objetivos como a la voluntad firme del nuevo estado liberal de afianzarse a través de grandes centros de poder como era el caso de Zaragoza en el valle del Ebro. De hecho la Universidad de Huesca llegó hasta el final con un prestigio semejante a la zaragozana, debido a su método educativo y al respeto que se le tenía por su antigüedad.

El crecimiento exponencial de Zaragoza a partir de entonces y la caída intelectual de Huesca, que quedó convertida en una capital provincial de tercer orden, y más todavía con el declive del Alto Aragón, fue convirtiendo en impensable que esa ciudad de apenas 10000 habitantes hubiera podido sostener una universidad tan notable poco ha. Huesca, además pasaba a formar parte del distrito universitario de Zaragoza, olvidándose que siempre había tenido el suyo propio el cual comprendía sobre todo el Pirineo central, desde el este de Navarra hasta la zona noroeste de Lérida, y las comarcas de lo que luego sería la provincia oscense.

Junto a la supresión de 1845 se extendieron afirmaciones del tipo de que, tras la fundación de la Universidad de Zaragoza en 1583, la Universidad de Huesca había iniciado una decadencia de la que ya no se levantaría. Esta visión anacrónica no respondía a la realidad histórica pero resultaba útil para justificar la decisión tomada con una intención centralizadora y de dominio. En los casos de Alcalá de Henares y de Cervera, estas ya se habían trasladado a Madrid y Barcelona, también por intereses de la nueva burguesía dominante de estos grandes centros de poder. En cuanto al caso de Huesca, las mejores investigaciones al respecto, las más extensas y rigurosas, por parte de José Antonio Gracia Guillén y de Laura Alins Rami, más bien avalan que Huesca se mantuvo siempre a un buen nivel, comparada con el resto de las universidades de España.

En realidad, más bien, la historia de Huesca durante estos siglos estuvo preñada de riqueza científica, pedagógica y cultural, fruto de su ilustre universidad. Ello solo se podrá ir conociendo con seguridad a partir de la investigación continuada y colaborativa, así como de la difusión. De momento estamos consiguiendo el apoyo de un nutrido grupo de investigadores de diversas universidades para nuestros cursos y publicaciones. Bruñir el metal precioso que fue esta Universidad no se conseguirá por medio de trabajos aislados por muy meritorios que estos sean.

La Universidad de Huesca, en quinientos años de historia, dio lugar a numerosos episodios y coyunturas de interés, a buen seguro cientos. Mantener una Academia con todas las ramas del saber durante tantos años y a un buen nivel da mucho de sí a la investigación. Nos acordamos de un capítulo del libro La Universidad de Huesca (1354-1845). Quinientos años de historia que publicamos en 2020, en el cual el profesor Guillermo Vicente explica perfectamente la coyuntura educativa y política de 1808, con la adaptación de la institución al Plan Caballero, la presencia de Braulio Foz como estudiante en Huesca y otros aspectos, mediando la irrupción de las guerras napoleónicas.

Sacaré a colación otra coyuntura de esas relevantes, en 1650, de lo cual he tratado por extenso en varios lugares, y que ahora sintetizaré. Sirva de ejemplo de lo espurio que resulta lanzar generalizaciones gratuitas sobre la calidad o no calidad de la Sertoriana, sin conocer la complejidad de su historia y aportaciones. En 1650 España realizaba un supremo esfuerzo militar por mantener aún su poder en el mundo. Se puede hablar de un gozne hacia la decepción y la retirada, no cabía defender por más tiempo la idea largamente defendida de un imperio y una fe. Junto a ello, por entonces, se dilucidaba el desbancamiento de la física aristotélica, y, con ello, entre otras consecuencias, quedaba probada la inoperancia de la teoría geocéntrica.

Se acepta la idea de una decadencia generalizada de las universidades españolas, tras las innovaciones renacentistas a la espera de la Ilustración dieciochesca, pero mientras sin duda se producía la necesidad de adaptar las innovaciones científicas. ¿Cómo se adecuaban la nueva ciencia en la palestra los catedráticos en buena medida religiosos? Que dos retratos de Copérnico y Galileo pintados en 1690 adornaran la antesacristía de la Catedral es un síntoma de adaptación. Sería interesante estudiar cómo se producía esta acomodación en Huesca.

Precisamente en 1650 Baltasar Gracián prepara en Huesca el Criticón, la novela española más influyente después del Quijote. Masca la decepción de su ardiente patriotismo y la desarmonía del grupo de amigos oscenses aglutinados en torno a su mecenas Vicencio Juan de Lastanosa. Su ingenio se torna ácido al analizar al ser humano, desde una perspectiva sistemáticamente degradatoria. También influye la edad vital declinante de Gracián y una visión amarga y ácida de España, de Huesca, de sus propios correligionarios jesuitas y de él mismo, como no podría ser de otra forma en un hombre lúcido.

En medio de todo ello a su vez se están dirimiendo los intereses de dos centros educativos de gran influencia en Huesca, los poderosos jesuitas, instalados en el Coso, que buscan conseguir la enseñanza humanística de la ciudad en exclusiva, y los carmelitas descalzos de San Alberto, ubicados entre lo que hoy es la plaza Concepción Arenal y la calle Zaragoza, los cuales habían instalado en Huesca un influyente Colegio a donde acudían a estudiar Teología los descalzos de la antigua Corona de Aragón.

Por entonces se afinca en Huesca el carmelita descalzo Fray Jerónimo de San José, en el siglo Jerónimo de Ezquerra y de Rozas. Ezquerra es un historiador importante, se ha dicho que representa el paso a la historia crítica y a la investigación, el distanciamiento personal de los hechos historiados. En cualquier caso su obra El Genio de la historia es uno de los hitos de la historiografía moderna. Forma un cenáculo en San Alberto al que acude también Juan Francisco Andrés de Uztarroz, cronista del Reino de Aragón y gran amigo de Lastanosa, y Fray Jerónimo, así como de Manuel de Salinas, poeta oscense amigo íntimo de Gracián. Los intereses no coincidentes del Colegio de los jesuitas y los de San Alberto, y sobre todo desde luego el choque de personalidades de Gracián y Fray Jerónimo, quiebran la armonía del grupo erudito en torno a Lastanosa.

Pero por entonces Huesca era mucho más que estos dos importantes colegios e influyentes personajes. Los colegios de Santiago y San Vicente, que mantenían un altísimo prestigio en el ámbito de la antigua Corona de Aragón, y el de Santa Orosia, sostenido por la ciudad de Jaca para uso exclusivo de estudiantes de su ciudad, contenían en sí así mismo relevantes figuras. Por su parte los colegios del Carmen calzado, el de San Agustín, la Merced y Santo Domingo, cuyos conventos estaban entre los más antiguos de España, destinaban a Huesca a prestigiosos maestros para competir por las plazas de catedráticos de la Universidad. Además del Seminario, colegio oficial de la Universidad, también los cistercienses, los monjes de Montserrat, los canónigos de Montearagón, capuchinos, agustinos descalzos, franciscanos, habían establecido colegios de estudios superiores en la ciudad para sus elites.

A esto debe añadirse otras muchas residencias y pisos de estudiantes más modestos los cuales eran vigilados por las autoridades universitarias y recibían repasos por parte de graduados, muchas veces doctores, de los colegios anteriores, lo cual era para los repasantes una forma de hacer currículum para un día poder aspirar a las cátedras. Si se tiene en cuenta que Huesca tuvo por mucho tiempo no más de 6000 habitantes, puede afirmarse sin temor a equivocarse que constituyó antes que nada una ciudad-universidad y que la Sertoriana formaba parte de la idiosincrasia de los oscenses y de ese Alto Aragón.

Todo esto sustentó las cimas de Gracián, de su Criticón y de la Agudeza y arte de ingenio, por lo que estas obras fueron, sí, fruto del genio, pero igualmente coronamiento de un vergel. El ambiente era abigarradamente culto. Lastanosa y Gracián y Jerónimo Ezquerra fueron relevantes también porque estaban rodeados de la flor y nata del Pirineo central y de la Corona de Aragón, y solo desde esta cúspide pudieron elevarse tanto.

La ciudad al unísono, consciente del enorme privilegio concedido por los reyes aragoneses, luego reforzado por los consecutivos españoles, sobre todo Felipe II, su gran valedor, mimaban la institución. No parece que la Universidad de Huesca o Sertoriana decayera a partir de 1583, como fue divulgado interesadamente por los mismos que habían diseñado el nuevo sistema universitario centralizador, tras la supresión de 1845.

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