En 1783, el Conde de Floridablanda, a la sazón secretario del Despacho de Estado de Carlos III, conocía la intención de Francia de nombrar a un nuevo comisario de límites entre los dos reinos de España y Francia, en la persona de François-Marie d’Ornano (Conde de Ornano), mariscal de campo y gobernador de Bayona. En mayo de 1784 el embajador de Luis XVI transmitirá formalmente a Floridablanca la solicitud del gobierno francés para que el español nombrara un comisario similar. En respuesta a esa petición, en agosto de ese mismo año Carlos III designaba a Ventura Caro, mariscal de campo desde 1783, para “la nueva comisión de arreglar los límites de España y ese Reino de Francia, alegando la satisfacción que tiene en su persona porque no se le puede sospechar de apasionado, mediante carecer de intereses, parentescos y conexiones con aquel País”. En carta fechada en 2 de marzo de 1785 Caro propone a Floridablanca “levantar planos topográficos de la Cordillera, para cuya operación pueden nombrarse (si a V.E. le pareciese bien) ocho Ingenieros Geógrafos, inteligentes, ágiles y robustos, para que divididos en cuatro brigadas y acompañados por otros tantos franceses hagan con brevedad su trabajo”. En abril y mayo siguientes hallamos a Caro en París, donde presenta, según sus propias palabras, “la utilidad de levantar el Plano de los Pirineos y demarcar en él la línea divisoria, para que todos los pueblos fronterizos de ambas coronas tengan siempre a la vista los límites de sus respectivos términos y no cometan excesos”.
"Caro propone a Floridablanca “levantar planos topográficos de la Cordillera, para cuya operación pueden nombrarse (si a V.E. le pareciese bien) ocho Ingenieros Geógrafos, inteligentes, ágiles y robustos"
Comenzaba así la formación de la “brigada de ingenieros” que, bajo la autoridad de Caro y Ornano, deberían de encargarse de levantar el “mapa topográfico de los límites entre los Reinos de España y Francia, con el establecimiento de la línea divisoria”. En junio de 1785 se concreta la designación de seis ingenieros militares españoles para formar parte de dicha brigada, a saber: Antonio de Zara (en aquel momento teniente coronel y a la sazón director de fortificaciones en el reino de Navarra, a quien se confiará la dirección de la parte española de la brigada), Juan Antonio Casanova, Ramón Lope, José Martínez, Vicente de Heredia y Alemán, y Tomás Sedeño. Siguiendo la recomendación de Caro de que los ingenieros fueran “inteligentes, ágiles y robustos”, los cuatro primeros citados se encontraban destinados en Pamplona, Heredia en San Sebastián y Sedeño en Barcelona. En marzo de 1786, y a petición de Caro, se nombrará a otros dos ingenieros españoles: Antonio Jacott y Joaquín de la Torre, para igualar en número a los ocho ingenieros geógrafos que Francia había comisionado para la brigada (algunos de ellos eran militares y dependientes del Ministerio de la Guerra; otros civiles y vinculados al Ministerio de Asuntos Exteriores). Con arreglo a la distribución de tareas decidida, cuando la brigada inició sus trabajos conjuntos, cinco de esos ingenieros (los españoles Antonio de Zara y Vicente de Heredia junto a los franceses Gaultier de Kervéguen, y Junker de Brossier) asumieron los trabajos de trigonometría, mientras que el resto se encargó de las operaciones de levantamiento topográfico, es decir, “hacer el detalle del terreno con las planchetas”.
El momento es importante, pues se trata de la fijación de la frontera Pirenáica y este equipo trabaja coordinadamente midiendo y estableciendo las alturas desde Larrun (905 metros) al Monte perdido (3.355 metros). Por parte española participa el grausino Vicente de Heredia y Alemán, y por parte francesa Louis-Philipp Reinhart Junker, que protagonizan ambos las ascensiones a las cimas que están situadas en la línea fronteriza, junto con la tarea de fijar con exactitud el límite de los dos países, obligados claro está, a realizar cada ascensión con todo el instrumental para fijar medidas. Muchas de estas ascensiones quedaron en el olvido, pero lo cierto es que en 1790 dos militares, el grausino Vicente de Heredia y el francés Reinhaart Junker ascendían al primer tres mil español, el pico de Argualas (3.046 metros) al costado de los baños de Panticosa, y el mismo Heredia el año de 1792 en solitario ascendía el Tallon (3.144 metros). Este capitán español, naturalista e ilustrado, gran conocedor de nuestro Pirineo, conquistaba el Monte Perdido una década antes de que lo ascendiera el francés, Louis Ramond de Carbonnières, quien lo hizo el 4 de agosto de 1802.
Vicente Heredia y Alemán, nacido en la Villa de Graus, en el seno de la familia Heredia, poseedores del Señorío de la Penilla. Ingresó en el Colegio Mayor de San Vicente de la Universidad de Huesca, en la cual se doctoró y ocupó posteriormente Cátedra de Jurisprudencia, destacando en las dos Jurisprudencias y en las Bellas Artes e Historia Natural, quedando su erudición patentizada por Ignacio de Asso, quien alabó y ensalzó sus trabajos. Como naturalista fue distinguido por el rey Carlos IV, creándolo Caballero pensionado de la Real y distinguida Orden de Carlos III, cuyo hábito recibió en Zaragoza. Miembro activo de la Real Sociedad Económica Aragonesa, entre sus obras, dejó este antiguo alumno de la Sertoriana, un “Tratado sobre el Carbón de Piedra” además de otros trabajos, pero sobre todo, le cupo la gloria de haber trazado la “línea fronteriza” con el país vecino, además de algo que será inigualable, ser el primer “Pirineista” español.