Eduardo Manzano, autor de Una España Diversa: “Nos están tratando de convencer de dinamitar los puentes”

El historiador presenta su último título en un acto organizado por la Universidad Ciudadana de Huesca y la librería Iglú

11 de Junio de 2025
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España diversa, de Eduardo Manzano

En un país donde con frecuencia se impone una visión monolítica del pasado, el historiador Eduardo Manzano propone una lectura poliédrica y audaz. Su obra España diversa (Editorial Crítica) constituye una invitación a repensar la historia no como una trayectoria lineal e inexorable hacia la unidad, sino como un mosaico de voces, pueblos y memorias que se transformaron mutuamente a lo largo de los siglos.

El autor plantea un relato en el que plasma la diversidad que ha existido a lo largo de toda la historia. “Cuando hice mi tesis doctoral sobre la frontera de Al-Andalus con los reinos cristianos del norte, una de las zonas que trabajaba era Huesca porque es una zona fundamental. Tenéis todavía restos de la muralla y en otros muchos lugares como Barbastro o Boltaña hay evidencias de que la presencia islámica aquí ha sido importante. Yo intento en el libro reivindicar esa historia, tratar de señalar que hay muchos elementos diversos en la historia de este país que a veces estamos perdiendo, contribuyendo a empobrecer nuestra visión del pasado”.

Eduardo Manzano Moreno (Madrid, 1960) es un destacado historiador español especializado en Al-Ándalus, que, invitado por la Universidad Ciudadana y la librería Iglú presentó España diversa. Claves de una historia plural, en un acto celebrado este martes en Huesca, en el Salón Azul del Casino. La introducción corrió a cargo del presidente de la UC, Miguel Escartín, y en la mesa estuvo también acompañado por el también historiador oscense y amigo Nicolás Sesma (Ni una ni grande ni libre) y la directora de la Biblioteca Ramón J. Sender, Arantza Añaños, que eligieron el formato de entrevista para abordar el contenido de la publicación.

Eduardo Manzano, en el Parque Miguel Servet de Huesca. Foto Myriam Martínez
Eduardo Manzano, en el Parque Miguel Servet de Huesca. Foto Myriam Martínez

Doctor en Historia Medieval por la Universidad Complutense de Madrid y con un Máster en Estudios del Cercano Oriente por la Universidad de Londres (SOAS), Manzano es profesor de investigación en el CSIC, donde fue director del Centro de Ciencias Humanas y Sociales entre 2006 y 2012. Ha sido investigador invitado en Oxford y profesor visitante en la Universidad de Chicago.

Su obra se centra en la historia del mundo islámico medieval y Al-Ándalus, entre la que destacan títulos como Conquistadores, emires y califas (2006) y La corte del califa (2019). También ha abordado la función social de la historia, con trabajos como La gestión de la memoria (2000). En 2010 participó en la edición de Épocas medievales, dentro de la Historia de España dirigida por Josep Fontana, y en 2024 publicó España diversa. Claves de una historia plural, profundizando en la riqueza multicultural de la historia española.

En una entrevista concedida a este periódico, Manzano subrayó el legado plural que ha moldeado la historia de España, un país que encarna “una diversidad de culturas: romana, árabe, cristiana, el imperio español, la decadencia, y un mosaico de lenguas”.

“En España siempre ha habido muchas lenguas muy distintas, entre otras razones porque las comunidades han estado muy separadas entre sí por accidentes geográficos y por determinadas formas de organización social. Lo curioso es que España es un país bastante singular en Europa, en el sentido de que ha preservado, precisamente, esa diversidad”.

Manzano sostiene que, de forma paradójica, suele interpretarse "como un problema", cuando en realidad constituye una herramienta valiosa y "una ventaja". 

"La historia de España proporciona muchas claves para el conocimiento"

“En España hemos aprendido a manejar esta multiculturalidad, este multilingüismo. Los países de nuestro entorno han creado en las sociedades unos sistemas más homogéneos y están encontrándose muchas dificultades. Yo no digo que esto sea una Arcadia ni un paraíso, pero sí creo que hemos recorrido un trayecto mucho más largo de lo que a veces pensamos y esto nos permite encarar mejor el futuro y, sobre todo, nos permite entender mejor esta realidad multicultural. La historia de España, de nuevo, proporciona muchas claves para el conocimiento”.

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Arantza Añaños, Eduardo Manzano y Nicolás Sesma, en el Salón Azul del Casino de Huesca. Foto Myriam Martínez

Pese a ello, parece como si esa riqueza patrimonial se desvaneciera en la memoria colectiva. Manzano denuncia la existencia de “una presión muy fuerte desde muchos sectores culturales y políticos, que están tratando de que nos olvidemos de eso, están tratando de empobrecer esta visión y esto va en contra de todo lo que vamos haciendo los historiadores”.

En las últimas tres décadas, quienes se dedican al estudio del pasado han hallado un volumen considerable de fuentes: libros, artículos, proyectos de investigación y cátedras especializadas, que permiten un conocimiento más riguroso y matizado de esa realidad. 

Manzano pone a Huesca como ejemplo, una ciudad que, durante la Edad Media, fue conquistada y habitada por linajes  de origen indígenas pero que se convierten al islam. Esta frontera resistió durante el siglo XI y prácticamente durante el XII, lo que evidencia que Al-Ándalus fue una entidad mucho más cohesionada y homogénea de lo que la narrativa habitual suele admitir, "lejos de ser un simple barniz o un paréntesis histórico". 

Cada cultura “ha dejado un estrato” en la compleja historia española. Así, el periodo andalusí se presenta como una etapa de “una riqueza extraordinaria, tangible”, en la que autores musulmanes y mujeres árabes contribuyeron de forma destacada al desarrollo del derecho, las ciencias y la literatura.

Pero si nos trasladamos a la época del Imperio español, también se observan manifestaciones culturales profundas, aunque a menudo vistas desde perspectivas triunfalista o victimista. “La colonización de América produce unas sociedades mestizas que son muy interesantes, donde tienes, por ejemplo, individuos como el Inca Garcilaso, que desciende de la aristocracia incaica, que acaba asimilándose a los conquistadores españoles y acaba enterrado en la Mezquita de Córdoba”. 

Este sincretismo se refleja también en espacios como la Sinagoga del Tránsito en Toledo, donde conviven inscripciones en hebreo, árabe y castellano antiguo, testimonio de una sociedad plurilingüe del siglo XIV.

Otro ejemplo notable es el monumento del rey Fernando III en Sevilla, apenas visible hoy en la catedral, que presenta inscripciones en árabe, hebreo, latín y castellano antiguo. "Estas huellas, muchas veces relegadas por no encajar en el relato tradicional de la historia de España, son muy importantes porque nos permiten conocer otras culturas que están ahí con nosotros, que nos permiten tender puentes y comprender".

"Y a veces, parece que se nos está tratando de convencer de dinamitar los puentes y yo no estoy a favor de eso", agrega.

Considera que “uno de los grandes errores que se han cometido es el considerar que la civilización árabe islámica es débil”. A lo largo del siglo XX y XXI, esta visión ha sido muy extendida, pero el contacto directo con la realidad, por ejemplo en la región de Al-Ándalus, revela “una fuerza y una potencia directa, que es muy difícil desarraigar”. La riqueza documental y científica es asombrosa: “Tenemos tal cantidad de instrumentos árabes, sobre derechos, ciencias, literatura, lo histórico”.

Este legado abarca incluso aspectos tan variados como “la usura”, lo que pone de manifiesto “una sociedad muy activa y muy dinámica”. Para muchos países árabes y musulmanes actuales, esos antiguos autores andalusíes -que no siempre procedían de grandes centros como Córdoba, sino de localidades como Tudela o Murcia- son “referencia” en los países musulmanes, lo que, según Manzano, confiere a España una ventaja estratégica. “Les podemos tratar de integrar mejor, porque hemos dedicado muchos esfuerzos para conocer esa historia de andalusí”.

Sin embargo, el autor denuncia que existe una corriente que menosprecia este patrimonio, señalando que “esto no sirve para nada" y que no es parte de nuestra historia. Para Manzano, esta actitud es “absurda”.

"Huesca no la puedes entender si no entiendes su papel fronterizo en época andalusí. Realmente tiene un papel importante, es una fortaleza que está conteniendo los condados que están en los valles pirenaicos", observa.

"Huesca no se puede entender si no entiendes su papel fronterizo en época andalusí"

No solo se trata de un periodo prolongado, que abarca varios siglos, sino que posee una fuerza y un contenido significativo que no pueden ser descartados sin menoscabar la comprensión de la historia nacional. Esta visión le parece a Manzano “un poco incomprensible”.

El historiador estima que la transmisión del conocimiento histórico al gran público se encuentra en un estado de deterioro progresivo. Señala que “cada vez se está haciendo peor” y que, en ocasiones, “se hace muy mala historia en redes sociales, en medios de comunicación”.

Esta degradación del relato histórico le preocupa profundamente, ya que muchos de sus colegas han optado por retirarse de la arena pública y se han alejado de la divulgación porque la consideran “demasiado complicada” o porque rehúyen verse envueltos en “polémicas absurdas”.

Comprende esta renuncia, pero considera peligroso dejar "perder la función social" del historiador y reducirla a la irrelevancia. "El público pide respuéstas y debemos tener el coraje intelectual de dárselas, aunque a veces te insulten. Es importante hacer este tipo de libros porque, de otra forma, estamos viendo que las redes sociales están produciendo unos discursos muy homogéneos y muy estereotipados, tanto por desconocimiento como por interés”.

Bajo la apariencia de historiadores o expertos, “te están hablando al mismo tiempo de la situación política y te están haciendo valoraciones en ese sentido”.

"Una de las cosas que estamos viendo es que, generalmente, el discurso histórico se está utilizando, precisamente, para defender puntos de vista de tipo político”, agrega. 

Manzano confiesa que entre las afirmaciones recientes que más le han desconcrtado se encuentra la pretensión de deslegitimar la noción misma de colonias españolas en América. Recuerda haber escuchado a alguien declarar que los historiadores eran “unos ignorantes, porque no sabíamos que las colonias americanas nunca habían sido tales, sino que habían sido virreinatos”. 

Aplicando la misma lógica, “el Sahara español no fue una colonia, sino que era una provincia en época franquista, ni Argelia tampoco era una colonia, sino que era un departamento”.

Son tópicos  y "sandeces" como las afirmaciones infundadas que niegan la naturaleza colonial del dominio español en América, señala Eduardo Manzano, que recuerda, al mismo tiempo, que la imposición incluyó prácticas como los trabajos forzados a los indígenas. Más allá de debates genealógicos, insiste en reconocer la realidad de un imperio que instauró un dominio cuyas consecuencias, positivas o negativas, deben ser valoradas, pero “lo que no tiene ningún sentido es negar evidencias”.

Al respecto, abunda en el asunto recalcando que la llegada de los españoles a América provocó una catástrofe demográfica entre los pueblos indígenas, debido a enfermedades y conflictos bélicos.

En paralelo, el historiador critica con firmeza aquellas versiones revisionistas que niegan la conquista árabe de la península Ibérica y la consideran una especie de colonización pacífica.

Manzano recuerda que existe un vasto corpus de pruebas documentales, arqueológicas y genéticas que atestiguan la autenticidad de ese proceso histórico. Sin embargo, eese a la abundancia de evidencias -desde textos latinos y árabes hasta monedas, tumbas y análisis genéticos-, "persisten discursos que rechazan la realidad académica aceptada, lo cual resulta un poco agotador"

Pese a estas dificultades, el autor insiste en la necesidad de mantener el esfuerzo divulgativo y perfeccionar las estrategias comunicativas, con el fin de llegar a un público más amplio y hacer que las conclusiones y explicaciones que presentan los especialistas sean lo más persuasivas y convincentes posible. Reconoce que, cuando no logran convencer a ciertos sectores, quizás la responsabilidad recaiga también en los propios investigadores.

"La historia ayuda a tener una conciencia y un conocimiento crítico"

Manzano sostiene que un conocimiento profundo y riguroso de la historia nos ayudaría a comprender que el cambio es la única constante, despojándonos de la falsa idea de eternidad o inmovilidad en las sociedades. Este aprendizaje, dice, nos facultaría para "desarrollar un conocimiento crítico del otro", una capacidad que ha estado demasiado ausente en España debido a una visión excesivamente localista de la historia, centrada en lo propio y ajena a la comprensión de las realidades vecinas.

El historiador ejemplifica esta apertura con su experiencia personal: el estudio de la sociedad andalusí le ha permitido aproximarse y valorar en profundidad una religión como el islam, con la cual no mantiene vínculos familiares o culturales directos, pero cuyo conocimiento le ofrece un entendimiento enriquecido de los múltiples estratos que conforman nuestra identidad histórica. Su aspiración es trasladar ese saber "para desterrar estos estereotipos".

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Manzano advierte que la historia no debe ser vista como un campo cerrado, resuelto desde la infancia o la educación formal, sino como un proceso continuo de aprendizaje, en el que se desvelan aspectos ignorados o incomprendidos inicialmente.

Algo que también considera muy importante es que "la historia ayuda a tener una conciencia y un conocimiento crítico, a poner en cuestión los mensajes, a  ver lo que hay detrás". 

La historia, a menudo percibida como un corpus fijo e inmutable, continúa revelándonos sorpresas y hallazgos inesperados, subraya Manzano. 

Recuerda un caso que considera fascinante: hace algunos años, un grupo de colegas publicó un manuscrito del siglo XII de un autor cuya obra permanecía inédita. Este texto contenía la descripción detallada de unas cinco mil plantas presentes en Al-Ándalus, con sus nombres en árabe y latín, además de sus propiedades y usos, un compendio botánico de una magnitud excepcional.

Manzano relata asimismo otros hallazgos recientes, como la aparición de sellos de plomo de la época de la conquista árabe, encontrados en diversos puntos, lo que aporta nueva información sobre la administración y la presencia islámica en la península.

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Menciona también el descubrimiento en Pamplona de una necrópolis islámica datada en el siglo VIII, cuyos análisis de ADN confirmaron el origen norteafricano de sus ocupantes, evidenciando una guarnición musulmana en aquella zona.

Para Manzano, ese afán por saber más debe alimentar una actitud de curiosidad y apertura, de nunca dar el pasado por cerrado, pues aún queda mucho por descubrir y comprender. 

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