El Taller Municipal de Danza Contemporánea presentó este jueves la obra Ejercicios de contemplación –una creación dirigida por Nuria Bolea Til– que invita al espectador a sumergirse en una mirada introspectiva a través del movimiento. La pieza se estructura en cinco capítulos –Sostener o soltar, Tiempo y memoria, Cavilación, Enfrentar / Confrontar y Aceptación–, sin una narrativa lineal, pero con un hilo emocional claro y profundo.
Catorce intérpretes –Alicia Sánchez, Ainhoa Delgado, Andrés Atares, Beatriz Angulo, Conchi Freire, Macu Sampietro, Mariló Ciprés, Susana Barona, Eva Lasauca, Guillermo Boix, Leyre Pastrana, Lourdes Acín, Paula Vera y Vanesa Pisa– dieron forma a esta propuesta de danza contemporánea, más abstracta que en ediciones anteriores, basada en lo que su directora define como una “observación atenta de la realidad”.
La obra, con una duración aproximada de 35 minutos, se desarrolló como un viaje sensorial, profundo, contenido y delicadamente coreografiado, en el que el público fue invitado a dejarse afectar por los estados emocionales que atraviesan a todos los intérpretes.
Este año, además, el grupo incorporó a un nuevo alumno varón -ya hay dos-, una novedad celebrada por la directora como un paso hacia una mayor apertura y diversidad.

Nuria Bolea Til ha centrado el trabajo del curso en la idea de convivencia en el espacio compartido, en cómo cada cuerpo se mueve desde su identidad sin perder el vínculo con los demás. "Esta coreografía es también un collage de esos mundos individuales puestos en común”.
La puesta en escena estuvo marcada por una cuidada iluminación y una atmósfera que acompañaba cada transición. El montaje combinó momentos muy pautados con otros de improvisación guiada, espacios donde las intérpretes pudieron expresar desde su universo personal, sin romper la coherencia del conjunto.
La banda sonora, compuesta por una selección ecléctica, elegidas por su capacidad para sostener emocionalmente cada capítulo del espectáculo.
Ejercicios de contemplación no pretende contar una historia tradicional –no hay introducción, desarrollo ni desenlace–, sino provocar una experiencia íntima y compartida: contemplar el cuerpo en movimiento, percibir al otro, reconocerse. Una propuesta que transforma la danza en un acto de escucha y comunión.