“Espacio Danza Huesca” hechiza la Plaza General Alsina con un viaje entre siglos

José Espinosa dirige un espectáculo que derriba barreras entre público y escena con audacia y lirismo

Myriam Martínez y Mercedes Manterola
07 de Agosto de 2025
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Espacio Danza y su Sueño de Leyenda

La noche del miércoles, la Plaza General Alsina dejó de ser un simple enclave urbano para convertirse en un escenario mutable, casi ritual. Lo que allí sucedió no fue un espectáculo al uso, sino una invocación poética del tiempo. Bajo la dirección artística de José Espinosa, la compañía Espacio Danza Huesca ofreció una propuesta que cruzó siglos y estilos como quien atraviesa un espejo: con paso firme, pero sin perder la conciencia del reflejo que deja atrás.

La primera parte nos arrojó al vértigo estético de los años 70: no desde la nostalgia, sino desde una evocación lúcida, donde la danza jazz y contemporánea sirvieron de bisturí para diseccionar el proceso creativo de una supuesta compañía ficticia que llega a Huesca en plena era del vinilo. La música —Boney M, Barry White, Roberta Flack, George Benson, Peaches & Herb— funcionó como partitura emocional, al servicio de una coreografía que exploró el ensayo, la energía colectiva y la fragilidad del arte. El cuerpo, aquí, no se limitó a ejecutar: pensó, dudó, se quebró y se alzó. Fue palabra muda.

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Espacio Danza Huesca retrocediendo a los años 70. Foto Mercedes Manterola

Pero lo verdaderamente audaz llegó con el giro escénico hacia la Edad Media. Como un telón que cae sin aviso, la narrativa se replegó para emerger medieval, casi litúrgica. El espacio se transformó con la inestimable colaboración del público -vestuario de época, luces de Prixmapro, escenografía envolvente de Esther- y los intérpretes devinieron figuras de un tapiz gótico viviente, inspirados en tratados históricos de danza. La escena se impregnó de una simbología densa, de resonancias casi místicas.

No obstante, el gesto más significativo fue el de borrar los límites entre público y escena. Espinosa no quiso -ni pretende- un espectador pasivo. En su propuesta, la danza no se contempla: se habita. Hubo interacción, un juego de la silla con premio jamonero cortesía de Alcampo Huesca, y una convocatoria a vestir de época, con la mirada puesta en instaurar una nueva tradición festiva para la ciudad.

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El elenco -Juan, Laura, Héctor, Lucía, Iker, Aitana, Carlota y Paula- sostuvo con entrega esta travesía temporal, desdibujando la frontera entre actor e invocador, entre presente y archivo.

En definitiva, Espacio Danza Huesca creó un artefacto escénico, una experiencia inmersiva que dialoga con la memoria y deja tras de sí la sensación rara -y preciosa- de haber visto al arte detener, por un instante, el tiempo. Y al público le encantó.

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