Estebanillo González y sus camaradas comparten confidencias y chanzas en el Corral de Comedias de Robres

La adaptación escénica de la obra crepuscular de la picaresca española nos traslada al ambiente perdulario de los Tercios de Flandes

17 de Agosto de 2025
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Compañía Guirigai en el Corral de Comedias de Robres. Foto Carlos Neofato
Compañía Guirigai en el Corral de Comedias de Robres. Foto Carlos Neofato

El Corral de Comedias de Robres muta, una vez más. Todo él, por la magia y la sugestión del arte teatral, nos traslada a una taberna napolitana del siglo XVII donde las confidencias entre camaradas de armas, los recuerdos edulcorados y eso que hoy llamaríamos estrés postraumático se rememoran y relatan entre continuadas dosis de alcohol, impostados llamamientos a la defensa del Imperio español y vivas a Felipe IV, el rey “planeta” que subió al trono con tan sólo 16 años y delegó el poder en un valido, el Conde-Duque de Olivares, que trató de mantener la hegemonía española en Europa combatiendo en la Guerra de los Treinta Años.

Es, precisamente, un retrato de Felipe IV quien domina el escenario acompañado de otro del General Octavio Piccolomini, florentino militar al servicio del imperio y primer duque de Amalfi, y destacado protagonista veterano de guerra. Junto a ambos retratos, comparten la parafernalia tabernera una decena de estandartes con la cruz de Borgoña y una desordenada mezcolanza de cascos, corazas, armas y utensilios taberneros.

A esta escena nos convocó el sábado por la noche Luis Casáus, el director del Corral de Comedias de Robres. Como es norma en él, tras unos destacados saludos al resto de la clientela tabernaria y a sus lugares de procedencia, presentó a la compañía Guirigai, empresa teatral extremeña cuyo director, Agustín Iglesias, asumió la tarea de adaptar a la escena la novela "La vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor", obra que surgió cuando el género picaresco ya estaba muy desarrollado, tras el Lazarillo de Tormes (1554), el Guzmán de Alfarache (1599–1604) y el Buscón de Quevedo (1626), y que introdujo un cambio de enfoque hacia lo cómico y festivo en dicho género.

Captada la atención del numeroso público, se apagaron las luces del patio de butacas y vimos en escena a Estebanillo González y sus dos camaradas, el poeta Gabriel de la Vega y el capitán Gerónimo de Bran, quienes, utilizando todos los recursos a su alcance (desde acentos regionales a danzas bufonescas o diálogos cantados), escenificaron anécdotas y sucesos y les dotaron de un contexto histórico que, aún siendo del siglo XVII, resultó extremadamente actual por cuanto se reflexionó acerca de actividades como el desvío de dinero, el mercadeo con el enemigo o el expolio de la población civil para el mantenimiento de los gastos de guerra.

Y todo ello, acompañado de un incesante cambio de vestuario en el que la diseñadora Luisa Santos dejó impronta de magnífico desempeño.

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Una partida de naipes que acabó en una tanda de bofetadas, un alto clérigo y su criado berreando en el bosque o una dramatización de la batalla de Lützen fueron tan sólo ejemplos de este retrato vivo de la Europa del siglo XVII que visitamos siguiendo la huella de Estebanillo.

Tras casi hora y media de espectáculo, en la que el público permaneció absorto y fue testigo de los acuerdos que entre ellos se pergeñaron, llegaron el aplauso y los saludos. Nuevamente el Corral de Comedias de Robres puso una pica en Flandes en el campo de batalla de la Cultura y el Teatro.

Tanto fue así que, en conversación entre los directores del Teatro de Robres y de la compañía Guirigai (Luis Casáus y Agustín Iglesias, respectivamente), expresó éste último la sorpresa de encontrarse con este Corral de Comedias, su calidez e idoneidad para la representación y la magnífica experiencia vivida con un público entendido, amante del teatro y que supo escuchar.

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