La segunda edición de Extrarradios cerró su programa musical con una noche diversa en la discoteca Coliseum, espacio que volvió a demostrar su idoneidad para propuestas sin etiquetas. Casi 500 personas se dieron cita en esta última velada.
Cuatro propuestas muy diferentes exploraron, a su manera, lo que significa hoy habitar lo rural: experimentación sonora, mezcla popular, palabra migrante y tradición intervenida.
La noche abrió con Trucs, dúo de Pau que convierte los cencerros del ganado en el corazón de su propuesta. Sus piezas, largas y casi rituales, progresan como organismos vivos: avanzan, mutan y despliegan paisajes impredecibles en continuo movimiento.
Presentaron su primer álbum, Trucs, combinando percusión, arco y electrónica en un viaje sonoro que osciló entre lo pastoril y lo experimental.
El gran reclamo de la noche fueron Sanguijuelas del Guadiana, responsables de atraer a la mayoría del público. Proceden de Casas de Don Pedro, en la Siberia extremeña, un pueblo con una población muy similar a la de Ayerbe, la otra sede de Extrarradios: una conexión territorial que mucho público sintió inmediata.
Con apenas un disco publicado, Revolá, , ya acumulan más de un centenar de conciertos, y se nota: lo suyo es un directo pulido, seguro y contagioso. Su mezcla sin pudor de rock, flamenco, rumba o electrónica encendió la sala desde el primer tema.
Entre saltos, palmas y coros, lograron lo imposible: que, por un rato, que 500 personas en Huesca se sintieran extremeñas. “Me da igual”, “Septiembre”, “Revolá”, “100 amapolas” o “Llevadme a mi Extremadura” fueron coreados sin reservas. Demostraron frescura, juventud y una energía que arrasa.
La rapera sudafricana Yugen Blakrok firmó una actuación magnética. Afincada recientemente en una masía de un pequeño pueblo de Tarragona, encarna de forma literal las nuevas ruralidades.
Entre hip hop y spoken word, acompañada de guitarra y electrónica, mantuvo al público en vilo con un repertorio que viajó de la oscuridad a la poesía narrativa. “Hold ground”, “Being here” o “Picture box” destacaron por su flow sinuoso y su presencia escénica. Cerró reivindicando la importancia de festivales que apuestan por la diversidad real.
El cierre fue para Isla Kume, proyecto aragonés que revisita el legado musical ibérico desde una óptica contemporánea. Tradición, clásica, electrónica y pop se mezclan en un sonido propio y expansivo.
Presentaron su álbum debut, Más de mil motivos, e invitaron al público a sumarse desde el inicio con temas como “Atrapá” o “Cantarán”. También estrenaron “El corro”, una pieza que apunta directamente a la crisis de vivienda con un lema tan directo como irónico: “que suba el perreo y que baje el alquiler”.
Hubo flamenco chill, panderos y un cierre vibrante que dejó la sala en plena efervescencia.
DOS FORMAS DE VOLVER AL TERRITORIO
Antes de la música, la tarde del sábado se centró en dos miradas muy distintas sobre la ruralidad. Por un lado, Elrow. Orígenes (1870–2025), presentado por Juan Arnau en diálogo con el programador del festival, Luis Lles: un recorrido editorial por 155 años de historia familiar que conecta Fraga con la cultura del ocio global contemporáneo. Una ruralidad expansiva, que mira hacia afuera, hija de una saga que ha hecho de la fiesta -Florida 135, Monegros Desert Festival, Elrow- su forma de habitar el mundo.
En contraste, el ilustrador y guionista David Sancho compartió el proceso detrás de Barbecho, novela gráfica premiada (XVII Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac–Salamandra Graphic) que indaga en los relatos familiares de Pancrudo (Teruel). Una ruralidad íntima, crepuscular, atravesada por la despoblación, donde el regreso a casa se vuelve reflexión, memoria y legado.
Ambos trabajos dialogaron sobre herencias, formas de contar, y la necesidad de conservar -o reinventar- aquello que nos sostiene.
HABITAR LA NADA
La jornada vespertina continuó con la proyección de Habitar la nada, de Eduardo de la Cruz y Amalia Sesma, centrado en los pueblos de colonización.
El proyecto -que ha llevado dos años de trabajo, entrevistas y documentación- sigue la pista de familias que abandonaron sus pueblos de montaña en los años 60 y 70 para rehacer su vida en los nuevos asentamientos creados por el Instituto Nacional de Colonización.
El documental recorre los 32 pueblos de colonización en Aragón, entre Zaragoza, Huesca y Teruel, poniendo el foco no en la arquitectura ni la historia institucional, sino en las vidas concretas de quienes los habitaron. Porque -como explican sus autores- “la memoria viaja con la gente; lo que cambia es el escenario”.
La programación confirmó la apuesta de Extrarradios por la diversidad cultural y la escucha al territorio. De los cencerros convertidos en electrónica ritual a los cantos reinventados; del rap que vuelve al campo para echar raíces al empuje juvenil de la Siberia extremeña; de la memoria familiar al retrato de los pueblos de colonización: la jornada mostró que lo rural hoy es múltiple, permeable y muy vivo.