Flix rememora el final de la batalla del Ebro en un emocionado homenaje a la población civil

El grupo de recreación oscense Primera Línea participa con todos sus efectivos en el evento de divulgación histórica

16 de Noviembre de 2025
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Recreación en Flix de la Batalla del Ebro. Foto Carlos Neofato
Recreación en Flix de la Batalla del Ebro. Foto Carlos Neofato

El éxito de público ha sido indiscutible. A lo largo de la mañana, los cinco pases (visitas guiadas) a lo largo de la decena de displays (pequeños escenarios en los que se dramatiza una acción) tenían todas sus inscripciones cubiertas, llevando a través de la localidad a casi trescientas personas tras la figura de una guía turística que presentaba cada una de las escenas.

Y, por la tarde al afluencia aún aumentó. En el último acto del día, previo al siempre solemne y respetuoso minuto de silencio, el público abarrotó la ladera, auténtica grada natural desde la que podía observarse el discurrir y la profusión de avances y retrocesos de las tropas combatientes. Acciones éstas documentadas por más de una treintena de fotógrafos.

La primera de las escenas dramatizadas se desarrolla en la iglesia de la localidad, donde un grupo de feligreses y el sacerdote son interrumpidos por un camión de milicianos que los disuelven mientras saquean el templo y queman lo que encuentran dentro. Uno de los habitantes del pueblo escamotea la imagen religiosa de la virgen y escapa.

En la segunda escena estamos en la casa de una familia de la localidad que recibe la inesperada visita del vecino que rescató del fuego la imagen. Pide a las dos mujeres que guarden la figura, a lo que ellas acceden.

La tercera parada nos conduce a los locales destruidos por el primer bombardeo sufrido en Flix. El dueño de la empresa y su contable evalúan los daños personales y humanos. Una pareja de actores recitan los nombres y circunstancias familiares de las víctimas bajo un estremecedor silencio.

Y, desde allí, nos acercamos al refugio antiaéreo donde media docena de trabajadores tratan de ofrecer cobijo a civiles que tratan de refugiarse. La guerra, con toda su crudeza, ha irrumpido en esta otrora tranquila localidad y los disparos de fusilería se escuchan cercanos.

Nada más dejar el refugio, nos damos de bruces con las tropas sublevadas que entran en el pueblo. Interactuando con el público, mandan a todos a sus casas en espera de pesquisas militares que puedan dar luz a responsabilidades políticas. Algunas personas son detenidas en el mismo momento y conducidas hacia un final que no se antoja feliz.

Recreación en Flix de la Batalla del Ebro. Foto Carlos Neofato
Recreación en Flix de la Batalla del Ebro. Foto Carlos Neofato

Para recuperarse del susto, un rato de solaz en una escuela. Un niño y una niña estudiando, docentes bajo la placa habitual en las escuelas de la época y el habla pausada del conserje explicando conceptos básicos de la pedagogía liberadora se interrumpen abruptamente con la llegada de los sublevados. El escudo republicano muta en un crucifijo escoltado por los retratos de Franco y José Antonio, mientras la clase queda dividida en dos aulas segregadas diferentes. Incluso el público es conminado a ocupar una posición en los bancos u otra, según su género. Todo ello bajo el deambular de una falangista lanzando proclamas mientras otra muestra las bondades del bordado y otras labores "femeninas" al alumnado.

Antes de que el autoritario y complacido inspector de educación (escoltado por las fuerzas vivas locales) pueda obligar a la concurrencia a entonar el "Cara al Sol", somos rescatados por la guía que nos conducirá junto a un parapeto militar donde observaremos el cotidiano aburrimiento de las tropas: lectura desganada de la presa, peleas entre ellos, rutina de ranchos... Hasta que el enemigo inicia un ataque que es respondido contundentemente con fuego de fusilería, provocando la desbandada (controlada, una vez más por la guía) hacia el siguiente display.

Nos encontramos con un carro de combate en apuros. No arranca, no se puede reparar, y el enemigo está cercano. Asistimos al intento de deserción de unos soldados, más atentos a la suerte que puedan correr sus seres queridos, y a la oposición de otros, empeñados en la numantina resistencia. Todo acaba entre abrazos de unos a otros: unos corriendo hacia las filas enemigas, buscando el poder camuflarse, y otros preparando las últimas rondas de municiones en espera de un conocido destino.

Recreación en Flix de la Batalla del Ebro. Foto Carlos Neofato
Recreación en Flix de la Batalla del Ebro. Foto Carlos Neofato

La última escena es la más amplia y difícil; tanto en contención de emociones, como en número de ejecutantes, como en multiplicidad de acciones y en extensión del escenario. En una primera acción, observamos la salida de personal civil arrastrando maletas, portando bebés y aguantando lágrimas y dolor camino a la supervivencia elemental; en un segundo momento es cuando los vemos acercarse a un grupo de soldados implorando algún alimento, lo que provoca diferentes reacciones, si bien los soldados reparten todo el alimento que tienen siguiendo las órdenes de una teniente republicana.

El contingente civil se aproxima al puente, en cuyos alrededores se apelotonan mossos d’esquadra, artificieros prestos a volar el puente y soldados. Aquí se producen las escenas finales con contención de intentos de traspasar líneas, terminando la visita en una encrucijada de sentimientos encontrados y sensación de incertidumbre entre los espectadores.

En esta ocasión, y para serenar el ánimo, unos de los recreadores habituales en el papel de reportero de guerra, con un cierto parecido a un Hemingway juvenil, ha preparado un stand con una muy interesante colección de cámaras fotográficas antiguas, lo que provoca el interés de aquellos que terminan la visita.

ESCUDELLA, VINO Y AL COMBATE

Terminadas las visitas matinales, en el comedor habilitado para recreacionistas se ha vivido la satisfacción de una mañana exitosa de divulgación histórica, con el homenaje a personajes locales que tuvieron un papel destacado en la vida de Flix, a la resistencia de la población y a su capacidad de superación y supervivencia. Todo ello en un amplio espacio al aire libre (la meteorología ha respetado el devenir del día) en el que se han compartido raciones de escudella calientes y reconfortantes, junto a un vaso de vino y unas mandarinas. A la hora de los cafés se han repartido diplomas acreditativos de participación a las diferentes asociaciones recreacionistas y a personas destacadas en el desarrollo de la actividad.

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Por la tarde han tenido lugar los combates, precedidos de la evacuación previa (siempre una columna oscura y triste, una procesión laica de dolor) del personal no combatiente. Fusilería de la época disparando fogueo, ametralladoras pesadas, morteros y muchas granadas. Un piso atestado de cadáveres y, tras algo más de cuarenta minutos de infierno, un silbato que pone fin al espectacular final.

El silencio se apodera del campo de batalla y las gradas, interrumpido tan sólo por los disparos de las máquinas fotográficas que documentan el instante. La mayoría de las cabezas, descubiertas; la mayoría de las miradas, en el suelo; la mayoría de pensamientos, en las víctimas, cercanas y comunes.

La batalla del Ebro ha terminado. La paz, siempre lejana, siempre por alcanzar.

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