Graziella Moreno en Huesca: “La infancia nos determina más de lo que creemos”

La jueza y escritora se adentra en la salud mental, el pasado y la identidad en “La hora de la fuga”

14 de Diciembre de 2025
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Graziella Moreno, en el Casino de Huesca. Foto Myriam Martínez
Graziella Moreno, en el Casino de Huesca. Foto Myriam Martínez

La infancia deja marcas que no siempre se ven, pero que a veces deciden un destino entero. Esa es una de las ideas que atraviesan “La hora de la fuga”, la novela más reciente de Graziella Moreno, publicada por Editorial AdN y presentada este sábado en Huesca. La historia se apoya en los códigos de la novela negra para adentrarse en un territorio más profundo: el de la memoria, la salud mental y las consecuencias de aquello que no se resuelve a tiempo.

Moreno regresó a la capital oscense casi una década después de su anterior visita. “Hemos estado haciendo ya presentaciones y me hacía mucha ilusión venir a Huesca, que aquí estuve en 2016 en Aragón Negro -recordó-. Estuve en una charla con Lorenzo Silva y Noemí Trujillo, y me quedó muy buen recuerdo. Y cuando Jorge Piedrafita me propuso venir aquí al Casino dije: encantada”.

“La hora de la fuga” se inscribe en el género negro, aunque la autora se distancia de sus fórmulas más reconocibles. El proceso de escritura se ha prolongado durante tres años, un tiempo que Moreno vincula directamente con el planteamiento del libro. “Es una novela compleja, de investigación, pero no es una novela procedimental al uso. Es una novela de personajes”.

El relato se construye a partir de tres figuras centrales. “Empieza con la muerte de una chica en su noche de bodas. Parece que es un suicidio, pero hay unas marcas en el cuerpo que pueden dar a pensar que no lo es. Además, desaparece su mujer esa misma noche de bodas, Esther Sampietro, y se lanzan todos a buscarla, para comprobar si tiene algo que ver o no en esa muerte”.

Junto a ella, la terna de personajes principales la completan la policía que se encarga del caso, Tea Velarde; y el exfiscal Mauro Rovira”. Sus trayectorias convergen en un mismo punto: “Van a estar detrás de todo ese pasado de la escultora, de Esther Sampietro, que es el que determina lo que ha pasado ahora en el presente”.

Esa estructura obligó a un trabajo muy preciso con los distintos registros narrativos. “Era necesario ordenar la historia a través de una voz muy concreta, la de Esther Sampietro, y hacerla convivir con las de los otros dos personajes, lo que convirtió el proceso en una constante de reescritura”.

El interés del libro no se limita al enigma policial. Moreno subraya el peso del enfoque psicológico. “Eso es muy importante en esta novela porque a mí me interesaba mucho el tema de la salud mental”. Su experiencia profesional atraviesa ese planteamiento. “Ahora estoy en un juzgado de discapacidad, en el que llevamos temas de salud mental, desde alzhéimer hasta esquizofrenia, desde trastornos bipolares o rasgos autistas”.

De ese contacto con la realidad surge uno de los pilares del libro. “El personaje de Esther está inspirado en hechos reales que sucedieron en Cataluña, más o menos sobre 2016, en los que una niña sufrió una serie de maltrato por parte de su padrastro. Esta niña, de cuatro o cinco añitos, quedó con graves secuelas físicas y psíquicas y fue un caso que luego tuvo sentencia al cabo de tres años”. Moreno reconoce la huella que dejó aquel episodio. “Me llegó bastante este caso y lo conservé. Lo que le sucede a esa niña es lo que le sucede a ese personaje de pequeña”.

"Las víctimas se pueden convertir en victimarios"

A partir de ahí, la autora introduce una reflexión incómoda. “Me interesaba mucho explorar hasta qué punto, en algunos casos y en determinadas circunstancias, las víctimas se pueden convertir en victimarios”.

Esta idea se enlaza con el trasfondo del relato: “La infancia nos determina más de lo que creemos, es la que nos lleva a ser los adultos que luego somos. Luego podemos pulir cosas y mejorar, sí, pero en ocasiones forma mucho nuestra personalidad”.

La novela abre también una vía hacia el Art Brut como forma de expresión. “Es un concepto que quizás no se conoce tanto, pero son todas aquellas obras de arte hechas por personas que no tienen una formación artística, pero que tienen algo que exponer, algo que sacar dentro de ellas”.

Moreno destaca la potencia de esas creaciones. “Hay esculturas, pinturas, grabados y textos de personas con trastornos mentales que reflejan cómo se sienten. Y eso creo que también hay que dar a conocer”.

El escenario refuerza esa apuesta por lo reconocible. “No es una ciudad ficticia. Es Barcelona y es auténtica”, explicó. “Hay lugares muy reconocibles: un restaurante, una librería en la que Mauro Rovira va a presentar sus novelas. Se reconocen muchas localizaciones. Yo siempre intento que mis novelas sean reales, tanto en personajes como en sitios, que luego te puedas ir y reconocer lo que hay escrito”.

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Ese realismo se alimenta también del trabajo cotidiano de la autora. “Los personajes se basan en gente que he conocido. Estoy siempre en contacto con personas. Ahora en el juzgado de discapacidad y en breve volveré a un juzgado de instrucción. Ves lo que nos sucede, lo que hacemos, de lo que somos capaces. La gente se fascina absolutamente de lo que somos capaces en algunas ocasiones. Y eso te ayuda a crear personajes”.

En ese recorrido, Moreno reconoce también una evolución personal. “Hace once años que publico novelas y creo que esta es quizás mi novela más literaria, sin ser una novela de investigación para entendernos”. El motivo está en el enfoque elegido. “Quizás también invita más a la reflexión”.

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