Había una vez... Un circo que alegraba siempre el corazón

"Ayer fui feliz durante dos horas; me sentí feliz, alegre, emocionada, sorprendida, anonadada y embriagada de emoción, admiración y alegría"

Psicóloga
29 de Marzo de 2024
Fofito y Viva el Circo

Estoy segura de que, quien haya leído este título, habrá puesto melodía en su pensamiento y la habrá leído cantando. ¡Cosas de nuestro complejo y a la vez simple cerebro! ¿Quién no recuerda a aquellos payasos de la tele que han traspasado los corazones de varias generaciones y que siguen tan presentes como lo fueron para los que ya pasamos de los 50? ¿Qué hizo tan especial aquel circo que sigue presente en todos nosotros, en sus canciones que hoy siguen cantando nuestros niños como si los años no hubieran pasado?

Ayer fui feliz durante dos horas; me sentí feliz, alegre, emocionada, sorprendida, anonadada y embriagada de emoción, admiración y alegría. Y es que Fofito, que ya cuenta con 74 primaveras, está en mi ciudad con su circo, dispuesto a levantar del asiento con "el auto de papá" a todo un público entregado, desnudo ante tanto talento demostrado en esa pequeña pista nómada y levantada sobre cemento de parking.

Una actuación tras otra de malabaristas y acrobacias «imposibles», entrelazadas e integradas con buena dosis de tecnología, luz, sonido y guión en el gran espectáculo del circo. He de decir que mi expectativa no era alta, pues me acercó no tanto ver espectáculo como la parte emocional y nostalgia. Quiero detenerme en mi estado de admiración, en mi foco de atención durante dos horas puesto sobre esa pista y sobre mi estado emocional posterior y mis reflexiones racionales. Talento desbordado, nivel máximo en cada ejecución, ése que no se consigue sin un esfuerzo y trabajo constante y una autoexigencia sin límites. Por cada una de las actuaciones de unos minutos, se podían ver horas, días, semanas y años de entrenamiento, visibles en cada una de las fibras musculares de los artistas, en sus niveles de ejecución y algo muy importante, haciendo fácil lo difícil. Eso que es imposible para la mayoría de los mortales, se ejecutaba con la suavidad y naturalidad de quien no actúa, sino que ESPero ese SER, lo es por su trabajo y esfuerzo.

Si a ello añadimos una actuación tecnológica inmersiva para todos los presentes y esa gran dosis de alegría en el desempeño de la tarea, contagiosa e invasiva (difícil escapar de esa emoción), el espectáculo del circo, de nuestro circo, fue para mí una gran lección y símil de lo que nuestras organizaciones, para ser competitivas, deben serTalento, esfuerzo, trabajo, reconocimiento, equipo, tecnología y esa gran dosis de humanidad no fingida, sino impregnada de ilusión, alegría y motivación por llegar… Y tocar. Y eso, sin conocimiento, trabajo, esfuerzo y por tanto, TALENTO, es imposible de lograr. Un circo sin payasos, sin máscaras, AUTÉNTICOS, desnudos emocionalmente, contagiando alegría y derrochando talento sin ocultarse; allí el secreto del éxito de ese gran espectáculo que es #vivaelcirco.

Me he prometido a mí misma que no volveré a usar los conceptos «circo» y «payasos» de forma peyorativa cuando vivimos realidades que más que reír nos hacen llorar, cuando vemos otros «circos» en la tele o en nuestra vida. Porque el circo, ése que vi ayer sin máscaras, auténtico, lleno de talento, de ése que no llega gratis, merece una gran respeto y reconocimiento y vi en ese «espectáculo»el gran modelo a seguir en nuestra realidad actual y en nuestras organizaciones; una excelente combinación de talento, tecnología, esfuerzo, profesionalidad, emoción y motivación. Un talento que ha integrado el desarrollo tecnológico y la actualidad sin olvidar su pasado, ése en el que reside el CONOCIMIENTO, integrando pasado, presente y futuro sin olvidar lo importante: la emoción en positivo, la alegría contagiosa por el trabajo bien hecho. No llamemos «circo» a la irracionalidad, a la incompetencia, la falta de humanidad, de respeto, a la falta de talento y esfuerzo y la manipulación emocional, porque en este circo yo sólo vi talento y autenticidad, entregado a su cliente, su público.

Vi en los ojos de Fofito, ese payaso de la tele y ante un público entregado, la satisfacción, felicidad y reconocimiento a ese gran trabajo hecho en esa pista, hecha de años, días, horas y minutos de entrega, cuando miró a su público, sin máscaras, sabiendo que ha hecho y hace un gran trabajo tanto él como ese gran equipo que le rodea y por tanto ha sido capaz de ATRAER Y RETENER junto a él. Sé que vio a esos niños, hoy padres, madres , abuelos y abuelas, devolverle ese regalo que se llama «Reconocimiento y agradecimiento» pero no sólo por lo que fue, sino por lo que es hoy . Vi satisfacción en sus ojos, esa huella que dejamos y esos impactos que provocamos, esas emociones necesarias que son alimento de la motivación para seguir avanzando. La posibilidad de crear algo más grande que uno mismo y que queda para la posterioridad como quedaron, quedan y quedarán nuestros payasos de la tele, que traspasaron pantallas y que como dice su canción, "alegraba siempre el corazón".