“No sé lo que ha aportado La Tartana al mundo del teatro, pero a mí La Tartana me ha hecho mejor y puedo pensar que a otros también. Gente que nos ha visto, nos ha dicho que les habíamos hecho pensar, que les habíamos dado una visión distinta de un problema”. Miguel Abós reflexiona sobre la huella que deja esta compañía independiente de teatro, unas horas antes de que se levante el telón en el Olimpia para proyectar un documental que se espera como un gran homenaje al grupo amateur más longevo de la escena aragonesa.
La película “La Tartana, una vida de teatro”, realizada por los oscenses Marta Javierre y Fernando Gatón, se iniciará a las 20:30 y el acceso es gratuito. A lo largo de 70 minutos, la cinta recorre la trayectoria de este grupo amateur, a través de entrevistas a algunos de sus miembros y a otras personas muy próximas a la formación.
Miguel Abós, líder del grupo, explica que La Tartana se fundó oficialmente en 1975, aunque sus integrantes ya compartían una trayectoria. Fue la manera de hacer un poco más sencillas las cosas. “Cuando hacías una obra de teatro, tenías que pedir permiso y te tenía que avalar un ente jurídico. Al principio había que darle una vuelta a la censura y también nos avaló la Peña Los Treinta, pero al final redactamos unos estatutos e hicimos una entidad reconocida como asociación cultural”, explica.

De aquellos comienzos solo han llegado hasta el final de La Tartana Miguel Abós y Mayte Godé, aunque Ramón Lasaosa y Elba Mairal les acompañaron muchos años. “Ha pasado mucha gente y no sólo actores, porque algunos se apuntaban y no querían actuar, como Miguel Ortega, pero hizo muchos carteles y otros trabajos. Y la gente que venía nueva pasaba por el 'banquillo' y echaba una mano con las luces o el montaje, que eso también es hacer teatro. La idea era: mira lo que hacemos y, si te convence, te quedas. Y alguno decía: ¿En esta obra qué hago, de farol o de farolero? Todos hemos hecho de todo”, relata Miguel.
Los primeros 20 años, La Tartana se nutría sobre todo de estudiantes, que un día estaban en Huesca y otro se desvinculaban de la ciudad. Y, a pesar de que numerosos factores jugaban en su contra, “con mucho entusiasmo y juventud” lograron “tirar hacia adelante”. Al final se consiguió un equipo muy estable.
Poco a poco se iban consolidando y dedicaban tiempo a repensar qué es lo que querían hacer y, tras “intentar muchas cosas”, al final regresaban al teatro de texto. “Con más o menos éxito, hemos tenido la suerte de representar obras buenísimas", afirma.
Guadaña al resucitado (Ramón Gil Novales), Aquí no paga nadie (Darío Fo), Ay Carmela (José Sanchis Sinisterra) y La muerte y la doncella (Ariel Dorfman) son algunas de las obras que acuden inmediatamente a su memoria cuando piensa en las representaciones que mejor acogida han tenido. Puntualiza, además, que las últimas producciones le gustan especialmente, “porque se han hecho con muchísimo cariño y con más medios” y se han podido “regodear”.

Tantos años sobre la escena, les han permitido observar una clara evolución en el público. Al principio, casi todo el pueblo acudía a verles, niños incluidos. “Guadaña al resucitado tenía mucho éxito, porque incluía unas claves en las que todo el mundo se reconocía. Luego dejó de ser un acto social y sólo venía la gente a la que de verdad le interesaba el teatro. Ahora, creemos que falta público. He visto en el Teatro Principal de Zaragoza una obra en la que sólo estábamos 25. Habrá que analizar por qué”.
En la película de Marta Javierre y Fernando Gatón intervienen Miguel Abós, Mayte Godé, Ramón Lasaosa, Elba Mairal, Miguel Ortega, Fernando Anoro, Luis Calvo, Carlos Camparolas, Ángel Garcés, Ernestro Gracia, Luis Lles, Diego López, Gloria Lorte, Elena Mallén, Auxi Mériz, Eugenio Monesma y Beatriz Rufas.
El estreno, además, marca el inicio del Ciclo Club Aplauso, de artes escénicas y cine, que organiza el Teatro Olimpia y el Ayuntamiento de Huesca.

La Tartana surgió como un grupo de teatro independiente frente a las compañías profesionales, y se unió a esa marabunta de formaciones que proliferaban por todas las regiones de España, especialmente en las grandes ciudades. Miguel Abós considera que este modelo, en su caso, ya está agotado, no tiene cabida hoy en día ni tiene porvenir. “Por amor al arte solo es muy difícil hacer las cosas. No es compatible con la estructura de la industria cultural. Y yo echo de menos que los políticos hablen más de cultura y menos de industria. Yo estaría encantado de empujar el carro de La Tartana, pero no hay nadie que tire de él”.
“¿Cuál es nuestro legado? -se sorprende-. De joven piensas que vas a cambiar el mundo, qué gordo es eso. Quizá hemos conseguido algo, un poco, una revolución individual más que colectiva”.
Y lo que sí espera es disfrutar con el homenaje de este viernes, con la proyección en el Teatro Olimpia y una cena privada posterior, en la que se darán cita muchas personas vinuladas a La Tartana. “Despedimos a los personajes en el teatro y los dejamos ahí. Que vengan otros actores y que los representen. Nosotros nos vamos a nuestra casa, ligeritos de equipaje”.