Huesca en la vida de un escritor atormentado, Michel del Castillo (1933-2024)

El azar, que tanto lo había zarandeado, hizo también posible que Del Castillo descubriera pronto la lectura, se sintiera reconfortado con la escasa formación regular

José Domingo Dueñas
20 de Diciembre de 2024
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Michel del Castillo.
Michel del Castillo.

En noviembre de 2003 el Centro de Estudios Senderianos, del Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA), organizó en el salón de actos de la Diputación de Huesca unas jornadas que se llamaron Literatura, Cine y Guerra Civil. Meses después también el IEA publicó con el mismo título un libro en el que se registraban todas las intervenciones. Un día sí y otro también un público entregado y expectante llenaba el salón. Era la primera vez, según se decía, que se hablaba abiertamente en Huesca de la Guerra Civil, concluida hacía 64 años. Fueron los ponentes Michel del Castillo, Ignacio Martínez de Pisón, José Luis Melero, José María Azpíroz, Manuel Benito, Víctor Pardo y Ángel S. Garcés. 

Evidentemente, el momento estelar fue el encuentro con Michel del Castillo, que habló de Niños en las guerras, pero sobre todo de sus propios recuerdos del Madrid en guerra. Su padre, Michel Janicot, empleado de banca y perteneciente a una rica familia francesa venida a menos, abandonó a su mujer y a su hijo ya en 1935 y definitivamente en 1940. La madre, Cándida Isabel del Castillo, de una familia de terratenientes andaluces que también había conocido mejores momentos, tenía ya varios hijos de dos relaciones anteriores, cuando nace Michel. De convicciones republicanas, Isabel fue encarcelada en 1936, en el marco de los conflictos prebélicos.

El niño quedó a cargo de su abuela materna y de la niñera Tomasa, que le amenazaba constantemente con que iban a entrar los “moros”: “Tenía miedo, tenía hambre -recordaba Michel del Castillo en 2003-, tenía frío, tenía un miedo espantoso a los bombardeos, a los cañonazos. Pero, ¿por qué y qué significa la guerra? El niño no tiene ningún instrumento racional, intelectual, para poder contestar a esa pregunta. Y los que contestan a la pregunta son los padres, son los adultos, es decir, ellos le cuentan la guerra”. Durante la contienda la madre, Isabel, salía de casa por las noches porque era locutora de Radio Madrid y trabajaba en horario nocturno. El niño se quedaba en casa con la niñera y tenía tanto miedo al estruendo de los bombardeos como al silencio, porque su madre le había advertido de que si transcurrían quince minutos de silencio sería porque Madrid había caído y ella habría muerto.

Pocos días antes de que las tropas franquistas entraran en la capital, Michel y su madre abandonan la ciudad camino de Francia. Meses después, denunciada por su marido, Isabel es internada en un campo de castigo para mujeres, donde su hijo le acompaña. En agosto de 1942, ambos llegan a París, donde el niño es entregado a un oficial alemán y poco después deportado a Alemania. La madre atraviesa los Pirineos camino de Argel. En 1945 Michel regresa a España. Se hace cargo de él un pariente lejano que trata de desprenderse del niño cuanto antes.

Michel vive internado durante tres años en el Asilo Durán de Barcelona, más tarde ingresa en el colegio de la Sagrada Familia de Úbeda, que abandona para intentar reunirse, sin éxito, con su padre en Francia. En uno de sus viajes en tren conoce a Fe Fernández Larroche, delegada de la Sección Femenina de Falange en Huesca, quien se apiada de él y le ofrece protección en su ciudad. Pasa por varios campamentos de Falange, luego vive un tiempo en Apiés, acogido por el párroco de la localidad. Por último, entre 1951 y 1953 se instala en la casa de Ramón Sánchez Tovar, que había sido jefe de Falange y conocido protagonista de la represión en la ciudad. Michel del Castillo daría más tarde cuenta de su paso por Huesca en El crimen de los padres (2005), pero también en La noche del decreto (1982) o El tiovivo español (1991).

En 2003 recordaba así su llegada a la ciudad: “Cuando llegué aquí, a Huesca, era una situación muy extraña. Tenía yo en el 51 dieciocho años, parecía de quince, totalmente famélico. Lo que era la miseria en aquel entonces… Iba de pensión en familia, cada día peor, estaba muy enfermo, daba cursos de francés, pero a veces no podía porque estaba enfermo, así que perdía el dinero, de manera que no podía pagar mi pensión… En fin, aquello era un círculo. Y en reacción contra eso me había construido un personaje social más bien litri, y me iba a tomar mi cafecito, mirando, hablando, parecía muy bien élevé, como se dice en francés, muy bien educado, porque no podía hablar a nadie, porque en realidad no sabía lo que me había sucedido, di de dónde venía ni por qué todo esto había sucedido”.

El azar, que tanto lo había zarandeado, hizo también posible que Del Castillo descubriera pronto la lectura, se sintiera reconfortado con la escasa formación regular a la que había tenido acceso y que finalmente lograra “salvarse” a través de la literatura. El temprano y casi fulminante éxito de su primera novela Tanguy: historia de un niño de hoy (1957, traducida al español ya en 1959) encauzó definitivamente su vida. Desde entonces ha sido un escritor reconocido en Francia y muy respetado en España, donde se ha traducido la mayoría de sus casi cincuenta libros. En 2011 regresó de nuevo a Huesca para participar en la presentación del libro El crimen de los padres en la narrativa oscense de Michel del Castillo, excelente estudio de Olga Pueyo Dolader, publicado por el Instituto de Estudios Altoaragoneses. Descanse en paz Michel del Castillo, queda su grandiosa obra.

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