na veintena de hombres y mujeres de Primera Línea, asociación oscense de recreacionismo de la guerra de 1936, acudieron al llamado, en su XVII edición, de los Voluntarios de Fayón para recrear el paso del Ebro, uniendo sus fuerzas a las de otras entidades con idénticos fines. La recreación de esta decisiva batalla de la Guerra Civil incluyó medios por aire, tierra y agua. Se saldó con la participación de unos 300 recreacionistas de toda España y de Francia, y, en esta ocasión, con participantes de Estados Unidos.
El evento se inició con la revista de armas que, preceptivamente, realizó la Guardia Civil en cualquiera de estos eventos. Tras ello, y casi de inmediato, se llevaron a cabo las visitas guiadas. Hubo tres pases, cada uno compuesto por una decena de escenas, todas relacionadas con aspectos referentes a la batalla y a sus consecuencias para la población civil.
Se pudo ver el trabajo de los ingenieros militares, afanándose en la construcción de pasarelas; se observó la instrucción con escasos medios para enseñar rudimentos básicos de manejo de barcazas a soldados que, muchas veces, ni siquiera sabían nadar; se asistió a la evacuación de un herido y su traslado a un hospital avanzado de campaña; se compartió el dolor de las despedidas en una oficina de reclutamiento, el trabajo de las mujeres en la asistencia militar, la construcción acelerada de trincheras… Todo ello fue coordinado, guiado y explicado por media docena de recreadores.
En este contexto, Primera Línea recreó una escuela de sabotaje e infiltración. Mostraron explosivos, cargas de demolición y sabotajes en vías férreas. Mientras las explicaciones se sucedían, la escuela fue interrumpida por un grupo que tenía la misión de comprobar el perímetro de seguridad, lo que provocó la búsqueda del culpable en un centinela que se defendió acusando a una compañera (¿Qué hacen las mujeres en estos puestos, preguntó airado?) de distraer su atención. La aludida reaccionó violentamente. Y no acabó ahí: cuando otro implicado dijo que no entendía la presencia de personas mayores en las filas, se produjo otro enfrentamiento verbal que escaló hasta requerir la intervención de los mandos.
Finalizadas las visitas, fue el momento de recorrer el enorme museo militaría de Fayón. Se expusieron puestos de mando, casamatas de ametralladoras, vehículos, aparatos de transmisiones, piezas artilleras, monedas locales, tabaco, granadas, armamento ligero y uniformes. Todo ello se ofreció en un espacio con visitas guiadas, convertido en cita ineludible para los asistentes. También se pudo visitar el mercadillo de militaría a orillas del río, con variedad de efectos militares y conversaciones entre coleccionistas y expertos.
Hacia las siete de la tarde comenzó el acto final del día. Un desembarco de barcazas inició el ataque, con abundante fuego artillero, detonaciones pirotécnicas y disparos. Hubo gritos, juramentos y confusión, ante la expectación de un numeroso público que llevaba tiempo reservando sitio bajo paraguas y ocupando una ladera del escenario. Impresionó el bombardeo aéreo, que cubrió de polvo el frente de combate.
Cuarenta minutos más tarde, todo terminó. Los heridos y muertos se recuperaron y formaron, junto a sus compañeros, en una revista de tropas final que precedió a las felicitaciones, abrazos y fotos familiares.
Una vez más, la recreación de Fayón culminó con éxito.