Isaac Marcet: "El lenguaje digital nos ha llevado a una pelea mundial en todos los sentidos"

El autor del ensayo "La historia del futuro" sostiene que el porvenir ha de ser "analógico, humano y cercano", a la vez que alerta de la polarización, la evolución del capitalismo, la ecología y una educación que condena a los jóvenes

11 de Febrero de 2024
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Isaac Marcet. FOTO: Mahala Nuuk
Isaac Marcet. FOTO: Mahala Nuuk

Isaac Marcet, fundador y CEO de Playdground, un medio de comunicación que asombró al mundo con 30 millones de seguidores; cara, ojos y voz del podcast Generación Futuro (en el ranquin de los veinte má destacados de España), vio cómo tanta disrupción periodística se vino abajo. Acaba de publicar con Plaza & Janés "La historia del futuro", un ensayo que inquieta y quiere estimular frente a los dogmas sin poso de la Inteligencia Artificial con sus pseudofilósofos tecnológicos multimillonarios, del falso relato de la digitalización y de la pretendida invencibilidad del capitalismo. Un alegato por la reacción de un ecosistema que se resquebraja bajo las fallas estructurales de los discursos sin contenido.

Isaac Marcet, 42 años, es uno de esos periodistas de formación que se atribuye la obligación del sapiens de reflexionar, de pasar todo por el tamiz de la conciencia crítica. Por eso concibió hace años la dejación de los medios de comunicación de sus responsabilidades y de su rol. Y por eso el fundador de PlayGround, que ha conocido las mieles y las hieles, adjudica la entrega de las empresas periodísticas de papel a un soporte que ha propiciado un mundo “polarizado y excesivamente superficial”.

Con Isaac Marcet no hay entrevista, sino una conversación enriquecedora, un sedoso pugilato donde sus ideas plenas de autenticidad esquivan y superan los guantazos de la posmodernidad. Ha “perdido todo tipo de fe en lo digital, porque tal y como está concebido es parte del problema, no es la solución. El futuro no ha de ser digital, sino analógico, humano y cercano”.

Es lo que le da el libro, una comunicación “más directa y personal”. Considera irrenunciable “volver a concentrarse, al centro de uno mismo, para encontrar una profundidad, una tranquilidad y una paz. No es baladí que la gente hoy día esté totalmente dedicada con ansiolíticos y antidepresivos, porque se ha perdido la concentración, el centro, el equilibrio personal. Y la lectura, la concentración en un texto, permite alcanzar una paz, una tranquilidad y un conocimiento”.

EL FUTURO FRENTE AL DEVENIR

Ha publicado “La historia del futuro”, epígrafe que obedece a la consideración de que la palabra futuro “tiene su historia. No es algo que viene dado como un hecho axiomático desde que el hombre es hombre”.

Explica que el vocablo futuro nace en puridad en el siglo XVI con el nacimiento del capitalismo y la modernidad tal y como la conocemos. “Define un tiempo verbal, sobre todo una filosofía sobre un tiempo verbal que es el mañana, que tiene que ver con ‘vamos a mejor’. Gracias a la economía, al capitalismo, me endeudo porque como el futuro será mejor podré devolver el dinero con intereses”.

“La ciencia y la razón, que en ese momento se erigen como la única bandera del progreso, nos indican que la sociedad marcha hacia adelante a un futuro que nos permitirá ser mejores”. Por el contrario, antes del siglo XVI, apenas se utilizaba tal palabra, sino otras como “destino, devenir que significa venir cayendo, que al contrario de la idea de progreso que es vamos subiendo y a mejor, antiguamente se consideraba que el devenir nos llevaba a peor”.

Apela a las tradiciones grecolatinas, egipcias, mesopotámicas o hindúes que establecían el camino de una edad de oro a una edad de hierro. “De una cosmovisión o filosofía del tiempo antigua que significaba que no progresábamos e íbamos a peor, de golpe todo cambia con el nacimiento del capitalismo y la deuda bancaria y, en ese momento, se empieza a defender una idea totalmente nueva e inédita respecto a una historia de cientos de miles de años: podemos ir a mejor”.

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Isaac Marcet

Argumenta Isaac Marcet en el libro que, “en el fondo, fondo, fondo, en puridad, lo que ha hecho es llevarnos a un futuro sin futuro. Si creemos que todo va a ir a mejor, eso nos exime de cualquier responsabilidad en el presente. Si inevitablemente vamos a progresar, da igual si contaminas, da igual si te endeudas, da igual si explotas demasiado las tierras, da igual etcétera, etcétera, etcétera. Porque vamos a mejor”.

Sin embargo, la anterior teoría de que vamos a peor, “de una forma u otra te ayuda a prevenir, a conservar el medio ambiente, tus energías psíquicas, el tiempo que deviene”.

"El lenguaje digital nace de una pretensión muy simple: hacer un simulacro muy burdo de unos y ceros, de lenguajes binarios, de lo que es el mundo analógico que es mucho más amplio, más rico, más profundo y más infinito"

Concibe que, para comprender nuestros problemas personales que tienen que ver con una proliferación de la enfermedad mental y de la crisis en todos los sentidos (incluida la política), “debemos entender el tejido comunicativo. La gente está más dentro del móvil que en el mundo real. Para comprender dónde estamos, hay que entender este lenguaje, el digital, que nace con una pretensión muy simple y llana: hacer un simulacro muy burdo de unos y ceros, de lenguajes binarios, de lo que es el mundo analógico que es mucho más amplio, más rico, más profundo y más infinito en todos los sentidos”.

Otra consecuencia: se aparta de las vidas el sentido de la espiritualidad. “Postergas de una forma u otra la salvación en un futuro que te va a llevar a una suerte de paraíso material, una utopía, como el comunismo que te prometía eso, el fascismo futurista de los orígenes también te lo prometía; es decir, las ideologías del siglo XX nos prometieron que mediante la técnica, la política y la organización social nos iban a llevar a una utopía material”.

Y ejemplifica con Star Trek y la súper utopía sideral con la panacea tecnológica. “Sin embargo, el mundo antiguo, que era eminentemente espiritual, simbólico, mítico y religioso, decía que la salvación no era el día de mañana, no venía a través de la materia. Era aquí y ahora, tiene que ver con un estado metafísico, más allá de la materia, con una salvación espiritual. Esa es la gran escisión. El capitalismo y la idea de futuro nos prometen una salvación el día de mañana; sin embargo antiguamente se decía que si tú rezabas, meditabas o parabas el tiempo a través de esos rituales, esa comprensión de los mitos y los símbolos, alcanzabas la salvación aquí y ahora”.

Alude el autor a dos tipos de determinismos. Por un lado, el de “causa y efecto que genera el pensamiento racional y material, que es: si yo mejoro las cosas en mi entorno y procuro una planificación y organización todo mejorará. Es darle demasiada importancia al humano, como explicaba muy bien Sófocles en Edipo que creía que podía dar solución a los problemas de Tebas cuando está más condenado que nadie. El otro determinismo es el negativo, creer que las cosas van a peor, pero ayuda a abrazar algo que no es determinista, la salvación aquí y ahora que es la eternidad”. Reconoce que este pensamiento “es laberíntico”.

RESPONSABLE: NI OPTIMISTA NI NEGATIVO

Asegura que “La historia del futuro” es un “ensayo responsable, ni optimista ni negativo. Plantea un retrato del actual como un momento eminentemente oscuro, porque es la realidad y nadie puede decir lo contrario”. En este sentido, apela a una encuesta a jóvenes europeos que revela que el 70 % creía que el mundo va a acabar, una paradoja con esas edades en que “creen que son inmortales, que el mundo es infinito, que es un patio de recreo para sus deseos y aficiones”.

“Es un secreto a voces que la gente cree que este mundo va a acabar, pero las antiguas tradiciones y mitos nos enseñan que el tiempo no es lineal sino cíclico, se degrada, envejece y muere. Al igual que muere vuelve a nacer. Es un círculo que continuamente va girando”, sostiene en un fecundo diálogo Isaac Marcet.

Por tanto, el ensayo propone es volver a la idea cíclica. “Se ha de morir esta vieja forma de hacer mundo, que es capitalista, terriblemente endeudado, bajo una velocidad tecnológicamente inasumible humana y ecológicamente. Ha de morir para que vuelva a nacer otra cosa. No es positivo ni negativo, es honesto y, ante todo, procura hacer responsable tanto a quien escribe como al lector. Es darte cuenta y ser sincero de dónde estás, señalar bien a los enemigos que es una idea que propongo de concebir el futuro. Y buscar una solución en el tiempo presente, que es que puedes abrazar una suerte de salvación aquí y ahora”.

Gusta a Marcet la utilización de preguntas retóricas y por eso inquiere para que contestemos si el mundo ha evolucionado desde la Iliada de Homero o si es más feliz el ciudadano de las grandes urbes que las tribus en el Amazonas. “Yo no sería tan osado como para decir que el progreso nos ha llevado a un mejor mundo o a un espíritu más humano. Hoy en día, el odio y la polarización es el gran problema de nuestro tiempo”. Alude al término sánscrito y el Kali Yuga, “la era de la riña”. “Clarísimamente estamos en ese momento en que todos estamos peleándonos contra todos. Todo reside en un factor determinante, la imposición de un nuevo lenguaje binario por naturaleza, que es el digital. Es un lenguaje que nos ha llevado a una pelea mundial en todos los sentidos. Estamos viviendo, como diría el filósofo italiano Bifo, una guerra civil mundial que va cada vez a peor”.

Identifica uno de los grandes problemas mundiales: la educación. “Estamos educando a los niños en el pillaje: educarse para conseguir un empleo que sea competitivo en un mercado laboral que no tiene tregua, que es más bien “Los juegos como el hambre”. Es normal que salgan personajes como Trump o Elon Musk como epítomes de nuevo líder filosófico y económico en el mundo, si nuestra educación se basa en la competitividad en todos los sentidos”.

"La gente no se educa para comprender el universo, sino para explotarlo"

Coincide con Nuccio Ordine en el problema que representa que “la educación no es un fin en sí mismo, la gente no aprende para aprender, para tener una cultura. No cultiva el pensamiento, los conocimientos para generar nuevas ideas. Es una educación instrumental para competir, para sobrevivir, y nada más. Es el germen de un problema que genera gente como Trump y una ecología psicológica que hace que los alumnos estén deprimidos y alterados”. Las estadísticas aluden a la gran cantidad de estudiantes que van medicados por distintas patologías. “La gente no se educa para comprender el universo, sino para explotarlo”.

Recuerda que las matemáticas de Pitágoras eran una filosofía del número que venía a explicar el universo. “El número tenía propiedades metafísicas. Si fuera así, diría que es fantástico porque las matemáticas nos enseñan a conocer el mundo, el alma de este mundo. En cambio las matemáticas hoy nos sirven para hacer un cálculo de coste-beneficio. Un instrumento y ya está”. Además, los jóvenes ven que “su pensamiento piensa con palabras y lenguajes. Hay una dicotomía, una suerte de guerra de lenguajes que debe resultarles muy conflictivo. Esto es, a partir de ahora mi lenguaje tiene que ser parametrizado en hojas de Excel cuando en el fondo mi forma de ver el mundo es sensible, en imágenes, simbólica, en palabras. Mi madre, cuando nací, me hablaba en el lenguaje de los cuentos, de los mitos. Este mundo matemático al que tengo que encaminarme es muy alienígena. ¡Qué desmoralizante tienen que ser las perspectivas de un joven a partir de ahora! Somos humanos”.

POLARIZACIÓN Y LA CULTURA DEL LIKE

Explica con una experiencia profesional propia la polarización, la riña y la pelea en la policía. Hace dos años, entrevistó a Meritxel Batet, presidenta entonces del Congreso, y le preguntó si veía futuro para la democracia. “El rostro fue desalentador”. “Me contó que un diputado empezó a ponerse vehemente y violento, algo impropio en un Parlamento. Le dijo luego en un bar que estos códigos son impropios y le replicó: ¿cómo quieres que actúe en un pleno que está siendo filmado si luego, cuando publico mi video, si es corriente no recibe likes ni viralización? Pero si me ven gritando mi base de votantes, incluso mis haters, si ven un video gritando y siendo sensacionalista y polémico, tendré mucha más viralización”. Ergo, el entorno mediático, sometido por la tecnología, “está escribiendo la historia de nuestro tiempo”.

Isaac Marcet. Foto Mahala Nuuk
Isaac Marcet. Foto Mahala Nuuk

“La cultura del like ha generado la cultura del odio”, paradoja que ya explicaba el viejo aforismo de que “el camino del infierno está pavimentado de buenas intenciones”. Ahí cimienta el escritor el “crimen psicológico y ecológico” de estos tiempos.

Pone el acento en los jóvenes, que debieran estar bajo el auspicio intelectual y pedagógico de generaciones mayores, pero “están huérfanos, porque no se creen que la economía, la tecnología y la ciencia nos lleven a un mundo mejor, porque han visto rebajada cualquier tipo de expectativa económica respecto a sus padres. Cobran una tercera parte, no pueden tener un propio piso y apenas llegan a final de mes compartiendo piso con su amigo. Y tienen trabajos que no tienen que ver con aquello que estudiaron. Así que llegan inevitablemente a la conclusión de que no existe tal cosa como el progreso”.

"Los jóvenes están huérfanos, porque no se creen que la economía, la tecnología y la ciencia nos lleven a un mundo mejor"

Se une el cambio climático que nos dice que el mundo “va a peor en recursos y condiciones”. “Si además, sus mayores le dicen que el mundo va mejor, que la economía es la solución y la ciencia y el progreso técnico nos llevará a buen puerto, se crea un cisma entre unos y otros”.

Le preocupa la ciencia cuando se convierte en “una metáfora para entender el mundo o el alma. Si, a partir de ahora, tenemos la conciencia o la inteligencia como una máquina de un coche, me preocupa, porque es mucho más que el cerebro maquinal. Tiene que ver con un legado, con la historia, con pálpitos mucho más invisibles. Me preocupa que la neurociencia sea a partir de ahora la metáfora o el lenguaje para entender uno de los tesoros más íntimos que tenemos, que es la conciencia. Y cuando empiezas a comprender el mundo desde una óptica científicamente moderna como la neurociencia, inevitablemente desembocas en Neurolink, la compañía que ha fundado Elon Musk que cree va a poder implantar chips en el cerebro para que la gente pueda estar conectada a internet y la inteligencia artificial. Para Musk, el alma humana no deja de ser un problema de ingeniería. Si intervenimos el cerebro humano, podremos competir con la inteligencia artificial”.

Cuando la colonización sea más profunda y ya haya hasta partes del cuerpo biónicos, tendremos una “nueva raza que no será humana, sino tecnológica. El ser humano habrá alcanzado el siguiente paso en la evolución, dejar de ser humano para ser mejor”. Y habrá sido propiciado por estos “filósofos millonarios” que buscan un nuevo orden mundial.

Inquieta a Isaac Marcet esta extensión, como un chaleco salvavidas, del lenguaje digital en las empresas, cuyo “problema es que están todas en crisis o a punto de entrar porque el mundo cada vez es más peligroso y contingente. Creen que la Inteligencia Artificial es una especie de antidepresivo o ansiolítico, una suerte de fármaco para aliviar todas sus pesadillas. No sería osado decir que hoy en día la gran mayoría de empresarios no duermen por las noches. Todo el mundo teme que aquello se acabe porque las cosas están como están. Buscan de alguna manera una solución para un mundo más peligroso y en crisis. No quieren admitir que están metiendo un caballo de Troya dentro de sus empresas, que va a acabar destruyéndolas por completo”.

"Es importante desacoplar la idea de capitalismo con la de mercado o economía"

En el fondo de toda nuestra realidad, nos hallamos en una cuestión de raíz, de propia corrupción sistémica del modelo. “No podemos permitir un sistema que, en su base, en su ADN, procura un crecimiento infinito. Esto significa que el problema ya no es tanto lo que se haga o se deje de hacer, sino el propio sistema en sí. Eso no implica que la solución pase por el comunismo, ni muchísimo menos. La humanidad desde tiempos inmemoriales ha funcionado con economías de mercado que no eran capitalistas. Es importante desacoplar la idea de capitalismo con la de mercado o economía. Puedes estar en economías más circulares y conscientes de lo que se tiene y lo que no, que no con el capitalismo que propone un crecimiento abstracto e infinito que en el fondo es una ficción y un simulacro. Que está devorando la Tierra y el mundo. Cuando no queda nada que explotar, ya todos los recursos explotados, has de inventar nuevos entornos que procuren seguir funcionando bajo la ilusión de que vamos adelante. Y el último engendro es la inteligencia artificial”.

De hecho, lo explica en el libro con Mary Shelley, Frankestein, la “gran novela visionaria del futuro” y que “define muy bien dónde estamos”. Alude a la escena en la que el monstruo se acerca y dice al doctor: dejo de matar y perseguirte si creas otro engendro, mujer, y me quedo tranquilo. Esa es la promesa del progreso tecnológico: dejaré de incordiarte, dejarás de tener los problemas del pasado con las tecnologías de la energía que han destruido parte del planeta, lo vamos a solucionar con la IA y máquinas de extracción de carbono, y a partir de ahora vivirás una utopía. Y eso es mentira. Por un lado, crees que solucionas los problemas de las tecnologías del pasado, pero las nuevas generan más problemas que no eres capaz de ver, como ha pasado siempre con esa idea de progreso y de futuro tan descerebrada”.

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Isaac Marcet, autor de "La historia del futuro"

LA ECOLOGÍA Y EL DECRECIMIENTO

Pone en cuestión absolutamente todo Isaac Marcet. Es lo que tiene ser librepensador. “La ecología ha sido tradicionalmente un movimiento profundamente conservador. Los primeros conservadores eran profundamente ecológicos. Querían conservar la naturaleza, las tradiciones y las comunidades”. En la contemporánea, la asociada a la economía y la empresa, “te dice todo lo contrario. No hay que conservar el mundo actual. Tenemos que seguir creciendo económica y técnicamente, y la población debe seguir creciendo. Eso no es una filosofía, una forma política de ser consecuente con lo que tienes. Es todo lo contrario. La única ecología posible es la de los principios. Si el mundo está en caos ecológico, hay que mantenernos o decrecer. La solución en un mundo hiperpoblado, hipereconomizado, hiperexplotado, es el decrecimiento. ¿Cómo se hace? Depende de muchos factores sociopolíticos, estatales, socioeconómicos como sobre todo personales. Pero requiere una acción más profunda y radical: en vez de seguir creciendo de forma sostenible como proponen la ecología contemporánea o Elon Musk, hemos de decrecer, parar, aminorar la velocidad, detener el tiempo y tranquilizar el entorno, el medio ambiente, el alma humana. Tranquilizarnos. El problema es una excesiva velocidad que ralla con el estado de pánico y violencia, como dolencias mental y social”.

Evacuadas todas estas consideraciones, cabe preguntarse por las posibles salidas al laberinto de la humanidad. “Antes que un renacimiento social y político, debería haber un renacimiento personal. Para ello, pongo en mi libro que tendría que haber una confesión: cada uno de nosotros somos culpables de ese futuro, porque si es una ficción nos la hemos creído y la creamos continuamente, dejando de lado este tiempo presente que es de pensamiento, de reflexión, de cuidados, de vida. Por eso propongo detener ese tiempo, ese futuro y hacerlo a través de una confesión personal”.

"Hay que desprogramar el tiempo futuro de nuestra propia mente. La revolución empieza por uno mismo"

A partir de ahí, la acción política y social se desencadena de forma natural y orgánica. “Cuando vives, piensas, comunicas, sientes de forma mucho más presente, todo a tu alrededor cambia. Tu forma de consumir, de viajar, de relacionarte, de consumir medios de comunicación, de votar varía. Hay que partir de uno mismo, porque el futuro es una invención sobre todo mental”.

Pararse a comprender el mundo es esencial. Se apoya en Walter Benjamin en su concepto del progreso como locomotora sin frenos que va directa a un muro. “Tienes varias opciones, parar o saltar de ese tren, pero hay que pararlo. Está diseñado este modelo para su propia destrucción. Pero para ello hay que desprogramar el tiempo futuro de nuestra propia mente. La revolución empieza por uno mismo”. Palabra de Isaac Marcet. "La historia del futuro".

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